* Por Ángel Ludueña
Cuando faltan unos pocos días para que el rugby cordobés consagre al nuevo campeón -el de la temporada 2015- y Río Cuarto vibre y lata con una singular potencia -particularmente en el oeste de la ciudad-, ante la trascendente posibilidad que el máximo exponente de este juego -Urú Curé- inscriba su nombre en el distinguido bronce junto a otros prestigiosos clubes, surgen diferentes “miradas”, sobre el trascendental encuentro que sostendrá el 17 del corriente el quince que dirige Diego Ghiglione, frente a un adversario del prestigio como el que exhibe el Tala Rugby Club. El objetivo del presente artículo tiene por intención detenerse en estos tres sujetos: el entrenador de la “Lechuza” y los dos clubes protagonistas de tan fantástica definición.
Durante muchísimas temporadas, compartieron el mismo espacio -el de las competencias de la Unión-, con resultados tan dispares, que posiblemente, ni siquiera el más osado soñador o utópico simpatizante del club de Soles del Oeste, hubiera asegurado que podía suceder lo que ahora muestra el presente... este presente. En las temporadas que tuve ocasión de elaborar las crónicas y notas de rugby escuché -entre los hombres de todas las generaciones que asistían, puntualmente, a cada juego del local en la vieja cancha del kilómetro 606- la admiración y el respeto por el elenco de Villa Warcalde. La convocatoria era -por supuesto- acompañar a los muchachos de Urú, pero también, a deleitarse con ver -sobre todo- a “Pumas” que prestigiaban al “albinegro”.
No importaba la distancia en el marcador final entre ambos. Lo que más placer provocaba era ver en acción -y por los puntos- a semejante potencia de la “ovalada” en la provincia y en el país. Mientras esto sucedía en el círculo superior -como se estilaba cronicar décadas atrás en la prensa-, en las categorías formativas y juveniles, la disparidad comenzaba a menguar. Sin embargo, no despertaba tanta atención periodística, con la sola excepción del enunciado del resultado. Pero hay una fecha en la que tuvo lugar un episodio que dio lugar a la esperanza de alcanzar una “utopía” que, hasta entonces, era verdaderamente inalcanzable.
Una desapasible -por lo fría y lluviosa- jornada fue la característica distintiva de aquel 26 de agosto de 1992. El marco, lo ofrecía el campo de juego del Jockey Club Villa María. ¿Los protagonistas? Los mismos que se cruzarán en pocos días más. Los dos clubes y el entrenador riocuartense; del otro lado, su par, Daniel Gracco -también entonces, como el “Cuervo” Ghiglione, recorriendo el espinel de todo entrenador-; ambos, pugnando por el único lugar disponible para representar al rugby cordobés en el tradicional campeonato argentino “Veco Villegas”, reservado para las M-19. En esa categoría -”descubierta”, por este episodio, y que fuera, desde entonces, materia informativa permanente-, Urú y Tala habían compartido el título oficial de la temporada. Pero uno -sólo uno- podía ser distinguido con la representación ante sus pares juveniles del resto del país.
A lo largo de la historia -desde aquel lejano debut de la “Lechuza Solitaria” en los torneos de la Unión, el 14 de mayo del ‘61, venciendo al Córdoba Atlhetic por 8 a 3-, decenas de veces los destinos de ambos finalistas del actual torneo “Rubén Gigli”, se cruzaron oficialmente. Hubieron, también, algunos intervalos... Aquellos en los que el club riocuartense debió fatigar el ascenso para regresar al círculo superior y volver a codearse con los mejores de la provincia. Vaya uno a saber si aquellos que decidieron darle vida a Urú -allá, por los finales de marzo del ‘54- alguna vez soñaron o imaginaron un suceso como el próximo a ocurrir.
Sin embargo, 23 años y 51 días después -la final del Oficial de Primera División, se disputará el 17 del corriente-, no ya sus competitivos planteles juveniles, sino los mayores, volverán a cruzarse. También como aquella destemplada tarde de agosto del ‘92, uno de ellos se ceñirá la corona de campeón. Al menos eso es lo que anhelan ambos. También -como ocurrió con aquella “camada” del ‘92- pueden llegar a compartir el cetro. No menos importante es considerar que Urú y Tala ya tienen los boletos para la próxima XXI edición del Nacional de Clubes.
Después de poco más de dos décadas, Diego Ghiglione -hoy con la madurez adquirida a sus 46 años-, volverá a sentarse en el banco, conduciendo a su entrañable Urú -como aquel 26 de agosto del ‘92, con sus jóvenes e irreverentes 23-, otra vez ante Tala. Me permito imaginar que una multiplicidad de imágenes ya lo deben estar envolviendo y muchas más lo harán el próximo sábado 17. Hoy, a los incipientes siete años que tenía como entrenador cuando tuvo aquella primera gran oportunidad, le agrega la experiencia de todo lo aprehendido en tres décadas de continuo abrevar en las fuentes del conocimiento para entrenar un equipo de rugby. De una cosa estoy seguro: disfrutará de este match, como siempre lo hizo -primero como jugador y luego como entrenador-, al tiempo que la adrenalina se potenciará ante el preciado trofeo que desea atesorar por siempre. Será inevitable. Él es así... ¿porqué habría de cambiar, justo ahora?.
* Periodista