“Por favor no vendan más entradas, no vendan más....”. El clamor venía del oficial a cargo del operativo de seguridad de la Policía de la provincia de Córdoba cerca de las boleterías donde los locales o imparciales compraban el boleto para ingresar al estadio “Ciudad de Río Cuarto”.
El reloj marcaba las 18.45 del domingo 19 de abril de 2009. Los dirigentes "celestes" querían llenar la cancha y la venta de entradas no cesaba. De a poquito, los pulmones que dejaba la policía se fue corriendo en la tribuna Oeste, en la alta que da a la Avenida España, en la cabecera Juan Carlos Grassi fueron desapareciendo y quienes debían velar para que nada sucediera comenzaron a encomendarse “los que eran creyente” para que nada sucediera.
Y qué fiesta que se vivió. ¿Siete mil quinientas, ocho mil, nueve mil, diez mil almas...fueron las que latieron en el estadio?. De números y de cálculos lo dejo para los contadores, pero por latidos del corazón, millones de palpitaciones se escuchaban en el reducto “celeste”.
No se porqué, pero debo confesar: ¡Qué caballerosidad deportiva la de los simpatizantes de Atenas!. Pregunto: ¿Cuántos se aguantan una retirada en paz, masticando bronca sin producir un solo incidente?. En este sistema donde sólo el triunfo vale. Donde perder en un encuentro de fútbol es casi algo de vida o muerte. Los seguidores del “albo” conocen el sabor de la victoria en los clásicos en el torneo Argentino B, porque disfrutaron de las mieles de cinco victorias seguidas y ahora comenzaron a devolver con algo "los gastes" que hicieron felices a los hinchas del elenco de la Avenida Marconi.
Y en el festejo Estudiantes también se midió. Sabe que nada está definido para llegar a obtener el objetivo de estar en las semifinales del torneo Argentino B. El paso fue importantísimo, pero no determinante. Quedan doce puntos en juego y sólo se han disputado seis.
Llegué a la cancha a las 15.45, con la esperanza y las dudas que todo trabajador de prensa y la comunicación lleva a una cancha de fútbol, por la violencia, por el arbitraje, por la transimisión, para que no fallaran las salidas de los compañeros y porque mí hijo se ponía al hombro la producción en el estadio y Gerardo en estudios. El haber puesto la transmisión al aire por la 103.5 “Los 40 Principales” a las 16.30, nos tranquilizó. Más aún, rejuvenecí casi 25 años. Cómo cuando era adolescente y llegaba desde mí pueblo natal a presenciar a ese escenario un partido definitorio de los ya desaparecidos regionales.
La primera imágen fue la de los pequeños con camisetas “albas” y “celestes” a las 16.35, apenas se abrieron las puertas de ingreso. Pese a que por TV y codificado llegaba Boca – River, comenzaban a colgar sus trapos, esos de barrio Buena Vista, del Barrio Brasca, de tanto y tantos lugares... Fue allí que interiormente me dije: Estamos vivos, el fútbol nuestro sigue vivo, no duele el hambre, no quema el frío, brilla el sol, para que en una tarde-noche de abril, los riocuartenses nos hiciéramos un regalo grande... el que merecemos cómo sociedad... donde se festeja la victoria deportiva y se mastica bronca por la derrota en un partido.... pero nada conduce a la violencia.
Las palpitaciones ya se fueron. Eran pasadas las 22.00 cuando ya me había cruzado con un amigo de la vida: “Marcos...”. Mí hijo –Juan Manuel- me había acompañado en la transmisión en La Previa, había cumplido con creces y sentí el orgullo interno de padre. Ya Gastón –cada vez relata mejor- había dejado su sello en el grito del gol de Di Santo. Atrás habían quedado las voces de Franco, Pedro, Diego, Marcelino.
Gerardo y Julio se habían cargado la página al hombro y estaban llegando a su fin, pese a que en el básquet no llegaban buenas noticias para los equipos de Río Cuarto.
Era el fin de un domingo. Podíamos decir estamos vivo. Podíamos exclamar cómo riocuartenses: El fútbol está de pié y Estudiantes y Atenas despiertan una pasión inconmensurable, sin violencia y con la familia colmando el estadio.
Carlos Valduvino – Redacción Al Toque