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Opinión

07-12-2015 18:04

¿Bochorno? No. ¡Fraude... y ver-gon-zo-so..!

Por Ángel César Ludueña

Ni Marcelo Tinelli ni Luis Seguro. En las elecciones de AFA ganó la vergüenza.

Ni el prestigioso mago internacional David Copperfield lo hubiera hecho mejor. Imagino que ningún aficionado al fútbol -y también aquellos, a quienes no les despierta ningún interés lo que pasa con la “redonda”- estaba preparado para “ese” final. Las imágenes salían a la luz en forma simultánea por canales de cable de noticias y de los de deportes. No había forma de escapar o evitar enterarse de la “histórica” elección de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en el predio de Ezeiza. Después de hacer zapping por varias emisoras -y sus respectivas frecuencias-, decidí seguir las alternativas por Canal 26 que emitía el programa “En línea”. No sé qué pasó -o pasaba- en los otros canales a la misma hora... Pero debí soportar la histeria de Martín Liberman y los “panelistas” que lo acompañaban.
Eran 75 asambleístas, un número infinitamente menor al que en una sola mesa de elecciones -más importantes que la de la AFA, por supuesto- generales, concurrimos a votar los ciudadanos habilitados por la Ley Electoral para elegir autoridades municipales, provinciales y nacionales. Tampoco era cuestión de tener que optar por decenas de boletas, con listas sábanas y muchas categorías. Era, simplemente, elegir la boleta que llevaba el nombre de “Luis Segura” o el de “Marcelo Tinelli”. Ningún riesgo a tentarse con “cortar boleta”...
Empezaba a hastiarme de las insólitas interpretaciones que desde el piso -y no desde el lugar del hecho- realizaban los ignotos “analistas”; ya comenzaban a ser patéticos al mostrar -y mostrarse- en una alocada carrera entre ellos, manipulando sus celulares, en los que supuestamente les llegaban “datos”, del resultado final. Los dos candidatos ganaban... Los números -mágicamente- aparecían: 42... 38... Techo y piso de un hipotético ganador y las elípticas comparaciones con las horas que vive el país, con el traspaso de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner a Mauricio Macri y la tan meneada “gobernabilidad”...
Seis personas alrededor de una mesa, donde estaba la única urna eran el centro de las imágenes que llegaban a través de la TV. Mostraban con indisimulado orgullo, la urna limpia, una vez que fueron retirados los sobres con los votos. Primera cuenta ensencial: igual cantidad de sobres y de electores: 75. Perfecto. Transparente. La insoportable histeria de los protagonistas de “En línea”, alcanzó su pico máximo cuando advirtieron que una de esas seis personas se tomaba la cabeza con ambas manos. El audio original era escasamente audible y se tornaba totalmente inaudible con el aullido descontrolado de los asistentes al programa de televisión. Las más disparatadas aseveraciones tuvieron lugar.
Mientras se contaban los sobres -no los votos-, éstos eran tomados por la cámara y todo parecía transitar sin sobresaltos. Después siguieron minutos de silencio. ¿Qué pasaba..? Era el turno del recuento de los sufragios... Y llegó la inocultable verdad: empate en 38. De los 75 sobres emitidos por igual cantidad de electores, resultaban 76 votos y no 75. ¿Nadie advirtió que en algún sobre había más de un voto..? Hmmm... Las amenazas al presidente de un club del ascenso -luego corroborado por la prensa- en su domicilio; la partida de otros dos antes de conocerse el resultado y que ya no podían regresar a Ezeiza... Las miradas extraviadas de Segura y Tinelli -uno al lado del otro- tratando de explicar -o mejor, ¿justificar?- lo sucedido... Muchachos, por favor, no aclaren que oscurece...
El nostálgico recuerdo de aquellas clásicas revistas “Goles” y “El Gráfico Sport” me trajeron al presente nombres de dirigentes incuestionables en su conducta como Santiago Saccol (Racing Club), León Kolbovsky (Atlanta), Luis Seijo (Huracán), Valentín Suárez (Banfield), Antonio Vespucio Liberti (River Plate), Pedro Iso (Independiente), Santiago Leyden (Ferro), Alberto J. Armando (Boca), Mariano Mangano (Estudiantes), entre otros. Son los que recuerdo de aquella infancia, reforzando el aprendiza de lectura en la escuela, a través de esas excelsas publicaciones. Ellos y otros contemporáneos no se hubieran permitido siquiera salpicar un acto democrático con el bochorno del fraude... Ni tan sólo con la leve sospecha del mismo.

* Periodista