Hace escasos días, nada más, la Asamblea de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) confirmaba en la presidencia al ex yerno de Joao Havelange, Ricardo Texeira, pese a la lluvia de acusaciones por corrupción que desde hace años caen sobre él, sin ninguna indulgencia.
Por ejemplo, tan sólo en 2001, dos comisiones parlamentarias brasileñas lo acusaron de “enriquecimiento ilícito, fuga de divisas, evasión fiscal y contrato draconiano con la empresa Nike” y el investigador de la BBC, Andrew Jennings, autor del libro “Tarjeta Roja”, afirmó que en el contexto de la quiebra de ISL, había recibido cincuenta millones de dólares y su ex suegro, otros diez.
Como en tantos países sudamericanos, Texeira, sin embargo, venía moviéndose como pez en el agua pese a tantas acusaciones desde los medios periodísticos o los funcionarios de su país.
¿Qué fue lo que hizo que todo cambiara y que lo llevara a renunciar a la CBF durante esta semana? Dos hechos fundamentales. Uno de ellos, tan simple como el cambio de presidente de Brasil el pasado 1 de enero de 2011, cuando Dilma Rouseff sucedió en el cargo a Luis Ignacio Da Silva (“Lula”).
Rouseff ya echó a doce ministros en catorce meses por distintos casos de corrupción, algo que ya hizo que en las manifestaciones, la gente saliera con escobas como símbolo de la limpieza que viene en el país, y entre los que se fueron, puede contarse a uno medular en el asunto de la organización del fútbol local y en la del próximo Mundial 2014, cuando el gigante sudamericano será el anfitrión: la salida de Orlando Duarte, un hombre muy ligado a los estamentos del fútbol, a la CBF, y al mismo tiempo, a Lula. Pero ya no fue lo mismo con la nueva mandataria, que lo reemplazó por Aldo Rebelo, hombre que negoció desde allí con la FIFA con extrema dureza.
Tanto es así, que el Gobierno de Brasil y el Ministerio de deportes sigue sin aceptar el cambio de leyes que propone la FIFA para el Mundial, como que se permita la venta de bebidas alcohólicas (allí están los intereses de las grandes compañías de cerveza locales e internacionales) o que no sea vigente el cobro de la mitad del valor de las entradas para estudiantes o jubilados.
Es tan tensa la negociación que el secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, llegó a perder la paciencia al manifestar días pasados que Brasil necesitaba “una patada en el trasero” para avanzar con sus obras para el Mundial, lo que fue tomado como un insulto por el parlamento, y fue el ex goleador Romario de Souza Farías, hoy legislador, el encargado de manifestarlo. Todo terminará en una reunión cumbre entre Rouseff y el presidente de la FIFA, Josep Blatter, el próximo viernes en Brasilia.
El otro punto fundamental fue lo apretada que se sintió en los últimos meses la FIFA ante la decisión final que está por tomar la Justicia en Suiza sobre el Caso ISL que comprometería profundamente, como citábamos, a Havelange y a su ex yerno Texeira, y que motivó que el primero tuviera que renunciar, a los 95 años, a su cargo en el Comité Olímpico Internacional (COI) y esto rebotó en Brasilia y Rouseff ya no los respaldó y fue acorralándolos hasta que esta semana se desencadenó la renuncia de Texeira a la CBF, ahora en manos de un ex gobernador de derecha durante la dictadura militar, José María Marín, de 77 años, y considerado hombre de Texeira aunque otros creen que se apartó de él al notar que ya no hay más sustento.
El más brillante investigador de los medios en Brasil, el periodista y sociólogo Juca Kfouri, definió la salida del poder de Texeira como “el fin de la era del poder absoluto” en el fútbol brasileño. El dirigente ocupaba el cargo de presidente de la entidad desde 1989 y se vanagloriaba sobre los títulos internacionales conseguidos en su mandato: 2 Copas del Mundo (1994 y 2002), 5 Copas América (1989, 1997, 1999, 2004 y 2007) y 3 Copas Confederaciones (1997, 2005 y 2009) aunque también una Comisión lo investigó por los confusos hechos de su hasta ahora socio en la presidencia del Comité Organizador del Mundial 2014, Ronaldo Nazario, durante la final del Mundial 1998, cuando ni siquiera apareció en los minutos previos de entrenamiento en el campo de juego para la final ante Francia, y luego deambulaba como alma en pena durante el partido y se supo que la noche previa había tenido convulsiones pero fue obligado a jugar.
“La CBF es una caja negra, un reino impenetrable. No había controles, no había cuentas claras, no había auditorías externas y todo giraba en torno a Texeira”, sostiene Marcos Guterman, autor del interesantísimo libro “El fútbol explica a Brasil, una historia de la mayor expresión popular del país”.
Romario, por su parte, afirmó que con la salida de Texeira “hemos exterminado el cáncer en el fútbol brasileño y podemos festejar, pero hace falta una limpieza general”, a tono con el gobierno de Rouseff.
Romario no olvida la amargura de cómo quedó fuera de la lista definitiva del seleccionado brasileño del Mundial 1998 aunque hubo un clamor popular para que jugara. Una publicidad mostraba a la gente llamando desde atrás del banco de suplentes a Mario Lobo Zagalo, el entonces entrenador del “Scratch” y cuando éste se daba vuelta le gritaba “Poné a Romario”, pero no hubo caso y el “artillero” lloró en una conferencia de prensa de las más recordadas, cuando supo que no tendría otra oportunidad. Ahora llegó su momento y compartirá con Ronaldo, su amigo de ataques y juergas, la presidencia del Comité Organizador del Mundial 2014.
Kfouri, experimentado, nos dice que no cree que Brasil pierda la sede por la salida de Texeira de la CBF y tampoco ve demasiada fortaleza en Andrés Sánchez, a quien algunos sindican como el más determinante dirigente de los tiempos que vienen, aunque el nuevo titular de la entidad sea José María Marin, a quien se ve guardándose una medalla dorada en la entrega de premios al Corinthians campeón, meses atrás, lo que privó al arquero del galardón.
El irónico conductor televisivo Flavio Prado, al mejor estilo del recordado Tato Bores, simuló una llamada telefónica con Marín en la que le consulta “¿Qué pasó al final con la medalla?” para concluir que entonces “¿Fue sin querer queriendo?” (http://www.youtube.com/watch?v=EEQB0BflEn4&feature=related)
Romario también dijo que luchará “para que la FIFA no monte un estado dentro del Estado”, así como Texeira hacía siempre lo que quería. Este cronista estuvo a punto de entrevistarlo el día que en Zurich, Rusia fue elegida sede del Mundial 2018 y Qatar, de la de 2022, pero la aparición de un colega brasileño residente en Suiza terminó con la posibilidad. Es que, me comentaba el reconocido periodista, Texeira detesta hablar con sus compatriotas ante la posibilidad de preguntas complicadas de quienes mejor lo conocen.
Sobre Qatar 2022, Kfouri ya escribió en el prestigioso diario “Folha de Sao Paulo” que Texeira recibió un cheque por dos millones de dólares en la cuenta 6592-7 de la sucursal de Barra de Tijuca (Río de Janeiro) del Banco Bradesco de su hijita de 11 años Antonia Wigand Texeira, el pasado 22 de junio, justo alrededor de la fecha de votación en Zurich.
Según Kfouri, este cheque habría sido enviado nada menos que por el actual presidente del Barcelona, Sandro Rosell, factótum de la postulación de Qatar como sede del Mundial 2022, y con cuyo mandato, el equipo catalán comenzó a utilizar en su camiseta, y a cambio de una fortuna, la publicidad de la Qatar Foundation, pese a la oposición de un importante sector de socios e hinchas.
Rosell, además, es socio de la empresa Alianto, que recibió del Gobierno de Brasilia más de cinco millones de dólares por la organización de un amistoso entre Brasil y Portugal en 2008.
Muchos se preguntan por la ruta de ese cheque que llegó a Río de Janeiro, y si no hubo otros hacia destinos alternativos en Sudamérica, dado el éxito de votos de Qatar en Zurich a la hora de la elección de la sede del Mundial 2022.
Otros se preguntan si la renuncia de Texeira a la CBF no podría, por fin, traer nuevos vientos de cambio en el fútbol sudamericano, pero en los países vecinos al Brasil, parece que no abundan las escobas.
*Artículo publicado en www.sergiolevinsky.com