Por Ángel Ludueña*
1985 – 2015. Treinta años pasaron desde la última vez que un equipo local fuera animador de una competencia del más alto nivel en el país, hasta que otro -en otra disciplina, con menos masividad y arraigo en nuestra ciudad- alcanzara el mismo objetivo. Un tercer protagonista puede añadirse –armándose una singular tríada para el análisis-, que acredita ser uno de los fundadores de una profunda y revolucionaria creación de competencia federal, aunque militando un peldaño más abajo.
Hoy, Urú Curé Rugby Club -conocido en el mundo de la guinda como “La Lechuza”- es quien porta el estandarte del orgullo riocuartense, lo exhibe y pasea por el país, en su debut en el Nacional de Clubes de la presente temporada. Tres décadas atrás, era la Asociación Atlética Estudiantes, disputando –por última vez- su tercer Nacional de Fútbol de primera división de la AFA –que había comenzado a federalizarlo en 1967-, competencia a la que aspiró desde el mismo momento que Valentín Suárez –conduciendo la AFA- le diera lugar al fútbol del interior para competir como un par de los clubes metropolitanos.
Mientras esto último sucedía, dos años antes -1984- otro profundo cambio se operaba en el deporte argentino. Era el momento de la federalización del basquetbol a nivel clubes –ya lo practicaba con las selecciones a través del Argentino de Basquetbol, recordado por el lema “el más argentino de los campeonatos”- y la Asociación Atlética Banda Norte y su par, Estudiantes, participaron del Acta Fundacional de la Liga Nacional de Clubes, en la segunda división, aunque el “celeste”, sólo lo hizo en la primera temporada.
Por su naturaleza y -particularmente- por su tradición, la organización territorial de estas tres disciplinas, siguen su propia impronta, su propio y natural desarrollo. Guardan –en común- eso sí, la filosofía federal; cada uno implantó en su modo particular los mojones que marcan las categorías que conducen al más alto nivel competitivo. También, las modificaciones o reestructuraciones que se creyeron más convenientes.
Tienen en común que son organizaciones competitivas sólidas que perduran en el tiempo. El fútbol –después de varios ensayos “Post-Nacionales”-, desde hace más de una década; el rugby, desde 1993, cuando se lanzó la primera edición del Nacional de Clubes y el baloncesto, desde 1984, considerado –por algunos- como el “año de transición”, por la incertidumbre sobre el futuro que aguardaba a esta novedosa propuesta lanzada en los ’80.
Los efectos fueron y son –todavía- dispares. El rugby preserva la solidez de las uniones a las que pertenecen los clubes y que todos los años refrendan con el Argentino de Selecciones; diferente fue el impacto en los otros dos casos. El basquetbol asociativo es una organización escuálida en muchas partes del país y las ligas de fútbol al interior de las provincias, tratan –fatigosamente- de sostenerse, haciendo enormes esfuerzos por no perder calidad e interés en sus propias competencias.
¿Cuál fue –entonces- el comportamiento de los tres clubes locales? El camino transitado por Urú, Estudiantes y Banda Norte, fue diferente en cada caso. En el club de Soles del Oeste se optó por superar las dificultades que históricamente enfrentaba para formar planteles competitivos luego que los jugadores dejaban las categorías juveniles. Nunca se explicitó el desenfrenado deseo por llegar adonde se encuentra ahora. No se fue indiferente a lo que ocurría en el rugby nacional; el interés no era más –tampoco menos- de lo que era hasta antes de la irrupción del Nacional de Clubes.
Las sucesivas conducciones –así lo demuestra su presente- se preocuparon –y ocuparon- por construir un club firme, fuerte. El “árbol” plantado nunca dejó de dar frutos: jugadores en los Dogos para los Argentinos y en los Pumitas y también –con menos frecuencia, por cierto- en Los Pumas. Nunca buscó atajos para ganar tiempo y avanzar más rápido. El natural proceso madurativo nunca supo de extrañas alquimias que no se sabían qué tipos de resultados podían arrojar. Tal vez quienes son ajenos a la “lechuza” se sorprenden por el actual presente, pero no aquellos que portan el ADN inconfundible de la esencia y la filosofía del club y del deporte principal que practica.
Es quizás el club que mayor aspiración tiene de pertenecer a lo más selecto del deporte nacional. Se caracteriza por una historia que escribió con el propósito de alcanzar la gloria y establecer una clara superioridad entre sus pares. No dudó en usar cuanto recurso tuviera disponible para alcanzar sus fines.
Esta es una característica distintiva de Estudiantes, a la que adosa –también- la de vivir permanentemente anclado en el pasado. Durante muchos años –y otras tantas conducciones- tuvo la más firme convicción que por haber disputado tres Nacionales, debía sortear con más facilidad cualquier exigencia, y si se la suprimía, mejor.
Para cimentar su historia –particularmente la futbolística- se apoyó en conducciones hiperpersonalistas, siendo, en tal caso, Antonio Leartes Candini, su máximo exponente; un poco más abajo, el ingeniero Jorge Artundo. Tal tipo de conducción tampoco dudó en recurrir a cuanto artilugio tuviera a mano con tal de satisfacer sus propósitos. Los resultados cosechados, parecen demostrar que ese camino fue un error.
Con la desaparición física del “mesías” Candini y su discutible modelo de conducción –Artundo lejos estuvo de exhibir las habilidades que destacaban a su predecesor-, caracterizado por el escaso apego a sustraerse de sortear el límite de lo permitido, acabó el modelo que el hombre fuerte que otrora condujera FACA, encarnaba; apeló a otro amañado recurso: pretender que por su pasado, fuera invitado a cuanto nuevo torneo superior –y que lo acercara a la elite futbolística- se organizara.
Hoy naufraga en la intrascendencia, sin encontrar –al menos por ahora- una respuesta que le permita superar las contradicciones que lo postergaron durante tantas décadas. Está más cerca del ostracismo, que de reverdecer viejos laureles, como siempre anheló, pero hasta ahora no supo cómo hacerlo.
El club del Parque Sarmiento apostó –en los albores- en los ’80 a ser el más calificado representativo basquetbolístico. También un “mesías” –con mucho menos poder que el de Candini- como Raúl Mengoni sacrificó todo –literalmente- para que el club tomara la decisión de volcar su mayor esfuerzo por el basquetbol. Durante cinco temporadas –del ’84 al ’88- representó al deporte local en la segunda división de la Liga Nacional.
Las dificultades para sostener tan costosa participación, lo obligaron a alejarse y conformarse con sostener la disciplina en el plano local y provincial. En la temporada 2006-2007 regresó a la Liga B –tercer nivel competitivo-, luego de construir la infraestructura adecuada para la alta competencia. También le ganó la ansiedad y buscó un atajo: comprar la plaza de Alma Jrs. de Esperanza, de Santa Fe, para volver a la categoría que lo contó en los ’80, pero ahora etiquetada como Torneo Nacional de Ascenso (TNA).
Rubén Fantolini –presidente de Asociación Deportiva Atenas de Córdoba, cuando el “griego” ganó su primera Liga Nacional A, en el ’87- sostenía que cuando la competencia estaba lanzada había que trabajar para la siguiente temporada. Es lo que hace desde algo más de tres décadas y tan mal no le va.
Esa sencilla lección –que requiere de un enorme esfuerzo para llevarla adelante- no fue entendida en nuestro medio. En tres oportunidades, Banda Norte tomó la decisión de dar un paso al costado. Primero, en el ’88; luego en la temporada 2012-13 y más acá, en la 2014-15; siempre volvió sobre sus pasos. ¿Alguien puede asegurar que no se repita? ¿Es posible inferir que otra vez se sorteará exitosamente?.
De lo expuesto se desprende que cada uno tomó un camino. Apostó por el que creyó le brindaría los mejores frutos; adoptó las decisiones que lo proyectarían –sustentablemente- en lo más alto y calificado de la disciplina que lo distingue. ¿Hay alguna justificada urgencia que empuje a tomar atajos que conducen a destinos desconocidos? ¿Alguno de ellos tiene una mayor “obligación” de llegar a la cima, que los otros?. Trabajar sin prisa, pero sin pausa, fijando objetivos a mediano y largo plazo, ¿es una debilidad? Alguien está en condiciones de responder afirmativamente a la interpelación de “¿Todos los caminos conducen a Roma?.
* Periodista