El escalón más alto de la tribuna que da a la Avenida España me sirvió de contención. Lo veía y no lo creía. No reaccionaba, es cómo cuando se te va un ser querido, tenés la mirada perdida, observas y no distinguís.
Una y mil imágenes se me pasaron por la cabeza. La del edificio de Luz y Fuerza sin terminar llena de pueblo colgada mirando a River y Boca jugando por los puntos porque no habían podido entrar a la cancha por haberse quedado sin entrada… y otras tantas más que no voy a comentar porque me da mucha impotencia hacer retransmitir en mi cabeza las secuencias de los últimos 90 minutos de fútbol de Asociación Atlética Estudiantes en el Torneo Argentino A de la temporada 2010-2011.
Es que cuando se inicie la próxima, la 2011-2012, ya no pisarán el rectángulo de juego Talleres, Racing, Sportivo Belgrano, o Alumni… será Atenas –se reverdece el clásico, pero en un escalón competitivo más abajo, me hubiese gustado en el A, sueño con que sea en la B Nacional-, los de Morteros, el de Justiniano Posse… vienen tiempos de Argentino B.
Y rápidamente llegó a mi mente, una canción que Mario Álvarez Quiroga y que Los Nocheros la popularizaron… Es que ver caminar ese pueblo “celeste” rumbo al centro “Imperial” por Avenida España a las 15.45 del jueves 30 de junio de 2011, me trajo a la memoria…
“Mira como se me pone la piel, cuando te recuerdo. Por la garganta me sube un río de sangre fresca, de la herida que atraviesa de parte a parte mi cuerpo. Tengo clavos en las manos y cuchillos en los dedos y en la sien una corona hecha de alfileres negros. Mira como se me pone la piel cada vez que me acuerdo que soy un hombre casado y sin embargo te quiero”.
Me “case” con los colores “celestes”. Me enamoré de esos colores por la historia, por estas a un año de cumplir 100 años… por haber visto con esa camiseta al “Ratón” Leonardi, al “Payo” Aimar, al “Gnomo”, al “Ticá”, al “Gringo”, al “Pibe”, al “Cacho”, a Ermindo, al Eber, al “Arañita”… (perdón hay muchos más). Por dirigentes como fueron Don Antolín… el ”Cheche”... Don Paniego... Don Wehbe… Don Esparza... Don Pepe…, Antonio... el “Negro” Roldán... el “Pájaro”… (perdón hay muchos más, es que no aguanto ese nudo en la garganta del recuerdo)… Por eso se me puso la piel…. No… de gallina no… Es que nos fuimos, no somos, ni seremos gallinas “pecho frío”. Somos grandes, pero que nos estamos cayendo seguido…
“Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencio, de ortigas y de chumberas de cal, de arena y de viento. De madreselvas oscuras y de vidrios en asecho y un muro para que nunca, lo pueda saltar el pueblo, que está rondando las llaves, que guarda nuestro secreto. Y yo sé bien que me quieres y tu sabes que te quiero, y lo sabemos los dos y nadie puede saberlo”.
Con los primos de Atenas está todo bien, pero, siempre construimos ese muro (es metafórico). El de la cargada. El de que jugamos tres nacionales y ellos ningunos, y en esta, esa fuerza de grandeza nos hizo sentir mucho más de lo que éramos y un humilde grupo de voluntades que enfundados en colores “granate”, vinieron, hicieron dos goles, no hubo ningún desmán y se llevaron el triunfo… La bronca nos quedó… La impotencia, también...
“Salgo de mi casa al campo. Solo con tu pensamiento, para acariciar a solas la tela de aquel pañuelo que se te cayó un domingo cuando venías del pueblo y que no te he dicho nunca, mi vida, que yo lo tengo y lo estrujo entre mis manos lo mismo que un limón nuevo, y miro tus iniciales y las repito en silencio para que ni el campo sepa lo que yo te estoy queriendo. Ayer en la plaza nueva, vida, no vuelvas a hacerlo te vi besar a mi niño, a mi niño el más pequeño y como lo besarías. Ay, virgen de los Remedios que fue la primera vez que tú me diste un beso. Llegué corriendo a mi casa, alcé a mi niño del suelo, y sin que nadie me viera como un ladrón en acecho en su cara de amapola mordió mi boca tu beso”.
No salí solo al campo… me acompañaron más de 4.000 almas… bese la tela del trapo... me enfundé en ella... estrují las lágrimas… comencé a realizar el último rito de hincha de Argentino A al bajar de la tribuna alta. Llegué a la Avenida España, ya los choripaneros habían levantado todos sus puestos… Las familias esperaban a los jugadores y ví llorar a dirigentes… ví miserias políticas de otros que aprovechando el momento y que le sacaron el apoyo “al otro grupo” ya armaban la estrategia para ir no sé porqué… Si el “celeste” descendió…. Hay por qué tanta vanidad personal y subestimar a seres semejantes… Es que estaba como un ladrón al acecho… Me alzó mi niño en el auto… emprendí el viaje hacia mi casa… Con penas… pero disfrutando de las alegrías que vendrán con los colores de mis amores.
“Ay, qué alegría y que pena. Quererte como te quiero. Mira pase lo que pase, y aunque se hunda el firmamento aunque a tu nombre y al mío lo pisoteen por el suelo, aunque la tierra se abra y aún cuando lo sepa el pueblo y pongan nuestras banderas de amor a los cuatro vientos, sigue queriéndome así tormento de mis tormentos. Ay, qué alegría y que pena… quererte como te quiero (fútbol)”.
El Tordo
PD: tiene el relato color “celeste”. Si hubiese sido cualquier camiseta de otro club de Río Cuarto, hubiera pintado la historia con los colores “albos”, “verdes”, “albicelestes”, “albirrojos”, “naranja” u otros… A quienes se sientan aludidos… es simplemente porque la sabiduría popular tiene en el cancionero de nuestro pueblo letras que identifican a cada uno de nosotros los mortales.