El contraste. Del disfrute a uno de los atractivos turísticos destacados de la Patagonia argentina, a la barbarie generada por los hinchas de Deportivo Madryn, en medio de un desafortunado operativo policial.
Entre la imponencia de la naturaleza divina y las particularidades emotivas y significativas de un partido de fútbol. Palabras más, palabras menos, la frase inicial parece describir el contexto de la gran final entre Deportivo Madryn y Estudiantes, consumada el domingo por la tarde en la bella ciudad de Puerto Madryn.
La localidad que cuenta con una población cercana a los 90 mil habitantes, con fuerte anclaje en la producción de aluminio, como así también en las actividades turísticas, marítimas y portuarias, recibió a alrededor de un centenar de riocuartenses el último fin de semana, si se tiene en cuenta la delegación de Estudiantes, dirigentes, allegados, periodistas e hinchas infiltrados.
Las noticias, concretas y poco felices, empezaron a llegar el sábado cuando Estudiantes planteaba su último entrenamiento en la sede un club local. Allí, la delegación fue amedrentada por un grupo de “barras” del elenco “aurinegro” que obligó a la suspensión de las tareas.
Ya en domingo, después de una mañana muy fría y con llovizna –2,8º negativo, marcaba el SMN a las 8.30 horas- salió el sol alrededor del mediodía. Sin embargo, los nubarrones pese a no visualizarse, continuarían presentes durante todo el día. En ese contexto, el arribo hacia el estadio no fue el habitual. El colectivo que trasladaba a los periodistas debió seguir al de los jugadores para ingresar de manera conjunta al estadio. Se solicitó cerrar el cortinado del colectivo como medida preventiva ante posibles impactos de proyectiles externos.
Una vez arribado al estadio, el sector armado para los riocuartenses no fue el más cómodo, sobre todo para aquellos que disponían la realización de sus respectivas coberturas periodísticas, ya sea gráfica o radial –no se permitió el ingreso de cámaras de televisión de medios visitantes-.
En este sentido es válido señalar que, si bien es cierto que el partido debía disputarse sin público visitante y que varios hinchas de Estudiantes lograron acceder al encuentro eludiendo distintos controles locales, también debe remarcarse que el comportamiento de los parciales “celestes” fue al menos “correcto” y acorde a la circunstancia.
Después del bochornoso partido, adjetivado claro está por el trámite y el desenlace de lo que habitualmente se define como un juego, llegó la peor parte. Poco más de cinco minutos habían pasado del final del encuentro cuando todos los visitantes presentes tuvieron que emprender partida de la peor manera. La policía de infantería local, lejos de proteger a la parcialidad riocuartense y a los medios apostados en ese sector, obligó a una salida rápida, desprolija y, en algunos casos, a los empujones. De hecho, los periodistas culminaron ayudándose mutuamente y llevándose las herramientas de trabajo entre las manos. En medio de todo eso, empezaron a volar todo tipo de proyectiles desde dentro del campo de juego y desde la platea local, lindante con el supuesto espacio visitante.
La retirada debió realizarse aún más presurosa cuando hinchas empezaron a colgarse del alambrado para invadir el sector de los riocuartenses ante la anuencia policial: es decir, lo que vulgarmente se conoce como “liberar la zona”. Así y todo, la emprendida significó salir a paso rápido y recorrer más de 300 metros sin ningún tipo de custodia, a la vera del destino y con la preocupación lógica.
Ya en viaje de vuelta, más de uno se preguntó ¿qué hubiera pasada si se consumaba el ascenso del equipo “celeste”? Rápidamente, varias respuestas convergieron a un mismo punto: “era imposible que ganara Estudiantes”.
Fotos: Al Toque
Por Pablo Amiot Gaspio
Redacción Al Toque