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Recuerdo

09-12-2013 08:22

Trabajo silencioso

Por Horacio Montiel (*)

Tu trabajo es silencioso, el que no se ve, el que si vos no estuvieras sería imposible vestir y decorar esta gran fiesta que es el fútbol. Por eso hoy les quiero contar el trabajo y la vivencia de ese amigo del alma.
Traeme los botines naranjas, mirá esta media está rota, por qué no usamos las camisetas blancas. Y vos solucionás todo esos pedidos y detalles de ese grupo de muchachos que hoy tiene que ganar. Porque aunque tengan esos caprichitos de jugador europeo, vos te desvivís por ellos, porque son tus segundos hijos, son los que te dan alegrías y disfrutan de lo que hiciste. Porque tu día empezó en un marcado de cancha, en el armado de ella, en la limpieza de todo el estadio, y tu cansancio no termina ahí, sigue hasta las últimas horas de la tarde o noche, porque aunque tu cancha sea un picadero, para vos está hermosa. Y aunque lo que ganes es poco vos estás orgulloso igual, porque amás tu club, porque le dedicás muchas horas sin pedir nada a cambio. Como si fuese poco, entrás a la cancha y por ahí se golpeó uno y salís despedido a atenderlo y te transformás en médico sin querer. Porque la derrota te duele, y vas uno por uno a tocarle la cabeza de los tuyos porque pensás que dejaron todo, y aunque no jugaron bien o perdimos un partido increíble vos estás ahí, apoyándolos y que el jugador sienta que vos vas a estar siempre. Por ahí te sentás, te haces fuerte para no llorar, dejás que pasen esos minutos que después terminan en una charla cordial con tus jugadores referentes o con los más novatos para apoyarlos y darles fuerzas para no caer.
Se van todos y vos vas cerrando una por una las puertas, y te vas imaginando como va ser la semana entrante, como hacer para levantar anímicamente o seguir con la racha ganadora. Y la semana comienza el martes, físico y vos llevás el agua, y vas a darle una cuota de alegría al grupo hablando y contando tus anécdotas que ya pasaste años atrás. Y así se termina el entrenamiento y ves que tus jugadores se matan corriendo y eso te llena de alegría porque sabés que el domingo tus muchachos no te van a fallar.
Comienza el miércoles y atento: fútbol inflados, botines lustrados, pecheras listas para el trabajo con pelota y sentís el agradecimiento de tus jugadores porque les limpiaste los botines o porque los atendés bien. Llega el jueves y el día de fútbol, y preparás todo para que esa práctica sea el comienzo de esa recta final que termina el domingo. Viernes, día un poco más relajado y todo listo para encontrarnos con el domingo. Y sin querer se pasa la semana, se pasa el mes, se pasa el año, y se te pasa la vida. Pero decís: Vale la pena dejar horas en tu pasión, es tu trabajo, y llevás historias, anécdotas, vivencias, de mates, de olor a masaje, de botines lustrados, de camisetas dobladas, y tu piel cada vez más arrugada, porque los años pasan y pasan los jugadores y vos seguís ahí y sin querer construiste un castillo de amistades, de respeto y sobre todo, cariño, porque amás lo que hacés y aunque en tu casa te reprochen que no estés más horas con ellos, mirás el piso y sabés que en el club está tu pasión, éso que te hace bien.
Y llega ese domingo glorioso, ganás una final y nadie sabe que en la noche anterior no dormiste, y mientras todos festejan, vos te quedás solo en el vestuario, dando saltitos y tirando trompadas al aire y con los ojos húmedos a punto de llorar, escuchás el dale campeón y aunque todas esas voces eufóricas desafinadas hacen la mejor canción que nunca escuchaste. Sabés que a ése coro le falta una voz que es la tuya, que lo más importante está por venir, porque todo termina en el vestuario y allí te abrazás con todos, con jugadores, cuerpo técnico, hinchas, dirigentes. Te suben en hombros, cantan tu nombre y te sentís el más feliz del mundo. Sabiendo que en la semana todo será olvidado, que en la próxima semana no habrá notas, ni diarios, que lo que pasó fue solamente un campeonato y si todos supieran lo que significa ganar un campeonato.
Termina el año, bueno o malo, y al próximo lo esperás algo incierto, pero vos la tenés clara. Sabiendo que nada cambia en lo tuyo, que siempre sentirás el olor a masaje o la pomada de los botines, que seguirás doblando camisetas... con la pasión de siempre, con el trabajo silencioso. Historias de un utilero, historias de ese amigo del alma.


(*) Utilero de Asociación Atlética Banda Norte.
Foto: Al Toque

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