Al verdadero hincha de Independiente Dolores debe haberle causado una profunda tristeza y vergüenza ver el comportamiento de un puñado de salvajes, mal llamados hinchas del “rojo”.
Finalizado el clásico entre las divisas cabrerenses, Dolores se retiró cabizbajo hacia la zona de vestuarios, mientras que, lógicamente, Ateneo se reunió con la hinchada a festejar el triunfo obtenido. Todo se desarrollaba con normalidad hasta que, pasados unos quince minutos, los jugadores se dispusieron a retirarse del campo de juego del nuevo “fortín rojo”. Allí comenzaron a llover proyectiles, provenientes de la tribuna este (al lado de la salida a vestuarios), donde se ubicó la barra de Dolores, conocida como “la banda del desierto”.
Los jugadores de Ateneo esquivaban la pedrada, pero no podían salir del terreno porque el ingreso a vestuarios está exactamente al lado de donde estos cavernícolas arrojaban cuanto objeto tuviesen a su alcance.
El letárgico accionar del operativo de seguridad pudo detener a algunos, mientras que otros escaparon hacia otro sector para continuar con su lamentable actuación. Tuvo que intervenir José Alovero, DT de Independiente Dolores, para terminar de apaciguar a estos barbaros que destrataron a los jugadores del equipo rival.
Hasta un colega de un medio local casi resulta herido, cuando en medio de una nota periodística a Gerardo Acuña debió ser empujado por el propio jugador para que no recibiese el impacto de un proyectil.
Fue un momento para el olvido el que se vivió en General Cabrera y algo similar ocurrió hoy en el barrio Santa Rosa, en el partido entre Sportivo Municpal – Helitzka. Todavía hay gente que parece no entender el significado de la palabra “deporte” y se cree con derecho a agredir físicamente a sus semejantes. Ni en un partido de futbol, ni en cualquier otro orden de la vida es concebible la violencia.
Es una sensación contradictoria la que se genera al enunciar un escrito de estas características. Por un lado, estamos esperanzados y no claudicamos en nuestro trabajo de la comunicación para tratar de generar conciencia en la colectividad, pero por el otro, esto parece ser ya una enfermedad crónica en la sociedad argentina.
Redacción Al Toque