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Play Offs - Final

09-04-2014 09:00

Luján Sport Club y la dignidad

Reproducimos un emotivo texto del reconocido escritor, poeta y periodista Rodolfo Braceli -oriundo de Luján de Cuyo y fanático del "granate"- publicado el viernes 25 de octubre de 2013 en el Diario Jornada.

Pronuncio la palabra "Luján" y se me llena el paladar de sol. No sé si el sol viene de allá lejos, cosmos mediante, o si viene de aquí cerca, desde mi corazón.
Estos días, por aire, mar y tierra, me avisaron que mi Luján Sport Club salió campeón de la Liga Mendocina de Futbol. Primera vez en 91 años de vida. Pasó el 14 de octubre. ¿Lo soñé? Sueño o realidad, por si acaso, esa noche cené espejado en un hondísimo malbec.
Mi vínculo con Luján -con su Chacras de Coria y el Vistalba donde nació mi madre- es umbilical. Nací en la calle San Martín al 128, a 150 metros de la cancha del Bajo, en la misma casa en la que mis padres me inventaron la sangre. En Luján aprendí a respirar y a caminar y a leer y escribir. Y a pecar a rajacincha. Desde 1970 vivo, ¿trabajo?, escribo en Buenos Aires. Afortunado, publiqué una treintena de libros; fui traducido al inglés, francés, italiano, coreano, quichua y polaco. En mis libros la solapa siempre arranca diciendo que nací en el Luján de Cuyo de Mendoza. Ya lo habrán advertido: me lleno la boca y me lleno el corazón del alma pronunciado la palabra LUJÁN. Estas dos sílabas son mi escudo, mi linterna, mi talismán.
Quiero subrayarlo: más importante aún que haber conseguido el primer campeonato, es haber recuperado, antes, la identidad perdida, el color granate de la camiseta. Recordemos: en julio del 2000 Luján Sport Club pasó al colectivo de la Asociación Atlética Luján de Cuyo. Aquello tuvo el desangelado sabor de lo privatizado. Se fusionaron Luján, Chacras y Drummond. Con la integración, Luján Sport Club perdió hasta lo más sagrado: el color de la camiseta. No se hizo una indumentaria armonizando los colores de tres clubes, se disfrazó al equipo departamental como si fuese la Fiorentina, con un color violeta tirando para morado. Morados quedan los rostros cuando se los trompea. Por una década, eterna, Luján perdió, con el color natal de su casaca, su identidad.
Hasta que un día el berretín se terminó y asomó la quiebra y la cancha del Bajo quedó al borde del remate, poco faltó para desaparecer del mapa. El club había tocado fondo, perdido hasta el apellido. Pero resulta que en el suelo del abismo, un grupo de lujaninos sembró para parirse y nacer de nuevo. Y volvió a vestirse de granate, color patrio y primordial. Y, mordiendo aires nuevos, empezó a gatear, a caminar, a ser. Y armó su equipo con muchachos nacidos entre esas viñas y de pronto, enhebrando semillas, el 14 de octubre del año 2013 después de Cristo, siendo Luján Sport Club, fue posible lo imposible: ganó el campeonato mendocino.
Insisto: conseguir este primer título es importante. Pero muuuucho más es haberlo conseguido después de haber vuelto a la primera semilla natal, de haber recuperado el granate que jamás debió resignarse, de haber alzado una dignidad pisoteada. Damas y caballeros: parafraseando al sabio Maradona, hoy decimos que la camiseta, como la bandera, no se cambia por ningún dinero. La billetera, como la mentira, tiene patas cortas. Ninguna billetera podrá comprarle el pulso a la dignidad.
Para celebrar esa dignidad y este campeonato conseguido voy a contar algo. No se piense que me subo al carro del triunfo lujanino. Vengo de atrás y puedo demostrarlo: en el 2001 publiqué mi libro "De futbol somos". En la dedicatoria escribí, textual: "A Luján Sport Club. / A mis hermanos, Carlos y Orlando. / A todos los colores que van del granate al rojo vino/ al rojo sangre."
En aquel libro narré una especie de confesión titulada "Primer gol en el cosmos". Decía así:
"En el agosto de 1973 orbitaba en el espacio, con tres astronautas, la nave norteamericana Skylab. Siete veces al día, durante 15 minutos, esa estación perdía contacto con la central de Houston. Pero en esos ratos el contacto se restablecía a través del Vanguard, el buque madre de la NASA, que navegaba 50 millas mar adentro, en el Atlántico, a la altura de Mar del Plata. Junto con el fotógrafo González Cociña me embarqué en el Vanguard, ese eslabón destinado a la comunicación entre la tierra y el espacio. El objetivo era no sólo observar la intimidad de esa base flotante sino intentar "el primer reportaje espacial". Luego de dos días, los ratos de 15 minutos de comunicación con los astronautas se volvieron entretenimiento. Hubo una instancia dramática cuando dos de los motores de la Skylab se averiaron; hasta se pensó en enviar una nave de salvamento. Pero pronto todo se solucionó. En otro de aquellos contactos recuerdo que el astronauta Garriot se quejó por el estado de las frutillas de su almuerzo. Se chequeó en el Vanguard una muestra paralela de esas frutillas y se le informó que estaban "en buen estado y sabrosas". Garriot, con mal humor, volvió a quejarse. Desde el Vanguard lacónicamente le dijeron "prueba con los duraznos".
Al tercer día tuve posibilidad de charlar, traductor mediante, con los astronautas. Podía yo pedirles algo que me pareciera "un aporte experimental". Les pedí que, por un par de minutos, hicieran ocio, que miraran el lejano atardecer de la Tierra por la escotilla". "¿Para qué?" -me preguntó el jodido de las frutillas. "Sólo para gozar del momento", -le contesté.
Ya con más confianza solicité algo que mi traductor trasmitió entre perplejo y alarmado: le pedí a Garriot que pronunciara y gritara la palabra "gol" e inmediatamente después dijera "de Luján". Costó para que Garriot entendiera mi pedido, hasta que, imitando mi énfasis, allá en lo más hondo de los altos cielos gritó: "Gooolll... gooooooollllll de Lujááánn..." Damas y caballeros, no sé si queda claro: éste fue, para los tiempos, el primer gol espacial que se hundió en el vientre del cosmos."

(Un gol de Luján Sport Club. Un gol granate como el malbec y granate como la sangre que nos ilumina el pulso.)



Fuente:
www.jornadaonline.com.ar

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