Por Leonardo Gasseuy
En 1971 Klaus Martin Schwab organizó una reunión en una aldea suiza llamada Davos con un solo objetivo: que los empresarios europeos aprendan de sus colegas norteamericanos a obtener una mirada global en el mundo de los negocios.
Es una villa de sky que se hizo muy conocida por su sanatorio porque los enfermos de tuberculosis buscaron una cura en el aire fresco y despejado. Está ubicada a 1700 metros de altura y queda a 271 kilómetros de la capital Berna.
Lógicamente que las potencias mundiales, por esa época muy preocupadas por el aislamiento que generaba la guerra fría, aprobaron este foro para, con el tiempo, quedarse con el protagonismo principal y corporativamente marcarle la agenda al planeta.
Hoy, a 47 años de su inauguración llegaron 70 jefes de estados, 1.900 empresarios de firmas dominantes y medios de todo el mundo rendidos ante la presencia de un Donald Trump abanderado del proteccionismo a sus intereses con “muros” de exigencias y un irónico sentido desglobalizador. Todos aplauden, aprueban y atienden su juego. La mejor distribución de la riqueza y los protocolos ambientales son solo excusas mentirosas que disimulan roscas comerciales y políticas entre los poseedores de la riqueza mundial.
Juan Mata es un futbolista español que en abril cumplirá 30 años. Nació en Burgos, extremo norte de España, en una familia humilde y transitó una niñez sin necesidades. Fue campeón del mundo con su selección en Sudáfrica, hoy juega en el Manchester United, posee fama y millones pero antes que nada inquietudes sociales que rompen el estereotipo del deportista exitoso.
Con la misma claridad que en la cancha decidió sumarse y liderar, junto a la organización Streetfootballworld, la iniciativa solidaria Common Goal. Su idea y gestión es muy simple. Quiere que todos los deportistas del planeta donen el 1% de su sueldo mensualpara constituir un fondo colectivo. Ese capital se utiliza para apoyar a distintas organizaciones sociales alrededor del mundo.
En África focalizó la ayuda en la prevención del SIDA y el acceso al agua potable. En Latinoamérica la inclusión social y la discapacidad y en Europa ocuparse de la inmigración, prioritariamente el acceso a la educación de los niños que siguen a sus padres escapando de la pobreza de África y la guerra en Oriente Medio.
Los pasillos y salas de Davos representan una frugal ocasión para pertenecer. Cada participante, cualquiera sea, paga una inscripción de 17 mil euros y los costos de las membresías de las multinacionales alcanzan montos altísimos.
El Fondo Monetario Internacional, con su directora gerente Christine Lagarde a la cabeza, audita cada una de las salas y es una de las figuras más activas en Davos. Esta semana publicó en su blog una nota que comienza señalando que "atacar la desigualdad no es sólo un imperativo moral, sino que es crucial para que el crecimiento sea sustentable". Este racimo de banal palabrerío sirve de hipócrita fachada para que los técnicos de ese organismo exijan a los jefes de estados endeudados reconfirmar ajustes y alinear las pautas que deben cumplir.
Mata reconoció que los futbolistas y su mundo viven en una burbuja y la vida real acontece fuera de ella. Estuvo esta semana en Davos en un sector del complejo hotelero diametralmente opuesto a quienes marcan tendencia. Su organización pide analizar no el aumento de la pobreza si no en la reducidas manos que se concentra la riqueza.
No existe nada mejor para el emprendedor social que ver reflejado el entusiasmo de quienes se suman y el efecto contagio que genera para engrandecer la obra. Se acoplaron Chiellini -Juventus -, Scmeichel – Leicester - , Hummels - Bayern Munich - y varios más. Sus miradas desde lo práctico y la acción son convincentes y ejecutivas. Quieren un mundo mejor. Quieren que los futbolistas miren mejor al mundo. No es poca cosa en un ámbito de tanto egoísmo.
Davos no habla de la situación migratoria. De hecho es el principal problema que tiene que resolver Europa. Pero de qué manera hacerlo cuando es directamente proporcional la migración hacia África de las multinacionales de los pesticidas. La agenda no ampara la muerte.
Por un lado anda Elton Jones, Bill Gates y Jack Ma, el dueño de Ali Baba, tratando de engendrar una neo globalización para solidificar el mercado electrónico. Por el otro Mata y su gente pensando en dar para cambiar. Todos bajo un mismo techo, tan comunes y tan distintos.
Voltaire dice que “la incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza absoluta es a veces cruel y absurda”. Termina otra edición de Davos, nada va a cambiar. Quienes gestionan al mundo amplificarán sus negocios y su ceguera. Son los mismos que evaden impuestos, que no permiten que en sus compañías se organicen cuerpos sindicales, que no cumplen con las condiciones de trabajo de sus empleados para aumentar sus ganancias y que unánimemente arman compañías offshore en paraísos fiscales.
Son coherentes. Validan sus credenciales mercantiles y de vida con la eficacia y frialdad con la que dominan al mundo. Por la otra punta Juan Mata intenta cambiar ese escenario. Parece poco, es mucho.