La Garganta se convirtió en la revista de mayor repercusión en los últimos años, potenciada por sus tapas con la foto de algún famoso, muchas veces deportista, gritando. Sin embargo, sus páginas no son más que la extensión de un trabajo barrial de 15 asambleas villeras, llamado La Poderosa, que iniciaron con fútbol popular.
Maradona, Messi, Riquelme, “Lucha” Aymar, “Manu” Ginóbili son algunos de los deportistas de la elite mundial que figuraron en la tapa de La Garganta, hecho que la convirtió en una de las revistas de mayor crecimiento a nivel nacional. No obstante, el recurso de entrevistar a famosos (más allá de deportistas) es el “gancho” para contar la realidad villera de 15 asambleas barriales y su trabajo territorial con múltiples cooperativas de trabajo, entre otras, textil, gastronómica, de ambulancieros y comunicacional.
Llamada La Poderosa, en homenaje a la motocicleta con la que Ernesto el “Che” Guevara y Alberto Granado recorrieron Latinoamérica, la organización inició hace una década en el barrio Zavaleta, al sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con un elemento común e integrador en los barrios: el fútbol. Con ese puntapié, La Poderosa se amplió no sólo a otras villas de Buenos Aires, como la 31, sino también a Tucumán, Entre Ríos, Jujuy y Córdoba, entre otros lares.
Ante la repercusión impensada de La Garganta decidieron, ante los medios de comunicación, no exponerse con sus nombres para cuidar la identidad de la organización: “Mientras el guión del circo mediático no esté escrito por compañeros de nuestras villas, a nosotros no nos interesa ser actores de ese circo. Porque hoy podemos consensuar en qué lugar me vas a poner los siete minutos que estoy invitado en tu programa, pero una vez que me hiciste público yo ya no manejo dónde me vas a poner el día de mañana. Entonces reducir un colectivo a una persona y pasar a esa persona de mala a buena, es demasiado barato para ellos”, sentencian con enorme entendimiento de los medios de comunicación.
Fútbol, canal de acceso
¿Pero como comienza la organización? “Se inició con fútbol popular, con chicos de diferentes edades, jugando en un potrero del barrio Zavaleta. De ahí empezamos a abrir otros talleres, como de educación, guitarra… diferentes talleres en donde los chicos puedan estar contenidos, puedan aprender algo, en donde puedan aprender a interrelacionarse con otros sin pelear, sin decirse malas palabras”, explican, y amplían: “El futbol popular tiene esa característica: hacer una ronda, discutir los problemas que pudieran haber surgido durante el partido, ellos mismos ponen las reglas: si alguno dijo una mala palabra, va a estar visto por los compañeros quienes le van a decir ‘mirá, te quedás sin jugar cinco minutos, diez minutos’, y esa es la manera de aprender”.
En ese contexto, se evidencia una significación y un valor universal en el fútbol: “Es un momento de contención para los chicos. Que estén ocupados, que hagan algo bueno. El deporte es bueno y, a través del deporte, enseñarle a convivir: a que no se tienen que pelear, a no putearse; y creo que eso lo van aprendiendo desde chico, están entretenidos y aprenden los valores como seres humanos que tenemos y a veces hay muchos chicos que se pasan mucho tiempo en la calle y ese es un momento buenísimo para que los chicos estén como en familia”, comentan en su paso por la Universidad de Río Cuarto, en abril del presente año, donde socializaron su experiencia a estudiantes de la misma. Más allá de la función integradora, el fútbol da una pertenencia individual. Explican desde La Poderosa: “Nosotros tenemos compañeros que les gusta jugar al fútbol y compañeros que no les gusta. Pero no tenemos ningún compañero, en toda nuestra asamblea, que crea que el fútbol es el opio de los pueblos. Nosotros sentimos que hay una construcción en el imaginario que también nos ha excluido a nivel cultural, no sólo a nivel económico y social, y en eso, quien pregone esa filosofía a nombre de la izquierda, del progresismo como la representatividad popular, está muy lejos de haber entendido lo que el fútbol representa en nuestros barrios”.
Con mayor claridad amplían la importancia del deporte: “El fútbol, en nuestros barrios, es un canal de acceso a casi todas las cosas que nos han negado: a nuestro barrio no llega la comida de calidad, no llega muchas veces la música de calidad, no llega casi nunca la ropa de calidad. Y sin embargo, el fútbol de calidad llega. Para nosotros, una de las cosas que nos han bastardeado a los largo de la historia es el autoestima; y el fútbol nos dio autoestima, nos dio la posibilidad de entender que podíamos jugar colectivamente, nos dio acceso a la belleza. En el fútbol encontramos la belleza que no encontramos en un montón de otras instancias que nos impone la sociedad”. Como aporte puntual de lo que se denomina saber popular, ejemplifican: “Sentimos que el fútbol nos ha hecho propietarios de una cultura que es nuestra y de un montón de cosas más. Tenemos un vecino que se llama Iván, que tiene 12 años, que no tiene nada: no tiene zapatillas, no tiene mochila, no tiene pelota; tiene papá, no tiene mamá. Juega al fútbol popular en Zavaleta, juega de delantero y hace goles, y los goles de Iván son de Iván. A Iván le robaron un montón de cosas, pero los goles de Iván son de Iván. Tener algo para alguien que nunca tuvo nada es demasiado importante”.
La Garganta, periodismo villero
Con el paso del tiempo y la construcción barrial surgió la necesidad de poseer una herramienta comunicacional como la voz de quienes fueron los históricos silenciados. Una cooperativa sostenida por las 15 asambleas barriales que realizan una revista sin pauta oficial ni comercial. Su nombre: La Garganta Poderosa. Su fin: ser un medio para lograr la urbanización de las villas. “Si en 200 años no hubo un periodista villero no puede ser una crisis vocacional. Es una vocación de este sistema que no lo hubiera. Nosotros venimos a romper eso desde una necesidad. Pero nuestra necesidad no es tener un medio. Nosotros creemos que ningún medio es un fin. Un medio es un medio. Para nosotros es un medio para acceder a la urbanización. Luchando por la urbanización, que nosotros entendemos que es el sinónimo al derecho a la vida”, comentan y explican el proceso: “Durante varios años, en La Poderosa entendíamos que no teníamos que pudrirla del todo con Clarín, con La Nación, con los medios que te podían dar una puertita de visibilidad. Llegó un momento que entendimos que no podíamos seguir dependiendo de las migajas que nos daban los mismos que nos estaban demonizando. Ahí nos decidimos a hacer nuestra propia revista, con nuestra propia herramienta, entendiendo que teníamos que conservar la independencia económica para poder conservar la independencia política y ahí tomamos una decisión muy grande que fue la de no tener pauta”.
La estrategia fue la de poner en tapa a entrevistados famosos, entre ellos una decena de deportistas, que ponen el grito en lugar de la villa. La tapa y la entrevista dan lugar a páginas de periodismo desde y por la villa. En cuanto al funcionamiento, cuentan: “Todos los que participamos de La Garganta somos embajadores de una asamblea. Los comunicadores de La Garganta no fueron elegidos ni por un casting, ni por un editor editorial. Fueron elegidos por el consenso de cada barrio que determinó cuántos comunicadores de qué tipo y quiénes iban a ser. Desde ese momento, todos los que participamos en la cooperativa de comunicación, somos embajadores de nuestras asambleas”.
Definida por ellos como el “brazo literario, una extensión necesaria de un movimiento de base”, La Garganta sigue porque sigue la lucha por la urbanización, por la justicia social, por el derecho a la memoria y a la comunicación con el Padre Mugica y Rodolfo Walsh como referentes. En definitiva, la lucha por el derecho a la vida. Empezaron -como los goles de Iván- a tener algo, ante años y años de no tener nada. Y en cada conquista, como en cada tapa de su revista, La Poderosa pega, sin filtro, un grito de gol.
Por Erwin Rivero González
* Artículo publicado en Revista Contragolpe del mes de junio de 2013.