Por Ángel César Ludueña (*)
Hasta ese momento, un tridente -cuyos nombres propios eran Córdoba, Río Tercero y San Francisco, enunciados sin ninguna pretensión ordinal- ejercía una fuerte hegemonía en la cima del basquetbol cordobés. No sólo eran siempre firmes candidatos a coronarse campeones de los clásicos provinciales de basquetbol de selecciones mayores. Acaparaban las definiciones de estas competencias apasionantes en las sedes que se desarrollaran. Eran toros en rodeos propios… y torazos en el ajeno.
Creo que nadie podía apostar por la ruptura de esta situación, que siempre fue una suerte de “status quo”. Menos aun cuando aquel lejano domingo 3 de mayo del ’98, en nuestra ciudad, el seleccionado de Río Cuarto -bajo la conducción de Adrián “Pelo” Ávila-, cayó en su debut frente a su par de Córdoba capital por un concluyente 95 a 72. La historia hasta ese momento se componía de algún éxito -resonante- aislado ante alguno de los “3 grandes”… Las probabilidades eran menores frente a los capitalinos.
Para quienes pertenecen a las nuevas generaciones de basquetbolistas y aficionados al baloncesto, es oportuno recordarles que por cantidad -y como añadidura, algún grado de calidad- de equipos federados a la Asociación Cordobesa de Basquetbol, ésta siempre aparecía un peldaño más arriba que el resto. Sin embargo, los conducidos por Ávila, asimilaron aquel doloroso traspié en el debut y empezaron a escribir páginas esperanzadoras hacia adelante.
Hoy se cumplen dos décadas del máximo hito alcanzado por el basquetbol local. Y mucho más se potencia cuando se advierte que la definición de aquel novedoso formato de competencia, ubicaba al quinteto asociativo local, jugando en condición de visitante. Frente suyo, uno de los seleccionados dominantes, uno de los equipos que sostenían con mano férrea la hegemonía antes aludida.
La ciudad de San Francisco -escenario de tantas batallas y conquistas épicas del “celeste”-, vio -y se rindió, sin remedio, a los pies de aquel insolente adversario- cómo se quedaba con las manos vacías. El 2 de agosto de 1998, el mítico estadio “Luis Ferreyra” de El Tala, asistió a la primera y única consagración del basquetbol de Río Cuarto, en la categoría mayores, a nivel de selecciones.
El quinteto conducido por Adrián Ávila -secundado por Guillermo “Willy” Auzmendi como ayudante técnico, Marcelo Flordelmundo como preparador físico y el utilero Armando Maldonado-, a las 19.45 -momento en que la chicharra marcó el fin del encuentro-, vencía por 81 a 70 al local, en el tercer y definitivo encuentro final. La serie había comenzado a fines de julio en Río Cuarto, con la victoria del seleccionado local por 96 a 76. El sábado 1 de agosto -también en el gimnasio “Luis Ferreyra”- se disputó la revancha, donde el quinteto conducido por el legendario Roberto Galliano, se impuso -ajustadamente- por 92 a 91.
¿Qué sucedió entre el 3 de mayo y el 2 de agosto de aquel año? ¿Cómo fue que después de un debut adverso -y de gran impacto-, los riocuartenses estaban entregados a la tradicional costumbre de cortar los cordones de los cestos del escenario donde minutos antes se habían consagrado? El equipo no se amedrantó y fue construyendo una solidez de juego a medida que pasaron los encuentros.
Hasta esa edición del provincial -la quinquagésima tercera edición del torneo organizado por la Federación Cordobesa de Basquetbol-, dos de los tres “grandes” integraban una misma zona. Ergo, era inevitable que Río Cuarto le tocara competir en el mismo grupo con por lo menos uno de ellos. No recuerdo que nunca antes hubiera tenido que integrar -justamente- un grupo con dos de ellos.
Pues bien, aquel torneo del ’98 fue la excepción. Entre sus adversarios en la etapa clasificatoria estaban nada menos que Córdoba y Río Tercero. Uno de ellos, podía alimentar alguna remota esperanza de éxito; pero dos… El grupo se completaba con Oliva.
La Federación Cordobesa de Basquetbol había dispuesto que la competencia -al menos en algunos aspectos- se asemejara a la afamada NBA. Así, se le llamó -a cada zona- “Conferencia” y también se identificara con dos de los cuatro puntos cardinales. En este caso, Oeste y Este. En esta última, participaban San Francisco, Morteros, Villa María y Nordeste.
La consagración final del elenco conducido por Ávila, tuvo, previamente, otros resonantes éxitos que también fueron históricos. Al tropezón sufrido en la primera fecha y en condición de local, frente a Córdoba, le siguieron tres trascendentales victorias frente a formaciones poderosas. Primero, el 17 de mayo, en Río Tercero, al “albiverde” lo venció por 88 a 86; después, el 5 de julio y en Córdoba, se impuso a los capitalinos por 79 a 64.
El paso final a la disputa por el título, lo dio el 12 de julio, en nuestra ciudad, oportunidad en la que superó a Río Tercero por 98 a 96. La etapa clasificatoria se completó con dos éxitos -no menos importantes, pero necesarios para aspirar a estar en los primeros lugares- frente a Oliva.
A diferencia de lo que históricamente había sucedido hasta entonces, primero dejó fuera de la serie final a dos seleccionados siempre poderosos: Córdoba y Río Tercero. En el último esfuerzo por alcanzar la cima, doblegó a otro clásico -e histórico- candidato, como siempre lo era, el de San Francisco.
Haciendo abstracción de cualquier otro tipo de consideraciones que enaltecen -unas- u opacan -otras- y que son todas opinables, sobre aquella histórica conquista del baloncesto riocuartense, aquella consagración -de la que hoy se cumple el vigésimo aniversario- entró a la historia del deporte local. Fue una página dorada, que a pesar del tiempo transcurrido -y de los tiempos por venir-, mantendrá inalterable el brillo que enorgullece a todos.
Un plantel con hambre de gloria
El esfuerzo por contar con un plantel jerarquizado, como pocas veces antes, fue un ambicioso objetivo para la Asociación Riocuartense de Basquetbol. El titular -entonces- del organismo local, Oscar Auzmendi -miembro del Comité Organizador del Mundobasquet Argentina ’90 y, también, líder de la Federación Cordobesa de Basquetbol-, junto a quienes lo acompañaban, puso su mejor esfuerzo por esto.
Un antecedente aún vivo -pese al paso del tiempo-, era el Provincial de Mayores de Febrero del ’79, cuando los santafecinos Ricardo Gómez y Julio Carignano, fueron convocados por el técnico cordobés -otra incorporación ajena al básquet local- Luis “Macho” Rissi. En la época de esplendor de esta singular competencia, muchos basquetbolistas destacados del interior, integraban los planteles de clubes de Córdoba.
Cuando llegaba el momento de los históricos provinciales, entonces no dudaban: defendían la camiseta de la asociación a la que pertenecían. Recuerdo un puñado de casos: los hermanos Rubén y Oscar Diz -de Atenas de Córdoba- en Río Tercero; el “gringo” Germán Gerlero -de Instituto de Córdoba-, también en el “albiverde”, Antonio Rubiano -de Instituto-, lo hacía, generalmente, por su natal Oliva, aunque en algunas ocasiones -cuando la asociación de pertenencia no clasificaba-, integró los planteles de Córdoba capital.
La experiencia de Fabián López -jugando en la Liga Nacional-, junto a figuras de una generación que le siguió y también integró planteles altamente competitivos como Rafael Costa, Aldo Rissi y Maximiliano Reale; promesas como Luciano Aiello y Javier Llanos y foráneos de aceptable nivel en un tercer nivel de la competencia nacional como Ariel Bernabei y Silvio Leyría, por ejemplo, fueron los pilares de aquel equipo.
Para ese momento otros equipos no contaban con figuras legendarias como sí ocurría en torneos anteriores. Sin embargo, mantenían algún poderío -Carlos Colla y Christian Balcells, en Río Tercero; Alejandro Olivares y Álvaro Imaz, en Córdoba, o Gerardo Secrestat, Pablo Aghemo, Jorge Toriano y Fernando Cavallo, en San Francisco-, por lo que no dejaban de ser aspirantes a la corona.
En los ’80 -cuando nació, incipientemente, la Liga Nacional-, las figuras que descollaban en Asociación Deportiva Atenas, Instituto y Asociación Española (ex Redes Cordobesas) o Sportivo 9 de Julio de Río Tercero, se congregaban en las cuatro jornadas que durante diciembre, despertaba singular interés en los aficionados del interior de la provincia.
Eran el fruto del trabajo en los clubes más visionarios y tradicionales. Río Cuarto todavía no había alcanzado equipararlos. Aun así, siempre daba batalla y a veces, daba el “zarpazo” frente a alguno de ellos. En la década precedente a la de la coronación que hoy evocamos, hubieron experimentos de “repatriación” como Jorge Faró, Jorge Bagatolli, Ricardo Orpella o el “Pantera” Torres. Siempre se apuntó a formar el mejor plantel posible.
Apuntes de ayer y de siempre
Novedad. Esto fue lo que ocurrió con aquella primera experiencia competitiva. Jugar a dos ruedas, todos contra todos, siendo cada uno -a su turno- local y visitante, fue toda una novedad. También lo fue el de nombrar como “Conferencias” a las zonas o grupos, equiparándolas a la NBA y hasta teniendo en cuenta el aspecto geográfico. En nuestro caso, Este-Oeste.
Tradición. Con el nuevo formato de competencia, se interrumpía una tradición en el basquetbol cordobés, que tampoco estuvo ajeno con el paso del tiempo. Recuerdo de mi niñez las notas que el semanario Crónica -dirigido por don Arturo Ledesma- de Río Tercero, las crónicas de cada encuentro en diciembre, durante toda una semana, en la localidad que había sido sede de esa competencia. Ya en los ’80, el programa se comprimía un poco más. Entre jueves y domingo, ocho selecciones animaban un torneo que nunca dejó de gustar a los cordobeses.
Fiesta. Esto representaba la realización de cada torneo provincial, en alguna de las tres primeras semanas de diciembre. Era el corolario a un calendario anual dispar -no todas las asociaciones contaban con similar o igual volumen de competencia-, donde los aficionados tenían la ocasión de ver durante varios días a los mejores exponentes del baloncesto cordobés. Era un acontecimiento de enrome interés, sobre todo en las poblaciones del interior.
Tres. Ese fue el número fijado de juegos en la serie final del torneo. Es decir, al mejor de tres encuentros. En el lugar donde se disputara la revancha de la final, se disputaría -24 horas después- el tercer y definitivo encuentro. Esto fue lo que ocurrió en aquella oportunidad.
Cruces. Antes del torneo del ’98, el modo de definir los torneos era el siguiente: los dos primeros de cada grupo pasaban a las semifinales. El primero del grupo A jugaba con el segundo del B y el ganador de esta zona, con el escolta de la otra. Los ganadores, se medían por el título y los perdedores por el tercer lugar.
Alternancia. Fue lo que dispuso la Federación Cordobesa de Basquetbol, cuando se resolvió el modo que se jugaba la serie final entre los ganadores de cada una de las conferencias. Entonces se determinó que en los años pares, la competencia se definiría En el estadio de quien fuera el ganador de la Conferencia Este. En tanto que en los años impares, le tocaría el turno al vencedor de la Conferencia Oeste.
Antecedente. La primera consagración provincial del baloncesto local, sucedió mucho antes de aquel 2 de agosto de 1998. En efecto, el 7 de junio del ’81 y en el viejo estadio de piso de granito de la Asociación Atlética Banda Norte, Río Cuarto conquistaba por primera vez un título provincial de selecciones. Era el infantil, venciendo en la final a Córdoba por 51 a 32. En aquel equipo jugaba Guillermo Auzmendi, ayudante técnico de “Pelo” Ávila, en el ’98.
Participantes. En el torneo del ’98, los seleccionados participantes fueron ocho. En la Conferencia Oeste, lo hicieron Río Cuarto, Río Tercero, Córdoba y Oliva. En la Este, fueron sus animadores San Francisco, Morteros, Villa María y Nordeste.
Hazaña. Habrá quienes considerarán que fue eso, precisamente, lo que sucedió. Otros, estimarán que se trata de una exageración. Pero Río Cuarto fue quien rompió con la hegemonía -compartida- de la tríada compuesta por Córdoba, Río Tercero y San Francisco. No fue el primero en acceder a una final, pero sí en vencer a uno de estos adversarios. En 1987, el provincial tuvo lugar en Villa María y el local, por imperio de esa condición, accedió a la final, pero no pudo con San Francisco, que terminó consagrándose.
Hito. Río Cuarto fue -a lo largo de la extensa y rica historia del baloncesto local y provincial-, protagonista del final de un ciclo y comienzo de otro. En efecto, en 1979 -en febrero de ese año, más precisamente-, se disputó en nuestra ciudad el Provincial de Mayores. En esa ocasión se inauguró el Anfiteatro del Parque Sarmiento, adaptado para la ocasión como estadio a cielo abierto. Tal era la tradición de los torneos, pues se cumplían en pleno diciembre. Sin embargo, la intensa lluvia durante el día de la final, obligó a trasladar la programación a Central Argentino. Desde el año siguiente, las competencias se llevaron a cabo en gimnasios cubiertos.
(*) Periodista
Gráfico: Al Toque