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Por comenzar
Por comenzar
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Por comenzar
Por comenzar
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Gente. Por todos lados. De todos los tipos, tamaños y colores. Gritos, ruidos, voces. Más gente. Idiomas. Y allá detrás, gente.
(Río de Janeiro, Especial para Al Toque Deportes).- Los Juegos Olímpicos ya están en marcha y quienes pueden ser testigos de cerca se enteran de algunas cosas que quienes miran el evento por televisión no se enteran. Y del mismo modo pasa al revés. La medalla dorada de Paula Pareto llegó algo tarde a los oídos de los argentinos que caminan la “ciudad maravilhosa”, pero ellos si fueron testigos de estaciones de trenes que todavía no funcionan de la mejor manera y de un servicio de guía que orienta y desorienta. Las dos cosas a la vez. Así está Río. Exige los sentidos despiertos al 100%. Los ojos bien abiertos y los oídos bien atentos, para que las calles no se lleven por delante a los turistas, con mapa y todo.
Para acceder a Deodoro, una de las cuatro zonas donde se disputan las competencias olímpicas, hay que tomar un tren hasta la estación central Brasil y de allí partir rumbo a la estación Vilha militar. Estación que actualmente permanece cerrada por el temor de las autoridades de que colapse. Para llegar a las canchas de hockey que forman parte de Deodoro, los turistas deben hacer una parada más y de allí, descender del tren y caminar cerca de dos mil metros. Atravesar varios controles y vallas y turistas que, deseosos de llegar, aplican el argentinismo “colarse” y se adelantan algunos lugares pese a los murmullos del resto. “Bon día. Bon jogo”, dicen quienes entregan las entradas ante las caras largas de quienes las reciben con sed de olimpíadas. Ya no hay fair play que valga. Quiero entrar, dicen esos ojos.
A la vuelta. Más historias. “¿Ustedes hicieron toda esa cola?”, preguntó una mujer que cruzamos en el tren de ida. Si, fue la repuesta natural. A lo que se vino un torbellino de sutiles agravios que hacían alusión a lo inocentes que fuimos. Ella, oriunda de Buenos Aires, orgullosa, logró entrar bastante antes y a la vez consiguió que Luciana Aymar, afamada ex jugadora de Las Leonas, firme la camiseta de su hija. Yo, tranquilo. Yo, argentino. También.
Y habrá pibes brasileños en el tren que nos van a decir que Pelé es mejor que Maradona porque tiene tres copas del mundo. O que Messi no sabe patear penales. Y los vamos a gastar diciendo que se comieron siete y nos vamos a terminar sacando una foto y sonriendo juntos.
Y así estamos. Hoy, la selección argentina sub 23 juega contra Argelia y vamos a estar ahí, con el grito trepando por las vías del ferrocarril. De la misma manera que gritaría si fuera handball, o tenis, o rugby. El grito y los colores son uno. Y la pasión y el amor son cuestiones que escapan a los negocios. Porque testarudo, torpe, terco, bruto, ordinario, pícaro, ventaja y todo eso. Pero argentino. Siempre.
Por Facundo Sánchez