Por Leonardo Gasseuy
(San Petersburgo, Rusia).- Como lo presagiamos ni bien arribamos a este lugar en donde las noches son luminosas, San Petersburgo le arrojó luz a la selección de Jorge Sampaoli. Las sensaciones que se vivieron hoy en el estadio de Zenit dan muestras elocuentes que un milagro puso a la Argentina en octavos de final. La enorme presencia de hinchas argentinos y el dramatismo que se vivió no es común ver en este tipo de instancias en una Copa del Mundo.
Se terminaba el partido y Argentina estaba quedando eliminada. Mucha sangre estaba empezando a correr por el puente de los analistas. Pero cuando el partido expiraba apareció Marcos Rojo para desnivelar un juego que era complicado. Es difícil describir desde lo emotivo lo que hemos vivido. Una previa cargada de ilusión y optimismo, alegría tras unos 45 minutos iniciales auspiciosos en cuanto al resultado y por la manera de cómo Argentina dispuso tácticamente las piezas, y tensión y sufrimiento durante todo el segundo tiempo.
En el complemento fue vital el aliento de los más de 40 mil simpatizantes que mantuvieron el romance vivo con nuestro equipo, dejando de lado todo lo que se ha vivido en estos días. Al único que cuestionaron, y se lo dejaron bien marcado, fue al entrenador. Para con los jugadores, con Lionel Messi encabezando la lista, fue acompañamiento permanente.
San Petersburgo te genera la sensación que no descansa nunca, que se sumerge en la luminosidad. Es en esta ciudad, en donde Argentina encontró la claridad que la depositó en los octavos de final, instancia en la que enfrentará a Francia.
Redacción Al Toque