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  • PRIMERA A

    Final

    Toro Club (CM) 20 Renato Cesarini
    TCSD CRC

16-10-2011 20:59

Corazones “aurinegros”

El Deportivo Anaya y su participación en el baby-fútbol de la Liga Infantil 25 de Mayo a partir del esfuerzo de un grupo de padres. El trabajo social y las adversidades que conviven a diario con este conjunto de niños de entre 8 y 13 años. La organización de un club de barrio, desde adentro.

El Deportivo Anaya es un club formativo de barrio que forma parte de la Liga Infantil 25 de Mayo, con sede central en General Cabrera, que además aglomera a otras diez instituciones: Escuela Deportiva Belgranito y Unión Deportiva de General Cabrera, C.A.F.I.J. y Escuela Municipal de Deportes de General Deheza, Deportivo San Lorenzo y Municipal de Las Perdices, Deportivo Dalmacio, Municipal de Carnerillo, Atlético Ticino y Deportivo Charrense.

Desde la clase 2002 hasta la 1998, los chicos del “Anaya” entrenan diariamente tratando de integrarse y formarse social y deportivamente en el importante terreno que posee la Escuela General Justo Sócrates Anaya.

Desde la formal, el centro educativo no tiene vinculación con el conjunto que participa en el certamen de “baby-fútbol” que se disputa a tres ruedas –actualmente se desarrolla la segunda-, todos contra todos, y clasifica a los cuatro primeros de cada divisional a las instancias finales. “El colegio presta el predio. Les gusta que los chicos estén haciendo algo en vez de estar en la calle y entonces nos ceden el lugar para entrenar”, dice Walter Miranda quien llegó al mundo del Deportivo Anaya junto a su hijo Axel Maximiliano en 2008 y desde principios de 2009 es la cabeza de una mesa de trabajo integrada por otras seis personas.

No obstante, “aunque el club no tiene nada que ver con el colegio, la mayoría de los chicos vienen a ese escuela”, aclara Miranda en una primera charla informal, tejido de por medio, mientras entrena a los jovencitos durante las últimas horas de la tarde en un normal día de semana. Con la luz del poste de la calle y sumado a un reflector ubicado en una de las paredes del Jardín de Infantes de la Escuela –que se encuentra dentro del mismo predio del colegio primario-, así -en penumbras- los chicos van esquivando conitos y dominando el balón para luego tratar de vulnerar al arquerito y definir entre dos buzos que ofician de postes.

Más tranquilo, en su cálido hogar y junto a Flavia –que espera próximamente un hermanito/a para Axel-, Walter cuenta que llegó al Deportivo Anaya tras una mala experiencia en un club afiliado a la Liga Regional de Río Cuarto que prefiere no nombrar y luego de un paso por un equipo llamado Concordia, que en su momento también participó en la Liga 25 de Mayo pero que dejó de jugar por falta de jugadores: “Mi hijo estaba en un club de la Liga en el cual había mucha ‘truchada’. Muchos dirigentes utilizan a los padres para beneficio propio. Además, en los clubes más allá de que te cobran la cuota te arrancan la cabeza con otras cosas para con eso costear los gastos de ellos o lucrar ellos mismos”, apunta con seriedad mientras toma el mate dulce que ceba su mujer.

A partir de allí, comenzó a familiarizarse con el equipo y pronto se sumó a la comisión que por ese entonces encabezaba el señor Hugo Alfonso: “Yo veía como laburaba prácticamente sólo y por eso empecé a meterme para ayudarlo. Él abrió las puertas de su casa y me dijo ‘acá se trabaja así’. Me gustó, me fui integrando en el grupo y tuvimos un año muy lindo con los chicos”, narra Walter, quien oficia de plomero como actividad principal de su vida diaria. A finales de 2008, Alfonso planteó que quería retirarse, ¿razones?: “se había cansado; no de los chicos, sino del grupo de padres por la cantidad de críticas que había. Si haces algo, sos criticado; si no haces nada, sos el mejor”, sentencia Miranda que decidió tomar esa iniciativa como un desafió y desde entonces está al frente del Deportivo Anaya.

 

El trabajo social del Anaya

Los chicos, cerca de 60 o 70 entre todas las divisiones, entrenan durante la semana a partir de las 18 o 18.15 horas en las canchitas lindantes a los edificios de la institución educativa y juegan todos los domingos, siendo locales cada quince días.

Allí, Walter y el resto de los papás que ofician de técnicos intentan transmitirles herramientas afines a la construcción de la persona tales como la incentivación por el aprendizaje, la educación y el respeto por el prójimo, los buenos modales y, quizás en última instancia, tratan de formarlos como jugadores de fútbol; aunque, según indica Walter, tienen bien claro que a esa edad la prioridad para los chicos debe ser disfrutar y pasarla bien junto a la pelota: “Importa que se diviertan, no los resultados. La competencia vendrá en algún momento pero siempre les digo que tienen que aprender a divertirse”, afirma.

En lo estrictamente económico, los domingos que juegan de local se cobra una entrada que cuesta 5 pesos según disposición de la Liga 25 de Mayo. Con lo recaudado por abonos más lo que se obtiene en concepto de venta de cantina, pagan el árbitro, la condición de localía a la entidad organizadora del torneo y se arma un fondo para otros gastos fijos como los viajes.

A la hora de salir de visitante, se le cobra 20 pesos a cada chico, garantizándole el choripán, la gaseosa y facturas durante la extensa jornada dominical. Al respecto, Walter explica: “Cuando hacemos viajes, hay algunos que llegamos a cubrirlos todo. No obstante, algunos son muy caros y entonces el club, con el fondo, cubre el resto del gasto”.

Asimismo aclara que si hay hermanos tratan de ayudarlos cobrando “dos por uno” y, en caso de chicos que no puedan viajar por falta de dinero, el club se hace cargo y se compromete al papá para que lo devuelva en el momento que pueda: “es como un préstamo”, ejemplifica Walter, DT de la 99’, mientras muestra orgulloso los carnets de los jugadores.

Es válido destacar que los pibes cuentan con un servicio de emergencia denominado “Área cubierta”, que forma parte de las prestaciones que lleva adelante la firma Sociedad Francesa de Socorros Mutuos. La misma tiene un valor de 5 pesos y cubre a los jovencitos en los entrenamientos y partidos. También en este caso, y al igual que con los viajes, ante la imposibilidad de costearlo el fondo se hace cargo del servicio.

 

Las adversidades

La cuestión de los baños es una de las principales debilidades que poseen. “Cuando viene la gente de afuera somos bastante criticados”, comenta Walter. Además, agrega: “Hacen falta pelotas de fútbol, también el tema de los alambrados que se rompen. Siempre renegamos con el tejido y está la idea de mejorarlo o ‘tapialarlo’. Uno de los proyectos que tenemos es cambiar las lonas (que guarecen la cantina) y queremos hacer algo para que este más lindo. Queremos hacer vestuarios para los chicos porque no tenemos. Pero todo cuesta, acá no hay problemas de ir a laburar pero los costos no dan”.

Otra de las problemáticas tiene que ver con los pibes que completan todas las categorías y terminan su paso por el Deportivo Anaya, ya que quedan en el medio de la nada. Más allá de la muy buena fiesta de fin de año y despedida que organizan los papás de los chicos –se les regala una camiseta de recuerdo, un diploma y una medalla-, el club y los jovencitos –este año se despide la 1998- no poseen ningún tipo de articulación con otra institución deportiva y, entonces, el camino recorrido, con sus consecuentes tareas rutinarias y aprendizajes, encuentra una interrupción ya que la Liga 25 de Mayo no posee torneos de cancha grande.

Al respecto, Walter expresa su posición: “Tienen que buscar algún club. Quise ver qué posibilidades había de llevarlos a un equipo que se estaba iniciando y que les dieran alguna beca a los chicos que no tienen posibilidades de pagar un club y terminan andando en la calle. Fui a hablar pero me dieron a entender que si no pagas, no jugas”. Así de dura fue la expresión del DT, que culmina: “A veces me da bronca porque la sociedad en vez de hacer cosas para que los chicos salgan de la calle se preocupa por otras cuestiones. Si sos gobernador o presidente y queres que los chicos no anden en la calle o en los semáforos, en vez de invertir tanta plata en otras cosas, hace centros deportivos para que vayan a jugar y que los pibes se diviertan gratis. Porque si les vas cobrar no va a ir nadie, o va a ir sólo el que puede”.

Sea como fuere, el Deportivo Anaya congrega hoy un número importante de purretes que, lógicamente sin darse cuenta, se insertan socialmente a través del deporte; en este caso el más popular y el menos elitista, ya que desconoce de barreras ni tipificaciones sociales. Aún así, este grupo de padres debe hacer malabares para intentar formar a estos jóvenes y tratar de motivarlos para que se encaminen hacia una vida digna y saludable. La del “Anaya” es una alternativa singular, una opción para saludar, un ejemplo a imitar y una situación a vislumbrar por parte de los organismos oficiales, a los cuales este tipo de iniciativas parecen escurrírsele de las manos.

 

Redacción Al Toque

Nota publicada en edición Nº 5 de revista Contragolpe