Considerado elitista y que solamente puede ser utilizado por los altos estratos socioeconómicos, el rugby lleva como marca social un significativo prejuicio. Sin embargo, hay sucesos que permiten comprender que esta es una manifestación equívoca. La historia del Villa Libertador Rugby Club es la principal demostración.
En diversas ediciones de Contragolpe hemos podido demostrar como el deporte se transforma en uno de los principales factores de inclusión. En la ciudad de Río Cuarto sobran los ejemplos de cómo distintas organizaciones utilizan al deporte como eje de transformación. Pero la intención este artículo tiende a mostrar una experiencia que rescata esos valores y que permite eliminar un prejuicio social existente: el rugby como deporte exclusivo de los estratos socio-económicos más pudientes.
Lo demostró Nelson Mandela en Sudáfrica al utilizar al rugby como método de integración en un país dividido durante décadas. El Mundial de Rugby de 1995 desarrollado en el país africano le permitió a Mandela reconciliar una nación. La conquista de la selección local salvó al país de caer en una guerra civil y permitió el acceso al poder de la mayoría negra sin que fuera necesario derramar más sangre.
El primer presidente negro no dudó en ir a la final del certamen con la camiseta de los Springboks, símbolo del opresor blanco. Y por eso obligó a los jugadores de la selección a difundir el rugby en barrios negros y a cantar el himno de la población negra. El deporte de los blancos pasó a transformarse en el deporte de todo un país.
Los negros aceptaron el pedido de su líder y comenzó a vibrar con los triunfos de los Springboks. "Lo importante es que hoy los negros y los blancos se tratan en el día tras día en la calle con un respeto y una cordialidad inimaginables hace veinte años. No se odian y no se están matando. Y cuando Sudáfrica ganó de nuevo en 2007 el Mundial de rugby todos salieron a la calle a celebrarlo de nuevo", dijo el periodista inglés John Carlin, que residió en Sudáfrica y escribió el libro El factor humano.
“Algunos, es cierto, creen que el deporte es un anestésico poderoso que adormece a la sociedad. Mandela registró que en el deporte perviven lealtades atávicas y lo utilizó como herramienta trasformadora”, escribió Ezequiel Fernández Moores en su hermoso artículo El partido de Mandela. “El deporte tiene el poder de transformar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas. Tiene más capacidad que los gobiernos de derribar las barreras raciales”, reflexionó el propio Nelson Mandela.
Con distintos matices y más cerca de estas latitudes, el rugbier Leonardo Bigi apostó a la transformación social utilizando la pelota ovalada. Bigi lleva al rugby en sus venas. Comenzó a jugar en Universitario desde muy pequeño y llegó a participar en todas las categorías hasta que en 2004 se convirtió en entrenador.
En julio de 2008, tuvo una idea y la transformó en realidad: enseñar rugby en Villa Libertador, uno de los barrios más carenciados de la ciudad de Córdoba. Todo surgió porque conoció a Rosa Minuet, una militante social del barrio. Ella lo invitó a enseñar rugby allí. Y él fue. Así nació Villa Libertador Rugby Club. La génesis fue en la canchita que se encuentra al final del caserío llamado Arpeboch (síntesis de Argentina, Perú, Bolivia y Chile),
Considerando al rugby como un deporte netamente inclusivo y que no sólo lo pueden realizar las clases socio-económicas más pudientes, emprendió su proyecto comprendiendo que en el juego somos todos iguales. “Utilizamos el deporte para poder asimilar otros aspectos que van más allá de lo deportivo. Lo consideramos un instrumento netamente cultural y educativo y creemos que todos los deportes son inclusivos si se los direcciona correctamente”, dice al respecto Leonardo Bigi
En la actualidad un centenar de jóvenes forman parte de la institución que hace camino al andar enseñando los verdaderos valores que comprende el deporte. La única cuota social que cobran en Villa Libertador Rugby Club es la libreta del colegio. “Creemos que esa es la mejor forma que ellos tienen para retribuir lo que nosotros intentamos hacer, que es educarlos”, explica Bigi.
Gracias al esfuerzo mancomunado, los frutos comenzaron a recogerse: los chicos participan en torneos que organiza la Unión Cordobesa de Rugby y en marzo de este año viajaron al Primer Encuentro Nacional de Rugby Social que se realizó en Buenos Aires y que organiza Botines Solidarios, que comanda el ex Puma Ignacio Corleto.
Ahora sólo resta el máximo sueño: contar con un predio propio. Para lograr ese anhelo, Leonardo Bigi hizo las gestiones pertinentes con la Agencia Córdoba Deportes y desde la cartera que administra Emeterio Farías le prometieron conseguir un lugar. Aunque todavía siguen esperando que cumplan su promesa.
Pero Leonardo Bigi no se quedó sólo con eso y fue por más. Buscando promover la amistad en el deporte impulsó, con la Fundación Pueblo Rugby, que los chicos de las divisiones inferiores de la Liga Cordobesa de Fútbol puedan disfrutar del tercer tiempo, el lugar habitual de distensión y confraternidad de los jugadores de rugby una vez finalizado cada encuentro.
El tercer tiempo es un almuerzo o cena en donde los jugadores de ambos equipos se juntan luego del partido. Del mismo participan los árbitros, jugadores, entrenadores y dirigentes de los clubes participantes. Se intenta alentar el sentimiento de compromiso y compañerismo no sólo propio, sino también con el rival. Entender que sólo es un adversario dentro de la cancha y que no va más allá de un juego.
Con esta iniciativa se busca contribuir a trabajar por la no violencia en el fútbol. En la actualidad los campos de juego de inferiores se ven salpicados de una significativa virulencia que se traduce en enfrentamientos que lo único que consiguen es perjudicar el juego. Pero en esta iniciativa Bigi no está solo. Diversos y distinguidos deportistas se sumaron a la causa y lo apoyan en su cruzada. Los futbolistas Juan Carlos Olave, Sebastián Brusco y Sebastián Lencina y los rugbiers Alejandro Ayub y Genaro Fessia son algunos de los que han acompañado la propuesta del cordobés.
“Al observar la problemática en las distintas canchas de fútbol de la Liga Cordobesa queríamos ver de qué manera podíamos ayudar con este deporte porque consideramos que el fútbol es la actividad deportiva más importante de nuestro país. Es así que decidimos traspolar el tercer tiempo, que es lo más lindo que tiene el deporte, a los fines de que el fútbol pueda tomar esta tradición del rugby y trasladarlo a sus distintos estamentos a los fines de generar un poco más de conciencia. El tercer tiempo le posibilita a los jugadores, luego de un partido, contar con un momento de reflexión”, finaliza Leonardo Bigi, quien con junto al deporte sigue direccionando sus acciones en busca de la transformación social.
Por Marcelino Gasseuy
* Artículo publicado en revista Contragolpe del mes de septiembre