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A 33 años de la Dictadura Militar

24-03-2009 12:35

Bajo la sombra de la dictadura

El Golpe Militar de 1976 se encargó de arrasar sin piedad en diferentes sectores de la sociedad. Los deportistas no fueron la excepción. Una demostración del vínculo inseparable entre deporte y sociedad.
El fútbol en tiempos de dictadura. Nunca Más...
“Las generaciones que vienen deben
conocer que cosa es el horror,
cuánto importa no olvidarlo y
como se manifiesta en el deporte,
un escenario enorme para todos
los procesos políticos y sociales”
Ariel Scher (1962), periodista del
diario Clarín.

 

Los enemigos de los militares que el 24 de marzo de 1976 arribaron al poder eran poetas e intelectuales, estudiantes y universitarios, obreros y delegados gremiales, docentes y profesionales, militantes sociales y dirigentes barriales. Entre ellos también había deportistas. Según se puede constatar en el libro de Gustavo Veiga, “Deporte, desaparecidos y dictadura”, en el país desaparecieron 26 deportistas profesionales.

“Así como ellos fueron victimas de un aparato represivo que los secuestró, torturó y no dejó vestigios de sus cuerpos, también hubo quienes condujeron al deporte en aquellos años irrespirables, al amparo de los mismos uniformes. Civiles o militares, fijaron las reglas, se enseñorearon en un poder que pretendió legitimarse con su torneo emblema: el Mundial ´78”. Alberto Lacoste, Suárez Masón, Rodríguez, Julio Cassanello, Juan de la Cruz Kairuz son algunos de los personajes más notorios que tomaron al deporte como su patio trasero” expresa Veiga en la presentación de su libro.


“Derechos y humanos”

“El hito histórico no es el mundial ni el fútbol. El hito histórico es que pasamos de perdedores a ganadores. No en fútbol, en todo”, expresaba Carlos Alberto Lacoste después de la consagración argentina en el Mundial ´78.

Silencio, terror, ignorancia, indiferencia y en más de un caso complicidad, se unieron para que una sociedad hipnotizada por un Mundial conviviera con el horror. El deporte en su macabra expresión. Mientras se disputaba la fiesta del fútbol mundial, en la ESMA (a metros de la cancha de River Plate) y en otros centros de detención los militares torturaban y asesinaban a miles de argentinos.

“La imagen de Argentina en el Mundial era custodiada desde los micrófonos por José María Muñoz y por la pluma de Aldo Proietto, director de la revista El Grafico. Raúl Portal atendía a periodistas extranjeros en la Cancillería. Argentina ganó el Mundial el 25 de junio de 1978 y los torturados de la ESMA no escucharon los gritos del estadio de River pese a la cercanía. Ellos se enteraron, porque su represor, el "Tigre" Acosta, irrumpió en el tercer piso al grito de "¡Ganamos, ganamos!". Obtenida la Copa, El Gráfico, abrió su edición del 4 de junio con una entrevista exclusiva a quien creyó figura de la Copa, el general Videla. Fueron años en que la política abusó del fútbol. Años de Kempes, el Matador. Años de Videla, el asesino”, escribe el periodista Ezequiel Fernández Moores en su artículo “Botas y botines”

De la mano de José María Muñoz el periodismo deportivo abandonó su conservador slogan de no "mezclarse" con la política. El destacado y prestigiosos relator victoreó e idolatró a Videla en el Mundial y principalmente en el momento en que el dictador entregaba la Copa Mundial a Daniel Passarella.

Pero el trabajo de Muñoz como comunicador oficial de la Junta no se produjo sólo en el Mundial. "Yo me enteré que en la Argentina se produce un Golpe de Estado a través de Muñoz y él nos tranquilizó diciendo que por suerte no había desgracias personales ni derramamiento de sangre", recordaría Pedro Orgambide, el presidente de la delegación de la selección argentina de fútbol que participó del encuentro en Chorzow, Polonia. Ese día, 24 de marzo de 1976, Argentina ganó 2 a 1 y sirvió a la Junta Militar para decir que todo seguía funcionando normalmente en el país. Se comenzaba a avizorar el uso del deporte como estrategia de perpetuidad.

El mismo Muñoz, un fenómeno de comunicación popular, un año más tarde, en los festejos por el Mundial Juvenil ’79 promovió las celebraciones en Plaza de Mayo, donde a solo metros se denunciaban desapariciones ante una comisión de la OEA.

Ese mismo año, en vísperas de la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, ordenó comprar 250.000 calcomanías autoadhesivas, en dos tamaños, con el lema “Los argentinos somos derechos y humanos”. El slogan ideado por la empresa Burson Marsteller para mejorar la imagen del régimen de Videla, costó 16.117 dólares de la época. Junto a otros periodistas, Muñoz encabezó esa campaña contra la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos alegando en sus apariciones públicas el lema que quedó como una marca indeleble en la cabeza de los argentinos. Un lema que muchos años después comenzó a avergonzarlos.


Pasión por el deporte y compromiso social

Mientras el gobierno militar digitaba y planificaba sus políticas utilizando al deporte como máxima expresión, en los centros clandestinos seguían desapareciendo argentinos que pensaban diferente al régimen golpista. Entre los desaparecidos hay 26 deportistas. En Río Cuarto ninguno de los desaparecidos se dedicaba profesionalmente, pero sí algunos tuvieron ese vínculo, inseparable, entre deporte y sociedad:

Juan Carlos Perchante. “Nuestra juventud estaba muy politizada, en realidad la sociedad lo estaba. Y en ese marco se suma el deporte. Nosotros militábamos y teníamos un marcado compromiso, pero también jugábamos al rugby en Urú Curé. Y en esos tiempos, sumado a este proceso de masas que se vivía en le país antes que estallara la dictadura, muchos jugadores eran militantes políticos y uno de ellos era Juan Carlos Perchante”, cuenta Héctor Giuliani, preso político de la ultima dictadura militar y amigo en la juventud de Perchante.

“Era una persona muy solidaria, muy buen jugador de fútbol y en el rugby un muy buen wing. Muy amigos de sus amigos. Era como un hermano ya que compartió muchos momentos con nosotros. Era una persona muy agradable. Intelectualmente era brillante y siempre tuvo esa inquietud política y cuando fue a Córdoba a estudiar comenzó a militar con más firmeza en la Juventud Universitaria Peronista. Cómo muchos jóvenes de esa época, se comprometió, militó, participó y luchó por un país diferente”, explica Héctor Giuliani.

Le faltaba una materia para recibirse de abogado en la Universidad Nacional de Córdoba. El día que la iba a rendir, el 15 de septiembre de 1976, fue detenido en su domicilio de Córdoba capital, aproximadamente a las 2 de la madrugada, por personas de civil que se identificaron como pertenecientes a las fuerzas de seguridad. Inútiles fueron las gestiones para localizar su paradero, de acuerdo a las declaraciones de Graciela Geuna, quien estuvo en La Perla, no llegó a estar detenido una semana, fue rápidamente asesinado por las fuerzas militares.

Perchante, detenido cuando tenía 27 años, completó sus estudios primarios en las escuelas Vélez Sarsfield y Nº 227 y los secundarios en el Colegio Nacional de la ciudad de Río Cuarto y tenía una pasión: el rugby. Jugó de wing en cuarta y en primera división de Urú Curé. “Era un deportista extraordinario, un jugador muy rápido”, coinciden al declarar muchos de sus ex compañeros. Mucho antes de que estallara la dictadura pudo realizar este deporte y fue compañero, entre otros, del ex intendente Antonio Rins, el “pulga” San Millán, el “bichi” Pispieiro, el “ratón” Escudero, el “tutula” Ramallo, el “mexicano” Ferreira, De Rivas, González Schiavi, Juan Carlos Giuliani y los hermanos Baldasarre, entre otros ex jugadores de la “lechuza” riocuartense.

Si bien Perchante no era jugador profesional cuando fue capturado, su vínculo con este deporte permite entender el compromiso social que tenían muchos jugadores de rugby. De los 26 deportistas profesionales desaparecidos en el país, según pudo constatar Veiga en su investigación, 23 eran rugbiers.

“Al analizar esta situación puede ser porque la mayoría de los que jugábamos al rugby pertenecíamos a sectores medios universitarios que tenían la posibilidad de la militancia. Además, el acceso a la educación facilitó el despertar de una generación que había sido amordazada y reprimida por regimenes autoritarios. Todo este proceso de apertura que se va consiguiendo, trae como consecuencia que los jóvenes comiencen a participar y a ser protagonista. Empiezan a tomar un rol histórico y son protagonistas del cambio social. Es en ese marco es que muchos jóvenes como Juan Carlos Perchante fueron victimas de la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia” concluye Giuliani, quien junto a su hermano Juan Carlos también jugó en Urú Curé.

Ignacio “Corcho” Cisneros. Era guitarrero, mujeriego, montonero y futbolero. Estaba casado. Era ingeniero agrónomo recibido en la Universidad de La Plata, llegó a ser Secretario Académico en la Facultad durante el Gobierno de Cámpora. Fue perseguido por la Triple “A” y debió regresar a Córdoba. Desapareció el 15 de febrero de 1977 tras visitar a sus padres en Alpa Corral. Tenía 29 años cuando lo capturaron.

Era un apasionado del fútbol, hincha de Boca Juniors. Por su cercanía al estadio de la Asociación Atlética Estudiantes desde muy chico fue socio del equipo celeste. Su padre lo llevaba ver los partidos de primera división y también jugó en las inferiores del club de sus amores. Ya en La Plata (ingresó a la Facultad de Agronomía en 1966) participaba de los partidos de fútbol que se disputaban en los torneos entre facultades. “Yo lo que pienso que no hay vida sacrificada por lo demás que no tenga valor incalculable. Ellos perdieron la vida por una causa justa, eso no me cabe la menor duda”, expresó en el 30° aniversario del Golpe de Estado, Antonia Cisneros, mamá de “Corcho”.

José Alfredo Duarte. “Peco”, como lo llamaban sus conocidos, por sus pecas abundantes, trabajaba en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Entre 1974 y 1975 lo hizo en el Comedor y en el Departamento de Imprenta y Publicaciones. Además de su actividad laboral, trabajaba en los barrios humildes haciendo asistencia social. Militaba en la Juventud Peronista. Nunca regresó a la Universidad después de las vacaciones del ´75. Era fanático del fútbol, hincha de Talleres de Córdoba, no faltaba a ningún picado y jugaba de delantero. El Aula Mayor de la universidad lleva su nombre.


Marcelino Gasseuy - Redacción Al Toque


Gentileza: Revista Emociones*.

* Fragmento de nota publicada en la edición Nº 6