Por Carlos Valduvino (*)
El empate ante el seleccionado de Perú en la Bombonera puso a la Selección Argentina de fútbol en el umbral de la clasificación, el repechaje o la eliminación para la fase final del campeonato Mundial que se disputará en Rusia 2018.
Lo que no deberá perderse de vista –cualquiera sea el resultado en la altura de Quito-, es que en este negocio que crece en forma inimaginable, hoy, nos hace vivir una crisis muy profunda donde si no modificamos actitudes, seguiremos observando el negocio, sin analizar el juego, que es allí desde donde se consiguen resultados para hacer crecer o decrecer el negocio.
De la primera fase final de un campeonato mundial que mi memoria tiene recuerdos es la de Alemania 1974. Argentina estaba allí con Daniel Carnevali, Ubaldo Fillol, Miguel Santoro, Roberto Perfumo, el “Ratón” Ayala, Miguel Brindisi, Enrique Wolf, Aldo Poy, René Houseman, entre otros, y el “Polaco” Vladislao Cap como entrenador.
Radio Ranquel, AM 1010, para seguir los “despachos diarios” que mandaba Miguel Ángel Musto desde el país “Teutón”, y TV en blanco y negro, colocando la antena desde el pueblo con los televisores Pretelev apuntando hacia Córdoba o Rosario para ver bien nevado, y en casa de vecinos –en la nuestra solo estaba la radio para saber las noticias que pasaban en el mundo-, los partidos de Argentina.
Y debo decir que desde siempre y hasta nuestros días, el fútbol se transformó en mí, en una disciplina deportiva que me atrapa, me apasiona y no me deja de sorprender cómo el capitalismo se enseñoreó de este juego, que es el más convocante del mundo.
Y desde allí surgen todas las derivaciones.
El Mundial 1978 nos hizo festejar, y desde mi pueblo Chazón fuimos a “festejar” el título al pueblo vecino Santa Eufemia. Años más tarde conocería la dolorosa historia, aún hasta hoy muy poca hablada con mis hermanos, porque ellos estudiaron en esa localidad, y en esa localidad la dictadura militar que gobernaba en ese momento, hacía casi un año había hecho desaparecer una persona de allí y una familia sufría el dolor de la dictadura más cruel. Alberto Armando Garbiglia había sido jugador de “Los Patos”, pero ya hacía un año –no hay fecha cierta de su desaparición, se calcula que fue en junio de 1977, cuando cursaba tercer año de Abogacía en Córdoba- que no tenía contacto con sus padres. Aún hoy se lo recuerda en las marchas de los 24 de marzo.
Llegó la fase final de 1982 y la guerra de Malvinas nos entrecruzó en sentimientos de jóvenes. Los que nos "salvamos raspando” de no estar en el frente de batalla –la mayoría fueron soldados clases 1962 y 1963- sólo esperábamos que el seleccionado de César Luis Menotti –por primera vez en la historia de la AFA un técnico tenía continuidad de una fase final de un campeonato mundial al otro- nos diera alegría, porque más allá de Fillol, Passarella, Tarantini, Kempes, Ramón Díaz y el resto, estaba el “más grande” Diego Armando Maradona.
El primero en color
El no haber participado de la fase final del campeonato Mundial México 1970, recién cuando ya estaba en el maravilloso oficio de periodista me hizo conocer que la primera vez que el mundo –aún partido en dos, entre capitalismo y socialismo- pudo seguir un partido por TV en color, fue el primero realizado en México.
Argentina no participó, por lo que no sorprendió que en 1974, en Argentina, los partidos se observaran en blanco y negro. Es más, no hay escritos de esa época que lo especifiquen.
En 1978, la mayoría del pueblo argentino siguió el Mundial en televisores blancos y negros, y sólo algunos pocos cines de capitales de provincias o ciudades con grandes poblaciones –como Río Cuarto- pudieron ver la final Argentina – Holanda en las salas de cine.
Fue en 1982 cuando apareció el color masivo en las pantallas de TV y el surgimiento de un dirigente, un jugador y un técnico: “El hombre” fue Julio Humberto Gondona, y el jugador, Diego Armando Maradona. El técnico, Carlos Salvador Bilardo, y un campeonato mundial muy festejado en México 1986.
No estuvimos
El 1 de agosto de 1969, Argentina empataba 2-2 con Perú en la Bombonera y perdía la eliminatoria del Mundial de México 1970. En un intenso partido, el seleccionado albiceleste sufría una de las más duras decepciones de su historia ante un extraordinario equipo peruano, que contó con jugadores de la talla de Teófilo Cubillas, Hugo Sotil, Héctor Chumpitaz y Oswaldo Felipe “Cachito” Ramírez.
Por ese entonces, la dictadura de Juan Carlos Onganía había intervenido la AFA en forma sucesiva desde 1966, con administraciones que arrojaron malos resultados deportivos y turbios manejos administrativos. A lo largo de 1969 hubo cuatro interventores: Armando Ruiz, Aldo Porri, Oscar Ferrari y Juan Martín Oneto Gaona. Ruiz, vinculado a Racing, asumió en enero de ese año y designó como entrenador de la Selección a una vieja gloria de su club, Humberto Maschio, a quien, a pesar de su poca experiencia como técnico, se le encargó la misión de clasificar al equipo para el Mundial, que al final quedó trunca.
Tal vez por ello, el Mundial 1970, el del Brasil de Pelé, no haya quedado registrado en mi memoria juvenil y sólo en el que comenzó a “bucear en las aguas” profundas que hay detrás de la pelota.
La última vuelta Olímpica
En septiembre de 1985, un terremoto sacudía México. El aparato informativo de la FIFA en todo el mundo comenzó a expresar desde enero de 1986 que “el mundial no corría peligro”.
Argentina llegó a los tumbos y de última. Eliminatoria durísima, con un duelo entre “bohemios” –trabajo de César Luis Menotti- y “duros y disciplinados” –tarea de Carlos Salvador Bilardo-.
En el medio, el grupo de comunicación del diario Clarín con tapas y todos los días algún defecto que buscaba en la Selección Argentina.
Julio Humberto Grondona sostuvo con capa y espada a “su” técnico. César Menotti había sido elegido durante el proceso de reorganización nacional y cuando Don Julio llegó a la presidencia por el voto de los clubes a la presidencia de la AFA, lo mantuvo en el cargo. Claro, era el campeón del mundo, y con todo el aparato de propaganda sosteniéndolo –diario Clarín y radio Rivadavia, a través de la Oral Deportiva-.
El gol de Ricardo Alberto Gareca para señalar el 2 a 2 tras una corajeada del capitán Daniel Passarella ante Perú le dio al equipo de Bilardo la clasificación a la fase final.
En México nació un equipo, fue campeón mundial y se consagró un ídolo mundial de muchas generaciones de apasionados del fútbol: Diego Armando Maradona.
Hasta nuestros días
Italia 1990, fue derrota en la final con Alemania; Estados Unidos, 1994, clasificación tras haber dejado en el camino a Australia y con Alfio Basile yendo a buscar a Diego Armando Maradona para que volviera a jugar, y después en una maniobra no muy clara, aún hoy, ese mundial termina para Argentina –más allá de que después jugó otros dos partidos- con la ya fase famosa de Diego: “me cortaron las piernas”.
Acá ya era todo negocio. Aunque en juego, Argentina era el potencial campeón del mundo. Termina triunfando Brasil en una final ante Italia para el olvido.
La tarea de defensa del prestigioso médico Roberto Peidro no hizo falta. Don Julio, el que llegó a tildar de mufa a Diego, ordenó dar por terminada la discusión y puso punto final a la participación de Diego en el Mundial.
El final de la historia es conocido. Allí, ya el negocio comenzaba a sobreponerse al juego. El interés económico por sobre el resultado de un juego colectivo llamado fútbol.
Cambios y más cambios, pero el mismo timón
Pasaron Francia 1998, Corea y Japón 2002, Alemania 2006, Sudáfrica 2010, Brasil 2014, y Argentina siempre llegó a la fase final.
En los ciclos de Daniel Alberto Passarella, Marcelo Bielsa, José Pekerman, Diego Armando Maradona y Alejandro Sabella, siempre Julio Humberto Grondona manejó los hilos políticos de AFA.
Durante esos 35 años, Argentina tejió “alianzas y desalianzas” políticas con el poder de turno que tocara. Pasó de “derecha a izquierda y a centro” sin ningún sentido de culpa: solo un interés, hacer crecer el negocio, pero no descuidando el juego.
Tan es así, que en su ocaso como dirigente, el seleccionado argentino llega nuevamente en 2014 a jugar el partido más importante de un campeonato del Mundo como es la final.
Tres años y días
Han pasado tres años desde el fallecimiento de Julio Grondona hasta aquí.
De Sabella a Sampaoli la selección se devoró a Gerardo Martino, no sostuvo a Edgardo Bauza y ahora, todo ese poder se encuentra a 90 minutos con Jorge Sampaoli, de retroceder a la fase mundial de 1970, repechaje de 1994, o clasificar directamente a la fase final como se hizo en forma ininterrumpida desde 1974 a la fecha -con la excepción del ’94 ya citada-.
La inestabilidad institucional tiene que ver. De Luis Segura, a un empate en 38 cuando eran 75 los asambleístas habilitados para votar entre éste y Marcelo Tinelli, pasando por el triunvirato que impuso FIFA con Armando Pérez como presidente, hasta llegar a la elección del presidente Luis “Chiqui” Tapia, con el ascenso, el interior, Boca e Independiente como escudero, y con San Lorenzo y River, fuera de la mesa chica del poder. Esto también juega su partido antes de los noventa y cuando concluya el mismo.
Es por eso que estar o no estar en la fase final del Mundial Rusia 2018 para la Asociación del Fútbol Argentino le significa que ingresen o no a sus arcas 35 millones de dólares.
No es casual que el “negocio” de la selección haya retornado a “La Boca”. No fue porque la “Bombonera late”. Un negocio de cifras millonarias en dólares no se concibe que no esté bajo el dominio del territorio de quienes tienen el poder hoy en el gobierno nacional, AFA, Conmebol y FIFA.
El martes, el resultado podrá darnos la alegría de estar en Rusia 2018 y un hecho deportivo tapará una vez más circunstancias sociales más trascendentes con las que convivimos a diario.
Detrás de la pelota hay intereses empresariales, políticos deportivos, gubernamentales y los negocios económicos –entre ellos los de la televisación en la era digital-, que son los que han tapado el juego. Si no se sale de esto, pasarán dirigentes, técnicos y jugadores, pero los resultados deportivos -el último, obtenido hace 31 años- estarán cada vez más lejanos.
(*) Periodista