Un 4 de diciembre de 1956 Alejandro Marcial arriba a Río Cuarto proveniente de su natal Serrano “en busca de un futuro y de una nueva realidad” como panadero y echó raíces para dar inicio a una extensa trayectoria en el fútbol infantil que lo convirtió en “el maestro de los niños”.
Cae la tarde en barrio Alberdi, a orillas del río -que le tira un caño al viejo puente negro-, y el sol se esconde en el horizonte. Se escucha una y otra vez, en tono aleccionador: “A dos toques, la paran con la cara interna del pie y la devuelven al compañero”. El claroscuro del atardecer dibuja una silueta entre una veintena de chicos dispersos en la cancha chica de Defensores de Alberdi. Abrazado a una pelota con cascos gastados y con un silbato en la otra mano, don Alejandro Marcial (25/05/1930) entrena a las categorías 2004 y 2007 del “defe”, como hace siete años en este club y unos 63 en su vida.
“La memoria, al elegir lo que conserva y lo que desecha, no sabe de casualidades”
(Osvaldo Soriano)
Al Toque Deportes fue al encuentro de Marcial para rememorar su arribo a Río Cuarto, un 4 de diciembre de 1956, y -con ese pretexto- repasar su extenso periplo en la formación de jugadores que lo llamaron a ser “el maestro de los niños”. “Estaba radicado en Serrano y mi oficio era de panadero. Tenía un cuñado en Río Cuarto que un día me dijo ‘ñato -así lo apodaban- venite para acá que hay trabajo en una panadería’”, inicia su relato don Alejandro. Y continúa con una memoria prodigiosa, “el 4 de diciembre de 1956, a las 17 horas, llegué a Río Cuarto y a las 19 estaba en la Panadería Flores, en Rivadavia al 700, por el trabajo pero me dicen que ya había sido ocupado el puesto. Me largué a llorar, abracé a mi señora y le pregunté: ‘¿Qué hacemos?, nos volvemos o nos quedamos’. Ya me habían descargado los muebles en mi domicilio, en calle Vélez Sarsfield 649, pero el camión aún no se había ido. Finalmente decidimos quedarnos”. Así echó raíces el serranense nacido el 25 de mayo de 1930. “Vine en busca de un futuro y de una nueva realidad”, reafirma y agrega que “mis primeros pasos fueron con el Fray Solá en la construcción de la Iglesia San Francisco en donde trabajé tres días cargando arena en el río para llevar a la obra. Después trabajé en el hotel de las cinco esquinas, Demarchi era el nombre, en donde estuve cuatro o cinco días. Mientras tanto yo buscaba una panadería para trabajar de panadero, que era mi oficio y pasión”.
La búsqueda llegó a su fin: “Encontré una panadería en la calle Moreno 860, era de Oscar Negro, y ahí comencé a trabajar de lo que verdaderamente me gustaba. El 13 de octubre de 1957 tuve el honor de inaugurar una nueva panadería de Negro ubicada en Moreno y Luis Rinaudi. El 1959 me fui a la Panadería Flor de Trigo, en calle Paunero 986, cuyos dueños me conocían porque eran de Laboulaye. En el año 61 salió a la venta una panadería en la calle Mendoza 1080, era de la familia Rotelli, y los mismos patrones me dieron la ayuda para comprarla y trabajar de manera independiente en donde tuve durante 27 años. Primero se llamó Mendoza y después ‘MarJor’, también tuve un equipo con ese nombre (risas)”. Marcial cuenta que “un día me cansé, ya trabajaba poco, y me planté, pese a los llantos de mi señora. En esa época ya entrenaba en Estudiantes y gracias a Héctor Prizzón logré entrar a La Veneciana en donde trabajé 17 años más, pasando por Pre Pan con Bruno Prizzón, hasta jubilarme en 2005”.
“Los ideales son la única forma de saber que estamos vivos”
(Osvaldo Soriano)
“Mi vida fue la panadería, el fútbol y la joda bien entendida, es decir cenar y bailar mucho. En la panadería me tuve que levantar toda la vida a las 2 de la mañana y al fútbol voy de día y me recreo. Son dos pasiones”. Resalta Marcial al comenzar su recorrido por su periplo en la formación de jugadores: “Empecé a dirigir a los 22 años en los Campeonatos Evita que se hacían en mi pueblo”.
El camino inicia en Asociación Atlética Estudiantes en donde permaneció durante casi 20 años: “Fuimos campeones con las categorías 66, 70, 72, 75, 76 y 79 y no había quien les gane a esos equipos. Fue una etapa bárbara. No creo equivocarme pero Martín Herrera y Luis Oste deben tener más de 40 trofeos entre campeonatos ganados y premios a la valla menos vencida y al goleador”. Don Alejandro se detiene un instante, hace una pausa y continúa: “Muchos chicos llegaron lejos y siempre me recuerdan el caso de Pablo Aimar, a quien lo conocí a los 6 años. Él llegó hasta donde llegó no por mí sino porque era buen jugador y excelentísima persona. Siempre le dije a mi señora que el ‘payito’ iba a llegar lejos por lo que es como futbolista y persona, además muy bien acompañado por su familia”. Agrega que: “‘Payito’ marcaba mucha diferencia y esa categoría salió cinco veces campeón. Recuerdo que en un torneo Julio Mugnaini hizo 75 goles y creo que todos fueron por pase de Aimar (risas). ‘Payito’ hacía toda la jugada y se la daba a Julito para que la empuje debajo del arco”. Marcial completa el recuerdo de Aimar con una anécdota: “Una vez pasó a jugar a la categoría 75, es decir a un equipo de cuatro años más grande, y durante el partido se me paró al lado mío y me tiraba del pantalón para que lo ponga. ‘¿Marcial cuándo me va a poner?’, me decía (risas)”.
En su estadía en Estudiantes compartió equipo de trabajo con notables referentes del fútbol regional. En ese sentido, don Alejandro no oculta su admiración: “Fue un lujo y un placer trabajar con ellos. Delio (Remedi) fue un señor y (Francisco) Percello fue un grande, aunque sin dudas que mi maestro fue Jorge Omar Sturniolo porque de él aprendí un montón, además me respetaba mucho. Los tres fueron excelentes compañeros de trabajo”.
Hugo Ferrarese se suma a la lista: “Otro grande, un personaje, un trabajador que siempre quería que las cosas salgan bien. Una vez me llevó a trabajar a Elena y en un entrenamiento le hizo patear a un pibe 20 veces un corner hasta que le salga bien (risas)”. Marcial compartió con el “gordo” un proceso particular: “El Padre Miguel no quiso hacer más fútbol competitivo y se desarmó el San Buenaventura quedándome sin trabajo. Pasé a Renato Cesarini en donde estuve un tiempo hasta que en 1990 se fundó Deportivo Río Cuarto y Ferrarese me llamó para formar parte del equipo de trabajo”.
“Fui Dios”, expresa don Alejandro sobre su paso en el “depor”. “Fue una gran etapa hasta el último día que estuvo, en donde veía cosas que no me gustaban y dije que de esta forma no trabajo más. Terminó la temporada y al otro año no volví al club ni nadie me fue a buscar”, completa. En 1997 Marcial condujo el plantel categoría 89 del “canario” que se coronó campeón del Torneo Centro de la República desarrollado en Corral del Bustos. En 1998 fue entrenador del equipo femenino de Deportivo: “Tenía un equipazo. Muchas veces le ganábamos a los equipos de hombres y también viajábamos a la región para jugar. La 2 era Benítez, muy buena jugadora; ni hablar de Gentile, de barrio Alberdi, un cacho de cinco era; y de 9 jugaba Arias, de la Vecinal San Pablo, que también era muy buena. Recuerdo una jugada de pizarrón (risas), Benítez pateaba el corner y Arias, entrando por detrás, cabeceaba con fuerza terrible”. Uno de los momentos más emotivos de Marcial ocurrió el 3 de abril de 2004 cuando Deportivo Río Cuarto le colocó su nombre al vestuario local: “Ése día me habían robado la bicicleta y el club me regaló una. Lo del nombre fue muy emocionante pero lamentablemente nunca pude tener la placa luego que derrumbaron todo el complejo. Se fue con los escombros, la recogió el casero y me dijo que la tiene en su casa”. La placa en cuestión rezaba: “El maestro de los niños”.
En medio del relato de don Alejandro aparece un paréntesis: “Si hoy vas a la Vecinal San Pablo todavía se acuerdan de mí. Durante cuatro años fui el ‘profe’ del barrio, me querían todos, y llegamos a tener unos 120 chicos jugando. Recuerdo que en ese momento junto al ‘gato’ Miranda, una gran persona que estuvo en la Vecinal Ranqueles, teníamos las planillas con más población de chicos practicando. Lamentablemente después cambió la gestión, entró Claudio Miranda, que fue alumno mío, y nos dejó sin trabajo”.
Finalmente el recorrido llega su última estación: “Cuando vine a Defensores de Alberdi había trece chicos en las inferiores y en este banco donde estamos sentados había trece gomeras después de cada entrenamiento pero con tiempo, trabajo y disciplina fuimos mejorando y hoy entre cancha chica y grande hay más de 200 chicos”. Y remarca: “Tenemos el orgullo que muchos chicos categoría 99 y 2000 que formamos desde 2008 ya llegaron a Primera y hay varios que son pretendidos por otros clubes de la ciudad. Eso quiere decir que estamos haciendo bien las cosas. Hoy tenemos un equipo bárbaro en la categoría 2007 que el año pasado salió campeón de la Liga, ganó el torneo del Deportivo y sólo perdió tres partidos en los últimos dos años”.
>Frases sueltas | Alejandro Marcial:
-Sobre la enseñanza:
“No soy técnico sino que soy un formador. Agrupo a los chicos para enseñarles los fundamentos, nada más. Los chicos aprenden a jugar al fútbol jugando, siempre que uno le vaya corrigiendo los defectos. Los chicos aprenden más en la práctica que en la teoría. Lo digo porque lo aplica hace 63 años y nunca leí un libro, todo se ensaña y aprende a través de la práctica.”
-Pablo Aimar:
“Siempre digo lo mismo: ‘Payito’ me hizo más famoso él a mí que yo a él’ (risas).”
-Un sueño:
“El día que me retire sea en la cancha de Estudiantes y del brazo con el ‘payito’.”
Fotos: Al Toque
Redacción Al Toque