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Boca - River en el "Mario Alberto Kempes"

23-05-2015 20:17

¿Es oportuno este nuevo Superclásico?

Por Ángel Ludueña*

Afiches "supergigantes" anuncian al Boca - River que se jugará en Córdoba.

¿Alguien puede afirmar que luego de las resoluciones adoptadas por la Conmebol, en virtud de los violentos incidentes ocurridos durante el encuentro revancha por los octavos de final de la Copa Libertadores de América entre Boca Juniors y River Plate, la calma regresó? ¿Los nubarrones, seguro que desaparecieron? ¿Quién puede asegurar lo que podrá ocurrir en un próximo choque futbolístico entre “xeneizes” y millonarios”? ¿Cuanto tiempo requerirá que pase para que suturen las heridas de aquella trágica y vergonzosa noche del jueves 14 de mayo de 2015 en “La Bombonera”?
En el firmamento -y a muy corto plazo- se anuncia una nueva versión del titulado “Superclásico”, en el interior del país. Más precisamente se lo anuncia para el próximo 9 de junio en el estadio “Mario Alberto Kempes” de la ciudad de Córdoba. Hasta el horario fijado para el match parece sugerir que nada debería temerse: 19 horas. Esta nueva versión del choque entre los dos máximos colosos del fútbol argentino ya venía anunciándose -y más todavía, promocionándose- desde mucho antes de los choques “coperos”. En nuestra ciudad, en algunos puntos donde se levantan futuros imponentes edificios, enormes afiches -que sólo ahí tienen espacio físico para ser colocados- impulsan a tener el desenfrenado deseo por ir a la cancha.
Desde la medianoche del jueves y primeros minutos del viernes, continuando por todo el sábado -primero, a las 16, luego un par de horas más tarde; después, para la noche, sin precisar horario alguno- todo el interés de los aficionados -y los que no lo son, también-, dirigentes y prensa, estuvo posado en lo que sucedía en Asunción del Paraguay. Que la sanción podía tener una magnitud, que podía ser otra, un poco menor. Un grupo enfervorizado de simpatizantes “auriazules” hacían un banderazo -frente al estadio que según expresa una frase popular “no tiembla, late...”-, desafiando a las máximas autoridades del fútbol continental.
Los carteles siguen ahí... inmutables. Dicen que están todos los boletos vendidos. En este lugar del mundo -nuestra provincia de Córdoba- parece que nada de lo que sucede por estas horas en la Boca, Núñez, Viamonte al 1300, Asunción y -en las próximas horas- en Suiza, lo afectará. Si hasta parece que los cordobeses viviéramos en “una isla”... futbolística, por supuesto. Hasta ahora -públicamente- poco se ha dicho sobre el partido programado para el segundo martes del próximo mes de junio.
Las últimas declaraciones del gobernador José Manuel De la Sota –“... Nosotros garantizamos la seguridad para realizar el partido...”-, tienen dos interpretaciones posibles: un pronunciamiento “políticamente correcto”, expresando una voluntad que tal vez no alcance, o bien, un título “electoralista”, en su campaña por acceder al sillón de Rivadavia. También se equivoca groseramente cuando equipara el flagelo de la violencia en el fútbol argentino con el “apartheid” en Sudáfrica y el modo como Nelson Mandela impulsó la unión en aquel país africano, a través de su representativo más emblemático y prestigioso en el mundo: el seleccionado de rugby, conocido masivamente como los Wallabies.
Vuelvo a la interpelación: ¿alguien pensó si no sería conveniente evaluar si es conveniente o no, sostener esa programación? Por lo menos -creo- merece ser formulada esa pregunta. Sería una enorme ingenuidad creer que ese monumental estadio -perdón, sugiero calificarlo “imponente”, para no abrir sospechas de favoritismo por uno de los protagonistas- será ocupado -únicamente- por fervorosos hinchas provenientes de ciudades y pueblos del interior cordobés. Que las cómodas gradas del estadio que fuera construido en el ‘78, serán ocupadas sólo por enfervorizados -pero no violentos- aficionados de ambas escuadras de Oncativo, Río Tercero, Laguna Larga, Villa María, Río Cuarto, Deán Funes, Cruz del Eje, Villa Dolores, etc. y nada más.
No me imagino a “Los borrachos del tablón”, mirándolo por TV desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; tampoco a “La 12”, resignada a conformarse con las imágenes televisivas en alguna cantina próxima a Casa Amarilla. Los violentos no aceptarán quedar fuera y resignar el vergonzoso protagonismo al que nos someten desde hace muchos años en los distintos estadios del país. Los últimos episodios, lamentablemente, todavía no fueron superados.
La debilidad de la dirigencia del fútbol, la fragilidad -siendo benévolo, para no expresarlo en un modo más enfático- del Estado, la ineficaz acción de las fuerzas de seguridad y el poder -que parece no decrecer- de esas temibles facciones que lastiman a este apasionante juego, exponen a una innecesaria indefensión a los miles y miles de aficionados ilusionados por ver a sus equipos favoritos. El tiempo que media entre el pasado 14 de mayo y el 9 de junio próximo, no alcanza para garantizar que nada desagradable pueda suceder en el Kempes. ¿Quién puede asumir la responsabilidad de afirmar que están dadas -hoy y en el actual contexto- las garantías para los protagonistas y el público?.

* Periodista