Cada 7 de noviembre se conmemora el día del canillita y desde Al Toque los saludamos con la historia de uno que repartía los matutinos que hablaban de él: Ricardo “El Indio” Acevedo, integrante de Instituto de Córdoba en el Nacional del '73 y gloria de Estudiantes en la década del '80.
La música suena después de que diga "buenos días". Le da paso al canto criollo de un pícaro: "Soy Canillita, gran personaje, con poca guita y muy mal traje; sigo travieso, desfachatado, chusco y travieso, gran descarado; soy embustero, soy vivaracho, y aunque cuentero no mal muchacho. Muy mal considerado por mucha gente, soy bueno, soy honrado. No soy pillete, y para un diario soy un elemento muy necesario". Es la segunda escena de la obra teatral Canillita (un sainete de tres cuadros), creada por el escritor y periodista uruguayo Florencio Sánchez, que definía la personalidad desfachatada de un personaje singular de la vía pública: el carismático y extrovertido niño de “patas flacas” que "voceaba" diarios en las esquinas.
Ésa obra y la descripción de las canillas visiblemente delgadas del distribuidor de informaciones motivó, en 1942, la instauración de la conmemoración del día del canillita, ese ser que llena de colores los paisajes de cada ciudad con millones de kilómetros recorridos.
Generalmente estos laburantes finalizan cada jornada con las yemas de los dedos con tonalidades grisáceas por el contacto con la tinta que refleja el recorte de realidad que hace cada periódico. Las extremidades superiores de Ricardo Acevedo están impregnadas con descripciones que lo involucran, especialmente cuando los diarios incurrieron en el acto de justicia de reparar en la huella que dejó aquella primera participación de Instituto de Córdoba en 1973 en un Nacional; o el Estudiantes de Río Cuarto que escribió su historia dorada en la década del ‘80; o en el ‘75 en sus dos partidos en Talleres de Córdoba para afrontar una serie amistosa con River Plate, en el marco de los pases de Ártico y Comelles al Millonario.
Ricardo Acevedo es “El Indio” Acevedo. Así conocido por el mundo fútbol, un mote que quedó para la posteridad, incluso cuando pisando los 50 pirulos tomó el oficio de repartidor de diarios para sostener la economía familiar y “mantener lo poco que uno tiene”. “Muchos momentos pasé como repartidor de diarios. En mi puesto en calle Sobremonte, cerca de San Juan nos pasábamos horas hablando de fútbol”, recuerda.
Recordado marcador central, recio, de físico imponente. No le sobraba ductilidad pero era infranqueable en la marca. Nació en Justiniano Posse y su crecimiento estuvo íntimamente ligado al colegio y al trabajo. Su diario de viaje en el fútbol no contempló escalas por divisiones inferiores: “Esa falta de técnica que uno tuvo a lo largo de la carrera era disimulada con el enorme corazón que poníamos en cada pelota y algunas mañas también”. “Yo veía en Instituto como los centrales nuestros disfrutaban del fútbol, tiraban caños, sombreros, salían jugando…y yo no tenía técnica yo la revoleaba y metía el corazón no me quedaba otra para ser parte”.
El hallazgo de su peculiar talento se concretó en los torneos comerciales del pueblo. De allí hizo escala en el “club pobre” de Justiniano Posse: Juventud Unida, afiliado a la Liga Belvillense. “Jugábamos los negros del barrio en Juventud. Empecé jugando de 4 hasta que se fue el 2 y me corrieron de central, me adaptaba a ser líbero o marcar al hombre, como stopper. Al no tener escuela y no estar dotado técnicamente yo me tenía que hacer sentir, no malintencionadamente, pero con rigor, tenía que jugarme la vida en cada partido, con corazón”. El gran Jorge Pirro, jugador que con sus cuatro goles en la final ante Córdoba fue clave para que la Selección de la Liga Regional de Río Cuarto se consagre en el Campeonato Provincial del '68, advirtió su potencial y pretendió llevarlo a Alejo Ledesma, donde estaba jugando. Pero su club interpuso algunas trabas que confluyeron en un entredicho entre “El Indio” y el presidente. Se dirimió “a las trompadas, pero yo después pedí perdón y jugué un par de partidos más en Juventud”.
La lógica del fútbol como dinámica de lo impensado explicó lo que luego le sucedería. De improviso, y a la salida de su paso por el Servicio Militar obligatorio, surgió una prueba en Instituto de Córdoba: “Le pedí a un compañero del pueblo que me acompañe yo sólo no tenía ni idea, si nunca había salido de mi pueblo. Recuerdo que allá el papá de (Mario Alberto) Kempes solía llevar a jugadores de mi zona a probar a Córdoba porque ellos eran de Bell Ville”.
La “Gloria”, en 1972, ya había obtenido el pasaporte para jugar el Torneo Nacional del ‘73 tras ganar de punta a punta la Liga Cordobesa y triunfar en la final ante Belgrano (una final que no fue registrada por ningún medio ya que hubo una huelga de trabajadores de prensa, pero que quedó grabada en el boca a boca de los hinchas).
Acevedo no sólo que superó la prueba sino que se sumó al plantel superior casi de inmediato. Todo fue vertiginoso. De permanecer contrariado en su Juventud Unida con la cúpula dirigencial a formar parte de un plantel rebasado de talentos del fútbol: Mario Kempes, Daniel Willington, José Saldaño, Alberto Beltrán, Miguel Oviedo, José Ceballos, Antonio Roca, Miguel Olmedo, Osvaldo Ardiles, José Ceballos…
“No lo podía creer, de estar en mi pueblo a jugar en cancha de San Lorenzo, de River, de Newell´s. Encima aquél Nacional dividía al país en dos zonas era largo”, rememora.
Instituto compartió grupo con San Lorenzo de Almagro, River Plate, Vélez, Estudiantes, Newell´s, San Lorenzo de Mar del Plata, Racing, Colón y Chacarita Juniors.
El debut en la cita nacional fue muy digna pese a la derrota ante Newell’s: “Ése día no entré, estuve de suplente y en la cancha me encontré con uno de mi pueblo que jugaba en Rosario: Daniel Marangoni –compartió plantel con Jorge Valdano-”.
En este certamen la “Gloria” jugó 15 partidos: cosechó 6 victorias, 2 empates y 7 derrotas (23 goles a favor y 20 en contra con una efectividad del 46,67 %). El equipo de Miguel Ponce (inició el proceso Enrique García en 1972) desarrolló una aceptable campaña por ser la primera vez en la elite del fútbol nacional: “Pecamos de inexpertos. Era un equipo que jugaba bien pero tenía errores que nos costaban caros”. Su incursión sirvió para mostrarle al país proyectos de cracks, una delantera maravillosa y a un goleador implacable: Mario Kempes marcó 11 goles en tres encuentros.
Catalogado como un equipo “luminoso”, los componentes de aquél plantel se instalaron en el paladar del futbolero, algunos de ellos –luego- trascendieron: Oviedo, Ardiles y Kempes fueron campeones mundiales; Ceballos fue campeón en Chile con Everton –marcó un gol decisivo-; Beltrán y Saldaño pasaron a grandes equipos; Carballo fue parte del Boca de Lorenzo…Y Ricardo Acevedo fue solicitado expresamente por Talleres de Córdoba para afrontar dos partidos amistosos frente a River Plate en 1975.
El primero fue en el “Monumental” y el River de Ángel Amadeo Labruna se floreó con un 5 a 0. Fue un 4 de febrero. En ese encuentro, Acevedo no tuvo minutos en cancha. Dos del Beto Alonso, dos del J.J. López y uno de Morete le pusieron cifras a la goleada ante el Talleres dirigido por Adolfo Pedernera, que poco pudo hacer y terminó el partido con ocho jugadores por la lesión de Binello y dos expulsados.
El desquite fue un 15 de marzo. “El Indio” fue titular en un “albiazul” que alistó a Osvaldo Salas, Víctor Moreno, Rubén Ambrosich, Acevedo, Eduardo Astudillo, Gualberto Muggione, Humberto Taborda, Domínguez (Humberto Rafael Bravo), Miguel Ángel Patire (Oscar Fachetti), Daniel Willington y Ángel Bocanelli. En un cotejo mucho más equilibrado, otra vez Norberto Alonso se erigió en la “bestia negra” de la “T”. Marcó el único tanto del partido disputado en Córdoba. “Ése día me saqué una foto con el monstruo de (Roberto) Perfumo –había retornado de ser campeón en cuatro ocasiones del Mineirao y la Copa Mina Gerais con el Cruzeiro-. Hicimos un buen partido”, rememora.
El revisionismo histórico de su carrera todavía parece no despejar algunas dudas que pululan en su conciencia. “La verdad que no sé cómo se dio todo así…me sacaron del campo donde laburaba de cualquier cosa y al tiempito estaba jugando un Nacional. Es más, lo vagos en Córdoba me cargaban porque les costó una barbaridad subirme por primera vez a un avión para ir jugar un partido… ‘Ni muerto me suben, ni pialado’, les decía…yo era muy tosco”, se autodefine con una sonrisa que lo conecta con aquella felicidad que embargó su ser.
Como el cántico perpetuo del canillita, Ricardo Acevedo jamás negoció el corazón al servicio de su equipo. Ese mismo corazón que le permitió suplir aquellas carencias técnicas y sobrellevar los momentos en donde se apagaron las luces de los flashes fotográficos.
El devenir de su historia iba a ser luego reflejado por los matutinos riocuartenses. “El Indio” Acevedo dejaba Córdoba para desembarcar en Río Cuarto en 1977. Estudiantes iba a ser su casa sólo por un tiempo, pero la estadía se extendió impensadamente: “Vine por un año a jugar a Río Cuarto y hace cuarenta que estoy acá. Me acuerdo cuando llegué al club me dieron un par de botines y cuando le miré la zona de los tapones decía en grande: Echeverría. Y pregunté ¿quién será ése?. Terminó siendo el “Cacho”, con quien hicimos una buena relación, hemos comido varios asados…”.
Por estas latitudes, el destino lo cruzó nuevamente con Miguel Ponce, DT que comandó al Estudiantes campeón regional de 1978 (la campaña inició siendo dirigida por Oscar Bonetto). El celeste, con sobrada jerarquía, se adueñó del certamen cuyo formato ida y vuelta (torneo largo) remitía a los viejos buenos tiempos ligueros: 20 jugados, 15 ganados, 3 empatados y sólo dos tropiezos (Sportivo Municipal e Independiente Dolores). Acevedo conformó allí la recordada dupla de centrales con “Kike” Sánchez. La formación base de aquél campeón presentaba talentos de época: Medran; Gómez, Sánchez, Acevedo, Siravegna; Lucero, Rodríguez, Aramayo, Arguello; Arias y Funes (Molina, Moreno, Arévalo, Galicia, Ponce, Piñeyro, entre otros).
-¿Es comparable en algo la pasión que sentía por el fútbol y el trabajo que tanto disfrutó de canillita?
-Yo disfruté de repartir diarios, conocí mucha gente, me hice de una gran clientela, gente buena con la cual hablábamos de la vida, mientras distribuía los periódicos…pero el fútbol era mi pasión, yo disfruté cada uno de los momentos en los que viví jugando al fútbol.
Una anécdota contada por una de sus hijas, Ana Laura, contribuye a dimensionar esa afirmación de lo que el fútbol significaba en su vida: “Mi hermana mayor siempre me cuenta que el día de mi nacimiento llegó luego de haber yo nacido por quedarse a mirar a la selección (Argentina) cuando se jugó el Mundial Juvenil en el ‘79”.
Lidia, su compañera de vida, seguía la performance en el fútbol de Ricardo por radio. Desde la amplitud modulada resonaba un nuevo grito de campeón de Estudiantes y de “El Indio”. Con la conducción de la dupla Cuellar-Aballay, el equipo de la Avenida España se alzaba con la gloria sin dar margen siquiera a un resbalón. Sólo seis goles recibió aquella escuadra, que ya contaba con la solvencia de Luis Carranza para complementar a Sánchez y Acevedo (Ferrari; Gómez, Acevedo, Carranza, Pepellin; González, Ponce, Monserrat, Torletti; Moreno y Funes).
El diario que él mismo repartió alguna vez, aún tenía por reseñar el hito nacional del Estudiantes que lo adoptó como un integrante más de la familia. Las rotativas se pararon un verano de 1983.
La resolana de la democracia asomaba en el horizonte. La sombría época dictatorial caducaba ante la fuerza centrífuga de un pueblo que logró doblegar la tiranía organizada.
El 12 de febrero el grito del interior explotó en lo más profundo del poder capitalino. El Estudiantes de Miguel Ponce enmudecía las almas piratas en el viejo “Chateau Carreras” de Córdoba, escenario del encuentro decisivo tras sendos empates en cero (en Estadio Ciudad de Río Cuarto y el Gigante de Alberdi). La multitud cordobesa, azorada, contemplaba el festejo provocador del “Hacha Ludueña” (Tallarín de pura cepa) y de varios millares de riocuartenses exaltados. Era el 3-0, diferencia que luego se achicaría por el tanto Antúnez de penal en el cierre del juego. Era la última alegría en la vertiginosa carrera del crack que disputó 340 partidos y convirtió con 113 goles con la casaca “albiazul”. Fue una felicidad difícil de cuantificar para un equipo del interior provincial que luego reincidió en la gloria en los dos años sucesivos, aunque sin la estridencia de aquella final (en el ´84 venció a Sportivo Pedal de San Rafael y en el ´85 a Alumni de Villa María para lograr los pasaportes a los nacionales de esos años).
Ese 12 de febrero Ricardo Acevedo ingresó a los 18 minutos del complemento en lugar de Burki. Había que contener de alguna manera a Ramonda, Parmigiani, Aramayo, Antúnez, Villagra y compañía: “A mí me expulsaron en el partido de ida de la semifinal con (Independiente) Dolores y me perdí la revancha de esa semifinal y las dos primeras finales con Belgrano. Me acuerdo que el ´Gringo´ (Candini, presidente del club) me dijo: ´Negro´ estamos muertos, te dieron tres fechas de suspensión, estamos muertos”.
“Sin dudas fue de lo más lindo que uno vivió en el fútbol. A mi tocó ascender las tres veces con Estudiantes, pero la final con Belgrano será la más recordada por lo que es Belgrano, por cómo se dio y todo lo que pasó (el recordado cruce de hinchadas en Río Cuarto, la solicitud de garantías para jugar en Alberdi y la notificación de la suspensión de dos futbolistas del ‘celeste’ riocuatense –que jugó bajo protesta- a sólo quince minutos de iniciar el decisivo duelo)”, pondera “El Indio”.
“Belgrano fue una ilusión juvenil; Estudiantes, una lección de madurez”, narró el inolvidable Nilo Neder en El Gráfico. Por entonces figurar en la publicación deportiva porteña significaba trascender. Estudiantes lo había logrado y figuró en la reseña de los diarios que, tiempo después, el propio Ricardo Acevedo repartiría, como las marcas a la espera de un córner a favor del rival.
Por Franco Evaristi
Fotos: Al Toque
Fuentes Consultadas: Revista El Gráfico, Diario La Voz del Interior, Archivo Histórico Municipal, www.aaestudiantes.com.ar, www.mundod.com.ar, www.paginaceleste.blogspot.com, www.lavozdelagloria.wordpress.com y CEDAT (Centro de Documentación Al Toque).