* por Antonella Tosco
Poner a circular palabras e ideas nuevas, siempre es un desafío. Un desafío necesario que hace al nudo central de la Cultura, que siempre es relacional y vincular. El proyecto que se comparte a continuación, nace con una pretensión colectiva, comunitaria. Conjuntamente, el Colectivo Glauce Baldovin y la Cooperativa Al Toque Ltda., queremos invitar a todas las futbolistas de la ciudad y la región a un espacio de reflexión. A repensar el espacio deportivo que habitan cotidianamente, su vínculo con el fútbol y como la pelota influyó en sus realidades. Con este primer texto damos el silbato de comienzo, para que la pelota empiece a circular. Esperamos hacer muchas paredes y gambetas, y que el abrazo de gol sea de todas.
El territorio que demarca el fútbol quizás sea uno de los más delimitados por los lineamientos hétero-patriarcales. Las estructuras son férreas y se han resistido a lo largo de la historia a ser atravesadas por nuevas lógicas. Es, tal vez por esta contundencia y rigidez, que también se ha convertido en el territorio deportivo en el cual la insurgencia feminista, sin un panorama teórico tan claro, se ha visibilizado con mayor potencia.
Una lógica particular ha desencadenado tal desarrollo. No ha sido la institucionalidad la que ha arrastrado a lo marginal a ubicarse dentro de los márgenes internos de pertenencia. No fue la estructura ordenada, el andamiaje desde donde se sostienen las competencias masculinas de fútbol, el que invitó a sumarse a un nuevo sujeto deportivo a ser un engranaje más de dicha estructura. No fue un movimiento organizado, pulcro, de deportistas “mujeres” (en tanto densidad conceptual que encierra dicha palabra) las que generaron una participación masiva en este deporte. Fue el margen que crece por fuera de los límites de la normalidad y de la legalidad el que, a través de una praxis sostenida en el tiempo, obligó e invitó a esa normalidad a refundar un espacio en donde todas pudiéramos ser contenidas. Fue esa misma orilla (que se corresponde literalmente con las orillas del río, donde se disputaron los primeros partidos de fútbol femenino) la que arrastró a quienes se ubican dentro de la normalidad, en el centro – o en las orillas, pero de los barrios privados – a jugar al fútbol. El margen forzó a la institucionalidad. El margen que ocupaba los espacios públicos, que se exponía a la mirada curiosa, sorprendida y, en muchos casos, prejuiciosa de la sociedad, le tendió la mano a las realidades que se daban en lo privado del patio del hogar para que se animaran a hacer rodar la pelota ante los ojos de todos. Transformó esos ojos de espectadores de un espectáculo circense, en ojos de espectadores de un encuentro deportivo.
El mandato corporal que debilita nuestros cuerpos, sostenía que nuestra participación en tanto jugadoras de fútbol estaba vedada por tratarse de una práctica demasiado bruta y atentar contra nuestra fragilidad biológica. Una vez más otros nos marcaban el rol y el espacio que debían ocupar nuestros cuerpos. Estaba bien exponerlo para las contratapas de los diarios deportivos, semidesnudas, entregadas a la mirada del macho que podía consolar su tristeza deportiva con la figura esbelta de una mujer que cubría sus partes sexuadas con los colores de su club. Pero no era excitante ver esos cuerpos transpirar, chocar, tirarse al suelo, patear una pelota. No era excitante ver los cuerpos que ocupan las canchas. Porque esos cuerpos no importan y se salen de la norma, de la mirada normalizadora de quienes detentan el poder para forjar los límites.
El mundo del fútbol femenino en la Liga de Río Cuarto es un espacio donde la multiplicidad habita otros márgenes. Los de la línea de cal que conforma el rectángulo en el cual, durante 70 minutos disputamos la pelota para tratar de hacer un gol. Ese margen es un espacio de confluencia, de liberación, de contención.
Romper, deconstruir y volver a construir un nuevo paradigma dentro del fútbol, es remontar un partido en el que el rival nos gana 11 a 0. La única ventaja es que el tiempo no se acaba y el banco de suplente es cada vez más largo. Estamos en eso. Estamos en medio del partido, volviendo a poner la pelota en el centro de la cancha para sacar una vez más después de otro gol. Sentarnos un ratito en la tribuna, para poder observar con otra perspectiva, para poder clarificar y redefinir tácticas, es una tarea necesaria.
Las aristas que toca el fútbol femenino son muchas: el empoderamiento, la profesionalización, la participación, el género, el mercado, el financiamiento, las historias personales. Todo eso queremos que esté acá. Que sea contado por sus protagonistas y, de esta manera, dejar una cartografía local de fútbol femenino, que permita que el próximo partido nosotras también metamos más de un gol.
* Antonella Tosco tiene 28 años. Es abogada y jugadora de Fusión Fútbol Club en la Liga Regional de Fútbol Femenino de Río Cuarto. Forma parte del Colectivo Glauce Baldovin.
Foto: Al Toque