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“Nos encontrábamos con un grupo de camineros que estaban en una práctica de fútbol, ya que debían enfrentarse a una cuadrilla rival. Alberto sacó de la mochila un par de alpargatas y empezó a dictar su cátedra. El resultado fue espectacular: contratados para el partido del domingo siguiente; sueldo, casa, comida y transporte hasta Iquique. Pasaron dos días hasta que llegó el domingo jalonado por una espléndida victoria de la cuadrilla en que jugábamos los dos y unos chivos asados que Alberto preparó de modo de maravillar a la concurrencia con el arte culinario argentino1”.
Así describió Ernesto Guevara en su escrito Notas de viaje su reencuentro con el fútbol en tierras chilenas. Ocurrió en el inicio de su recorrido por la Latinoamérica profunda junto a Alberto Granados. Aún no había aflorado en él esa concepción que sólo se es revolucionario cuando se está dispuesto a dejar todas las comodidades de lado para emprender el camino de la lucha. Todavía no era el “Che” que revolucionó Cuba y faltaba mucho para que el fotógrafo cubano Alberto Korda lo transformara en uno de los íconos más reconocidos por la humanidad.
En ese episodio, ocurrido en el país trasandino, simplemente era Ernesto Guevara Linch un joven de apenas 23 años que utilizando al fútbol como método de integración y supervivencia comenzaba a gestarse como uno de los personajes más importantes del siglo XX. En su periplo recorrió diferentes puntos de América Latina y estuvo en contacto con los sectores más castigados y el futbol siempre fue la excusa perfecta para crear lazos afectivos. Eran los primeros pasos por los caminos latinoamericanos de la figura universal que enarbola los ideales de millones de personas y genera el rechazo de tantos otros
Como bien dijo el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II la del Che es una figura que el tiempo no deslava y que por siempre continuará sujeta en manuales de la historia mundial. Y es en esa historia, que está cubierta de sucesos increíbles, en donde también aparece una rica relación de Ernesto Guevara con el deporte. Porque en su corta pero intensa vida, el Che además de tener unos ideales incorruptibles fue un apasionado de la literatura, la historia y también de la práctica deportiva.
Sus historiadores han podido dictaminar que el Che, aunque se inclinó por unas pocas, realizó catorce disciplinas deportivas. Los diferentes documentos permiten contabilizar que Ernesto Guevara alguna vez practicó natación, golf, ajedrez, tenis, boxeo, ping pong, básquet, futbol, rugby, alpinismo, tiro, remo, lucha libre y beisbol,
“Fue el deportista asmático más célebre de la historia, aunque su notoriedad no provino ni del deporte ni del asma. Entre la veneración y el desprecio, estigma del Bien o del Mal, a Ernesto Guevara casi nada de lo humano le fue ajeno. Tampoco el deporte, donde atrapó inhaladores, atajó en leprosarios, devoró rutas y se despreocupó de las fronteras que separan los que corresponde y lo que no. "Muchos me dirán aventurero y lo soy; sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades", afirmó cerca de su final. Así ganó, así perdió, así vivió. Y así también jugó”, escribió el notable periodista Ariel Scher en su libro La Patria Deportista2.
Alta Gracia y su desarrollo deportivo
A los doce años, el pequeño Ernesto Guevara encontró el asombró en una pileta de natación. Fue en Alta Gracia, Córdoba, el lugar al que se había dirigido junto a su familia para contrarrestar sus problemas respiratorios a causa del asma, y el responsable de su fascinación tenía nombre y apellido: Carlos Espejo Pérez, uno de los grandes nadadores que dio la República Argentina.
Junto al notable pechista cordobés, el joven Ernesto empezó a practicar la disciplina que se transformaría en el primer deporte que practicaría. “Contra las disposiciones médicas y a escondidas de sus padres, se entrenaba mañana y tarde hasta tornar en un entrenamiento de sus amigos el tomarle el tiempo de sus mejores intentos”, escribió Ariel Scher.
Y agregó: “Cuando en la casa paterna se descubrieron las fugas de Ernesto hacia la pileta, la explicación fue la misma que se empleaba para tratar de comprender otras conductas del hijo mayor del hogar. Bordeando la objetividad decían: ‘tiene un carácter rebelde’”3.
Pero además de mejorar su salud, Alta Gracia propició el desarrollo deportivo del pequeño Ernesto. Carmen de la Serna, tía del Che, le confesó al periodista y biógrafo, Hugo Gambini, que "cuando era muy chico tenía los hombros levantados por la respiración forzada, pero luego se le ensanchó la caja torácica con el deporte y el aire de Córdoba"4.
Según su padre, en las tierras cordobesas, también llegó a ser "un excelente jugador de golf" fruto de que su casa quedaba pegada al campo de golf de la ciudad y de su amistad con los caddies del lugar. "Todos venían a mi casa, desde los hijos del encargado del hotel de Alta Gracia hasta los caddies del campo de golf", narró Ernesto Guevara Linch. La descripción de Guevara padre permite escribir como su hijo utilizó el deporte para generar fuertes lazos sociales.
En su gran investigación periodística Scher describe que los años de estadía en Alta Gracia contribuyeron para que el cuerpo de Guevara mejorara su capacidad aeróbica, aunque no lograron sofocar el asma, que le duró toda la vida. En esa época inauguró su entusiasmo por las caminatas y también un ejercicio que le sería particularmente útil mucho después: el montañismo. Ernesto aprovechó los cerros cordobeses para conseguir dos piernas firmes, a las que fortaleció subiendo y bajando las alturas que circundaban su casa5.
A partir de su relación con los Aguilar, una familia española que había abandonado su país por el franquismo, Ernesto aprendió a jugar al ajedrez. Era 1939, el Che tenía apenas once años, pero esas partidas con los Aguilar iban transformase en una de las mayores pasiones de su vida.
Escribió Ariel Scher: “Guevara pasó por el fragor de la Sierra Maestra con un fusil entre los dedos y un tablero de ajedrez a mano. Maldijo hacia adentro cada vez que los trinos gruesos del asma partían el silencio que exigía una emboscada. Se frustró en los reposos de batalla cuando buscó contrincantes para el ajedrez y halló ignorancia sobre el juego”6.
El rugbier asmático
“El valor, la combatividad, la tenacidad, la voluntad, todas estas cualidades que poseen los hombres verdaderos estaban en él. El rugby le permitió desarrollarlas dándole más seguridad en sí mismo”, dijo su amigo y compadre Alberto Granados.
Jugador de rugby de los 14 a los 23 años, el Che comenzó a practicarlo en Estudiantes de Córdoba bajo las órdenes de Granados. Cuenta Granados en libro La Patria Deportista: “En septiembre u octubre de 1942, vino Ernesto y me dijo que quería jugar al rugby. Había un problema. El tenía asma y la gente tenía miedo de que juegue porque varias veces se nos quedó duro en medio del campo. Pero como yo también había sido muy discriminado en el rugby porque era petiso y flaco, le dije 'te voy a enseñar'. Y él aprendió".
Continúa Granados: "Mirá, acá el examen de ingreso consiste en saltar por arriba de un palo y caer con el hombro. Los que vienen al rugby para hacer pinta no se animan. Los que quieren jugar pasan la prueba. Ahora te toca a vos. Si no le digo basta, todavía se está tirando..."7.
Cuando la familia Guevara Linch se radicó en Buenos Aires, Don Ernesto inscribió, en 1947, a su hijo como socio en el San Isidro Club (SIC), un club de primera división del que su padre fue uno de los fundadores. En el SIC, contra todos los diagnósticos médicos, el joven Ernesto volvió a practicar el rugby.
"Los médicos - escribió su padre - me habían dicho que ese deporte para Ernesto era simplemente suicida. Que su corazón no podía aguantarlo. Una vez se lo dije y me contestó: 'Viejo me gusta el rugby y aunque reviente voy a seguir practicando'. Ante tanta insistencia decidí usar otros procedimientos. Mi cuñado Martínez Castro era presidente del SIC y le pedí que sacara a Ernesto del equipo en que jugaba."
Pero el Che, empezando a demostrar sus valores persistentes, no se dio por vencido. Tiempo después su padre dijo que “del rugby conservó su apego al espíritu de equipo, la disciplina y el respeto al adversario”.
Disgustado por las exclusiones que sufría en el SIC decidió empezar a jugar a otras instituciones. Lo hizo en Yporá Rugby Club y en Atalaya Polo Club. El periodista Diego Bonadeo, gran conocedor del rugby argentino, le dijo al diario Sur: "Guevara jugó, y yo lo vi, en Yporá, un equipo que jugaba los campeonatos de la Liga Católica. Lo de Atalaya fue un poco posterior y salió de la necesidad de tener una cancha estable y de pasar a los certámenes de la Unión de Rugby del Río de la Plata, que es la antecesora de la Unión Argentina de Rugby".
En su libro Ariel Scher señala que Bonadeo fue uno de los chicos que, a la vera de la cancha, le entregaba el inhalador del que recuperaba el aire que siempre extraviaba. "Cada quince o veinte minutos tenía que salir hacia fuera de la cancha, por ejemplo donde estaba el juez de línea, y donde también estaba yo con el inhalador, yo le daba el inhalador y entonces él se daba unas aspiraditas y podía seguir jugando”, dijo Bonadeo.
Y agregó: "El era inside, pero el dato más llamativo tenía que ver con su aspecto cuando jugaba. En esa época, los delanteros de segunda y tercera línea usaban orejeras como protección. Los tres cuartos, en cambio, jamás se las ponían, no lo necesitaban. Conocí un sólo tres cuartos que usaba orejeras. Era Guevara..."8.
De su singular aproximación a la vida del Che como rugbier, Bonadeo sumó otro hecho: "Una vez, en unos Juegos Interuniversitarios, escuché un dialogo del que jamás me olvidé. Tenía que jugar el seleccionado de rugby de Medicina, la carrera de Guevara. Un tipo preguntó por qué Guevara no jugaba y otro le soltó esta respuesta: 'Está haciendo una revolución en Panamá'"9.
El Che futbolista
Rosario González, la niñera de Che, contó un episodio ocurrido en la década del treinta y que permite denotar los atributos del pequeño Ernesto. “Un día, jugaba fútbol con otros chicos y veo que regresa a la casa muy serio, y entra a su dormitorio, busca un pantalón y sale… Le pregunté: ‘¿Dónde vas con ese pantalón?’, y él respondió: ‘Es para el Negro que tiene su pantalón roto y no puede jugar, y además, ¿por qué yo voy a tener diez pantalones y mi amigo ninguno? Sus padres no tienen dinero”.
Al igual que en la anécdota narrada por González, son muchos los momentos que el fútbol acompañó al Che, incluso cuando ya era una de las piezas fundamentales del gobierno revolucionario que comandaba en Cuba. Pero el vínculo comenzó mucho antes.
Ernesto Guevara comenzó jugando de centrocampista pero su existencia como jugador de campo fue acotada por sus problemas asmáticos. Pero combatió para que su respiración complicada no lo dejara afuera de las canchas. Y lo logró transformándose en arquero.
Expresa Scher: “Un poco por decisión y otro poco por necedad, fue arquero, el puesto que menos movilidad le exigía y con el que tenía el inhalador a menor distancia. Quienes evocaron sus actuaciones destacaron que lo que más le gustaba era revolcarse por el suelo. Guevara era un arquero gritón, preocupado por dominar con su voz los oídos de sus defensores. En Alta Gracia a uno de sus equipos lo bautizó ‘Aquí te paramos el carro’”10.
Pero su pasión por el fútbol no solo consistía en jugarlo. Cuenta Hugo Gambini: “Leía las crónicas deportivas para informarse sobre los campeonatos profesionales de fútbol, y como la mayoría de sus amigos era adicta a los mismo clubes, Ernesto Guevara quiso elegir uno distinto. Cuando descubrió la existencia de Rosario Central, un club de la ciudad donde él había nacido, adhirió fervorosamente a su divisa. A partir de ese instante le encantó que le preguntaran ¿de qué cuadro sos?, porque le daba la oportunidad de responder con cierta altivez: ‘De Rosario, Rosario Central. Yo soy rosarino’”11.
Muchos años después la Organización Canalla para Latinoamérica (O.C.L.A), entidad fundada por los hinchas de Rosario Central, reivindicó la afición del Che por su divisa llevando a Cuba una camiseta del club para ser exhibida en el museo de Ernesto Guevara que se encuentra en La Habana.
En su primer viaje por Latinoamérica, junto a Granados, el Che y su compañero recurrieron en varias oportunidades al fútbol. Así lo dejó manifestado el propio Ernesto Guevara en su diario que título Notas de Viaje. "Durante el viaje usábamos mucho el fútbol para entrar en contacto con la gente", recordó Granados.
“El fútbol fue un asunto recurrentemente referido por los viajeros, que les sirvió, además de entretenimiento deportivo, como un efectivo mecanismo para obtener alimento, hospedaje y recursos económicos, y para entablar relación con los pobladores de cada país. Esto fue posible gracias al prestigio de buenos jugadores de fútbol de los gauchos”, escribió Ariel Scher en La Patria Deportista.
En la localidad de San Pablo, ubicada al norte de Perú, los viajeros argentinos jugaron un partido con los leprosos que estaban internados en ese lugar, en una búsqueda terapéutica para distraer a los internos. Sobre ese momento Granados rememora: "Siempre me acuerdo de la canchita de San Pablo porque era maravillosa. Estaba rodeada de árboles, era cortita y ancha. Jugábamos contra los leprosos y contra los sanos, que eran dos equipos".
El Machu Pichu también ofició de escenario y pudo disfrutar del juego de los aventureros argentinos. Escribió Guevara: "En las ruinas nos encontramos con un grupo que jugaba fútbol y enseguida conseguimos invitación y tuve oportunidad de lucirme en alguna que otra atajada por lo que manifesté con toda humildad que había jugado en un club de primera de Buenos Aires con Alberto, que lucía sus habilidades en el centro de la canchita, a la que los pobladores del lugar le llaman pampa. Nuestra relativamente estupenda habilidad nos granjeó la simpatía del dueño de la pelota y encargado del hotel que no invitó a pasar dos días en él"12.
En 1953, recibido de médico, Ernesto Guevara decidió abandonar definitivamente la República Argentina para emprender su camino revolucionario. Radicado en México el Che empezó a moldear su pensamiento socialista que alentaba la creación de un hombre nuevo con una nueva técnica. Con el tiempo se transformaría en uno de los principales referentes de un modelo alternativo impulsado desde el socialismo. No sólo en lo político, también en lo económico.
Fue en las tierras aztecas en donde conoció a los cubanos del Movimiento 26 de Julio que comandaba Fidel Castro. Junto a ellos gestaría la revolución más significativa del siglo XX. Pero el proceso comenzó a germinar en el Distrito Federal y el deporte tampoco se mantuvo al margen en la nueva etapa que emprendía el revolucionario argentino.
De septiembre de 1954 a noviembre de 1956, el tiempo en el que vivió en México, el Che realizó, junto a los cubanos, entrenamientos intensos de acondicionamiento físico. La práctica deportiva fue vital para los revolucionarios que tiempo después desembarcarían en Cuba al bordo del Granma.
En el país azteca el Che hizo todo lo que estuviese a su alcance. Practicó remo en el lago de Chapultepec, caminatas en Milpa Alta, alpinismo en el Cerro del Chiquihuite y en el volcán Popocatepetl. También realizó tiro en Texcoco e incluso ejercitó lucha libre en un gimnasio de la capital mexicana.
Ya radicado en Cuba como uno de los líderes de la revolución, Guevara practicó el deporte surgido en Estados Unidos pero más arraigado por los cubanos: el beisbol. Pero varios documentos se encargan de confirmar que lo conoció en una cárcel de México. En la prisión mexicana jugó beisbol por primera vez, aunque sin las reglas establecidas, junto a los integrantes del Movimiento 26 de Julio.
Ya en Cuba durante el período de la guerrilla revolucionaria el combatiente Camilo Cienfuegos y el Che desarrollaron una gran amistad, dándose charlas sobre política, economía e incluso sobre béisbol por haber sido Cienfuegos un ferviente aficionado y buen jugador.
Después del triunfo revolucionario y a pesar de los incontables compromisos de trabajo que absorbían todo el tiempo de la nueva dirigencia política cubana, el Che se dio tiempo para jugar y asistir al béisbol. Incluso participó de algunos juegos junto a Fidel Castro.
Pero en la isla Ernesto Guevara trasladó su pasión argentina: el fútbol. Fueron varios los momentos en los que el revolucionario aprovechó un picado para demostrar sus dotes de arquero aguerrido. Cuenta Alberto Granados: "En 1963, en Santiago de Cuba, hicimos un partido de fútbol. El era ministro de Industrias y un personaje muy popular. Pero cuando estaba en el arco no se acordaba ni de su cargo ni de ninguna otra cosa. Cuando estaba en el arco, era arquero. Enfrentábamos al equipo de fútbol de la universidad, que era entrenado por Arias, un español. En el partido, Arias recibió la pelota y avanzó tranquilamente, pero el Che salió del arco, se le vino encima y le dio un revolcón. Nadie pensaba que el ministro se iba a tirar a los pies por una pelota. Pero él era así..."13.
“El era así” dijo uno de los hombres que mejor conoció a Ernesto Guevara Linch. Una síntesis certera que describe los ideales de un rebelde que se moldeó en pleno siglo XX y se transformó en un estandarte para las generaciones que habitan el siglo XXI.
Un líder al que ni el fusil del sargento boliviano Mario Terán pudo arrebatar sus ideales. Porque a pesar de acabar con la vida de un hombre y matar la ilusión de millones los ideales del atleta revolucionario persistirán hasta la eternidad.
Por Marcelino Gasseuy
*Nota publicada en revista Contragolpe de noviembre de 2012.
Notas:
1 y 12. Ernesto Guevara Linch (Notas de Viaje).
2, 3, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 13. Ariel Scher (La Patria Deportista: Ernesto Che Guevara y el deporte).
4 y 11. Hugo Gambini (El Che Guevara)