A las 7.25 de la mañana del jueves se apagó para siempre el corazón de Luis Dante Garro, aquel 10 clásico y elegante, fino, de cabeza levantada, ceremonioso con la pelota, a la que acariciaba con cada toque sutil y preciso; el socio ideal de cualquier medio campo para construir las más bellas paredes.
El 10 marcó una época de nuestro fútbol durante las décadas del ’60 y del ’70, principalmente con los colores de su querido Independiente Rivadavia. Se había iniciado en los Azules siguiendo el mismo camino de su hermano Alberto Isaías (su gran compañero y amigo de toda la vida), 4 años mayor, con quién compartiría el sueño de jugar juntos en la primera división de la amada Lepra.
Dante tenía 57 años de edad, y desde el mes de enero había sobrellevado la dura dolencia de un cáncer de hígado, que lentamente socavó su salud y energía. Aún así nunca bajó los brazos y como en los últimos 15 años de su vida continuaba ligado al fútbol amateur y a las divisiones inferiores del Club Godoy Cruz Antonio Tomba, donde había llegado contratado por el Dr. Julio Vega Rodríguez.
Cuenta Cielo (su esposa) que la noche previa a su fallecimiento le había pedido que no se olvidara de despertarlo temprano porque tenía que ir a trabajar con los chicos del semillero del Tomba, tarea que en los últimos meses había desarrollado con el amor y la vocación de siempre. También había dirigido el Tombita y había sido ayudante de campo de su hermano Alberto en el equipo de primera.
Se recuerda su paso como futbolista por Independiente, donde debutó en primera en 1968 con apenas 16 años (Liga Mendocina y Nacional). Luego pasó por Jorge Newbery en 1971, donde integró un recordado medio campo junto a Roberto Isidoro Medina y el Caña Eduardo Álvaro.
Tiempo después pasó por Deportivo Maipú y Atlanta de Buenos Aires en 1976, cuando viajó recomendado por su primer maestro, el Cholo Converti; volvió a Huracán Las Heras y otra vez a Independiente Rivadavia, donde en 1978 Hardán Curi lo devolvió nuevamente al primer plano, porque no había estado en los planes del entrenador anterior, Néstor Togneri, quien dirigió a la Lepra hasta la 7ma. Fecha, al que se conocía como “el caballero de la espada”, por su línea futbolística afín a Osvaldo Zubeldía y Carlos Bilardo: sólo entrega, marca, fricción, vértigo, por lo que el fútbol “del Dante” no tenía lugar.
El gran acierto de Hardán Curi (asumió en la 9na. fecha) fue vestirlo con un 11 mentiroso y lo mandó volantear al medio campo, al lado de un superdotado de aquellos tiempos, Ramón Cabrero (hace un año campeón con Lanús), mientras Pedernera y el Flaco Héctor Alfredo Suárez iban y venían por ambos extremos. Con aquella zona media de lujo, Independiente fue campeón anual y ganador del “Torneo de Los 6”, que le dio la clasificación al Nacional 1979.
Se recuerda una frase del doctor Hugo Guzzo, entonces directivo y actual presidente de Gimnasia y Esgrima: “Por su estilo de juego, el Dante hubiera sido el jugador ideal para el toque característico del Lobo del Parque”.
Aun desmejorado, pero con una gran entereza, se lo veía siempre en las plateas del estadio Azul durante los juegos de la B Nacional. Con ese mismo buen ánimo participó del emotivo encuentro que el Cura Vergara organizó para conmemorar el 40º Aniversario del debut de Independiente Rivadavia en el Nacional de 1968 frente a Estudiantes de la Plata, lo que fue motivo de una producción especial de Más Deportes, en el mes de septiembre.
Este encuentro significó el último abrazo y el último apretón de manos con aquellos inolvidables compañeros que hoy sienten con dolor su triste partida, como todo el fútbol mendocino.
Fuente: Diario Los Andes
Redacción Al Toque