Por Adrián Bilarik * y Juan José Gómez **
El lunes 16 partían desde el Centro Social y Deportivo Ex-Matadero, enclavado en el Barrio Carlos Mayer del sur de la ciudad, más de cuarenta ilusiones rumbo a la Ciudad de Buenos Aires. Cuarenta chicos, que diariamente se entrenan en el programa Deportes Sobre Ruedas de la Fundación Social Río Cuarto, emprendían ese viaje de fin de año, a manera de cierre de lujo de las actividades desarrolladas durante el ciclo 2013.
Todas las expectativas del tamaño de la distancia que separa al Imperio cordobés de la gran ciudad; la misma distancia que muchas de las veces separa las historias singulares de cada uno de estos pibes de barrio adentro, de las posibilidades del resto de los chicos de la ciudad. Vidas marcadas por derechos postergados y hechos de trascendencia que afectaron y afectan de una manera u otra el cotidiano de estos chicos que un buen día les tocó crecer de golpe.
Allá fueron. Allí encontraron ese monstruo de cemento. En esa inmensidad caminaron, descubrieron, se maravillaron e imaginaron una realidad mejor, un cotidiano distinto y superador. Buenos Aires y su variopinto de oportunidades ofrecieron a la semana de estadía un color brillante que incluyeron visitas, paseos, encuentros y sobremanera el intercambio de experiencias y realidades con organismos e instituciones de la ciudad porteña.
La Paternal y sus veredas anchas nos cobijaron de la mejor manera, sirviendo como lugar de cabecera para la planificación de los recorridos. En ello, el calendario corrió con prisa, al ritmo de las actividades que incluyeron todos los medios de transporte, sólo nos faltó volar para conectar los distintos puntos cardinales de la ciudad; el tren, un catamarán, el bondi o el subte nos sentaron de la mejor forma para hacer en parte un vistazo de los cien barrios porteños.
Eso que antes era “la ñata contra el vidrio” nos puso al menos por instantes del otro lado, abriendo las puertas de CABA con una jornada recreativa en el tradicional y aggiornado barrio de Palermo. Un paseo náutico, la visita al zoológico, un recorrido por sus bosques y el almuerzo con el Planetario como fondo de imagen nos invitaron a imaginar que lo que estaba por venir serían largos días de sol y pequeñas conquistas.
La pelota ya rodaba, y no se detendría; la redonda con el empujón mancomunado de cuarenta sueños siguió por la visita a la Casa Rosada (símbolo de estos 30 años de Democracia) y toda esa simbología que guardan años y años de nuestra patria entre esos enormes muros que tienen como escenario al pueblo. Corrió por la Boca con la energía propia de esos primeros días, se metió en Estadio Alberto J. Armando, la mítica Bombonera con toda su historia a cuesta, recorriéndola desde sus tribunas, su museo hasta el último rincón de su campo de juego. Siguió, abrió camino por Caminito, esa callecita poliglota, teñida de todas las tonadas imaginables y los colores característicos de las múltiples nacionalidades de sus visitantes. Personajes, leyendas, el tristemente célebre Riachuelo y el Puente Avellaneda.
La vuelta por Chacarita y seguimos; la vista en Congreso; el imponente Obelisco; Retiro y ese mundo de señales de arribos y partidas; el Monumental de Nuñez y el encuentro con Belén “Lilo” Cruceño, la chica de Alejo Ledesma que hoy entrena en el plantel profesional femenino del River Plate; la arquitectura de Recoleta y Olivos; el Edificio Cavanagh; la luna por Callao; los chicos de Hecho en Buenos Aires; el taller de percusión con la afamada banda de percusión de La Chilinga; Villa Crespo; el 105 y Caballito. La 9 de Julio y la leyenda Usain Bolt vs. el Metrobus. Tanto que si no hubiésemos escrito no lo creerían.
Todo siguió, la redonda no se detuvo, rodó por San Telmo; corrió a la par en la Maratón de La Boca que tuvo por ganador al riocuartense Claudio Jofré. Allí andaba la Nº 5, de aquí, para allá. Sonó al compás del Clan Oculto; se subió en barco y descubrió el Delta del Tigre por esas calles hechas agua que no sólo conectan islas sino más bien historias de mar y pesca. Paisajes, grandes estructuras; largos viajes, gente, mucha gente. Una estación, otro barrio, personas e historias caminando.
Todo para descubrir ahí, al final del camino a Mario “China” Arévalo, un futbolista de cepa al que las lesiones y la realidad del barrio le truncaron los sueños de primera y grandes estadios. Soñaba ser Maradona pero se convirtió en el China, el mismo que se levanta con la fresca para arreglar las redes, vestuarios y campo de juego del primer Club villero del país, el Club Deportivo y Recreativo Villa 15 que tiene como sede esa cancha enclavada en el medio de Ciudad Oculta, al pie del Elefante Blanco. Ese barrio que los militares intentaron ocultar a los flashes de los ansiosos turistas del Mundial de Futbol Argentina 1978 y que hoy brilla con la intensidad de miles y miles de historias de vida que gritan tan fuerte en ese afán de querer ser.
El China no se detiene, cronometro en mano, casaca de Nueva Chicago en la piel va y va contra esa realidad que muchas de las veces lo despertó con el campo de juego “tomado” por los nuevos vecinos que no encuentran donde construir su hogar; va y no se interrumpe para llegar a las puertas de algún despacho que les brinde a los chicos más oportunidades: hoy los pibes del “Villero” (así le dicen al club) tienen lo indispensable para echar a rodar sus sueños, los botines listos para entrenar, las redes en su lugar, la indumentaria oficial y el refrigerio para combatir el sol que eleva la térmica a cerca de los 40º.
A su cancha de once, donde el pasto se fue de paseo hace un buen tiempo, llegó el armado de Río Cuarto con chicos de los Barrios San Eduardo, Ciudad Nueva, Carlos Mayer y Obrero. El resultado es solo una anécdota más, las sonrisas y abrazos la gran cosecha y triunfo. Entre tanto lugar histórico, personajes míticos y leyendas encontramos la calidez humana en el lugar menos pensado. Nos trajimos a casa no sólo una tarde detrás de la redonda y el cansancio de correr sobre el guadal; en eso hoy los pibes del San Eduardo vestirán la casaca oficial del C.S. y R. Villa 15 en el gesto de humildad y entrega más grande que nos haya tocado presenciar. Sí, el China Arévalo nos dio todo desde su pequeño patrimonio, un sanguche, la coca y las camisetas.
Volvimos rojos, no por el sol, sino por la vergüenza que nos costó no dejar nada a cambio. Atrás quedaba una tarde que ya era parte de nuestras vidas; ahí adelante teníamos el cierre de año en Centro CONVIVEN que funciona como ONG en la puerta de Ciudad Oculta, Mataderos. Juegos, algo de música, circo, pintura, fotografía y más para poner fin a nuestra carrera y las actividades del 2013 de esa organización que brinda algo de oxígeno en uno de los sectores más pauperizados de Ciudad de Buenos Aires.
Vuelta a la Paternal; un cuento de Maradona y el bolso listo más algún suvenir para emprender el viaje de vuelta a casa. Una vuelta a casa gratificante, con el pecho inflado como en la mejor victoria de haberlo dejado todo, de haberlo hecho posible. Ayer nomás nos volvimos a juntar, esta vez no para entrenar, sino para brindar por lo realizado, festejar los dos años de vida y transformación del Centro Social Ex-Matadero y proyectar un 2014 con esas grandes pequeñas historias que nos acercan de alguna manera a la cima… La cima de la Vida. ¡Salud!
* Centro CONVIVEN.
** C.S. Ex-Matadero Fundación Social Río Cuarto.