Unión jugará la final por el tercer ascenso a Primera A contra Centro Cultural Alberdi. Qué implica la cita para la institución de Olaeta.
Hace tiempo me enseñaron que las notas periodísticas no se escriben en primera persona. Hoy la verdad poco me importa aquel aprendizaje y así lo hare, hablando y redactando desde el corazón. Cuando lo minutos corrían y las noticias eran auspiciosas mucha emoción invadió mi cuerpo y tocó hasta el último centímetro del alma. Me emocioné, abracé a “Berlu” porque sabemos que es actor principal de todo el sueño del cual no queremos despertar.
También debo reconocer, y reprocharme a la vez, que ayer fui a cerrar el año. Para mí era el partido final. Estaba convencido que Unión ganaría su partido pero las esperanzas eran pocas por lo que harían los demás.
El festejo inició minutos antes del final de partido, los chicos entraron colmados de felicidad y abrazados nos convertimos en un solo. Las lágrimas de Mirco, la emoción del “Guille” y el “Leo”… me acuerdo de ellos porque son los pibes del club, lo más jóvenes. Es increíble pensar que ellos corrían desesperados a sacarse una foto con nosotros y los muchachos de primera cuando daban sus primeros pasos en la Liga Independiente. Hoy no solo corren, sino que juegan, chocan, se caen y se vuelven a levantar representando al club de sus amores. El club de todos, el de Olaeta, porque Unión es Olaeta.
Entre la muchedumbre embriagada de felicidad me cruce con el “negro” Alcoba y el abrazo representó tantas sensaciones. Con él pensamos diferente en millones de cuestiones futbolísticas pero coincidimos en algunas también y lo importante es que nunca nos bajamos del barco, siempre adelante domingo a domingo. Qué decir del “Jere”, es un amigo que me dio la vida, un tipo que se merece esto que vivimos.
Unión es la mezcla justa de amor, sacrificio y humildad. Tengo la certeza que es el más humilde de todos. No me cansaré de decir que es un sueño, producto del sacrificio de muchos. Yo nombraré los míos. “Sofi” y mi señora en primer lugar. Ya ni sé cuándo almorzamos juntos un domingo, me aguantan mis ausencias y me reciben con la alegría de un triunfo aunque no siempre gane Olaeta. Mi viejo, que delegó el amor por los colores. Mi vieja, que soportaba mis locuras cuando la juventud era más impetuosa. “Vale”, mi sobrino, que ya viste los colores y ojalá pueda vivir una final como la que empezamos a jugar desde el instante en el que terminó el juego ante Renato Cesarini. Quizás pueda comparar amor con la familia, pero no lo haré porque Unión es mi familia. Ojalá Sofía no me salga riocuartense y tenga este amor por Olaeta que siento y es tan difícil de pensarlo, imaginen de escribirlo.
Sentí ganas de llorar; de felicidad, claro está. No pude hacerlo quizás a causa de que viví semanas alteradas y no pude disfrutarlo como se debe.
Es un sueño, no quiero despertar. Imagino una cancha repleta como siempre anhelé. Una fiesta olaetense. Bien nuestra, con el arraigo de dolor de tener que irte de Olaeta y siempre con las ganas de volver, un minuto, un rato o una vida. La cuestión es pegar la vuelta.
El lunes, con el cansancio propio de un domingo agitado, amanecí más temprano de lo que marcaba el reloj, quizás por la adrenalina, no sé. Sí estoy seguro que sentí la emoción que nunca sentí: ser finalista con Unión. La lágrima dijo presente en ese momento. Gracias a todos por el sueño, difícil pero no utópico. Vamos tras él. Gracias.
Por Carlos Cuello