El Club Social y Deportivo Argentinos Juniors realizó una emotiva fiesta de fin de año este sábado, en las canchas sintéticas ubicadas en barrio Las Delicias. Entrega de premios, sonrisas y mucho fútbol para las nenas y nenes que asisten a la escuelita que lleva adelante Fabián Domínguez. “El año que viene vamos a seguir creciendo y con mucha más fuerza”, confía el referente. “Mi mayor alegría es que ellos tengan algo para que se diviertan”, afirma y sostiene Karina López, su compañera.
“Qué hermosas palabras. Me emocioné. Es verdad, porque los chicos agarran una pelota… y les debe pasar a todas las mamás. El mío, Marcos, agarra la pelota y me dice: ‘Ma’, me voy a la canchita… me emocioné, se me cayó una lágrima”.
La frase de una mamá, con la voz entrecortada y respirando hondo, permite dimensionar el lugar que ocupan las canchas sintéticas ubicadas en barrio Las Delicias. Allí donde vive el Club Social y Deportivo Argentinos Juniors, que este sábado fue testigo de la alegría de decenas de niños y niñas que despidieron el año a puro juego en el cierre de actividades de la escuelita de fútbol que Fabián Domínguez coordina en el sector.
El clima, un buen protagonista. El sol no quiso estar ausente y le dio calor y color a una jornada festiva, sentida, emotiva. Solo pasó a segundo plano cuando una nube roja, propia de las bengalas de humo, coloreó el reducto con la vuelta olímpica que dieron todos los chicos y las chicas del barrio. Con las sonrisas como protagonistas. Y los celulares de papás y mamás tratando de retratar un momento hermoso.
Antes y después, los pibes y las pibas atrás de la pelota. Primero en partidos, luego tirando penales. Haciendo de las suyas. En el patio de su casa. Porque, como bien grafica el propio Domínguez, “la canchita es como el patio de la casa para estos chicos y estas chicas”.
Y ahí andaban. Hasta que Fabián y Karina López, su compañera de vida y quien lleva adelante la actividad futbolera de las nenas, empezaron a coordinar la entrega de premios. Las nenas y los nenes solo quieren divertirse y jugar al fútbol. Por eso cuesta traerlos hacia el sector del quincho, prolija y coquetamente pintado de rojo y blanco, y con una franja horizontal azul, desde donde emergen los mejores cuartetos y el humo de los choripanes que no tardarán en llegar.
Y entonces empiezan a ordenarse. A un costado papás y mamás. Y de frente los profes y las profes. “La verdad es que es un día muy especial porque marcamos algo en la vida de los chicos. Todo el esfuerzo tiene sus frutos porque tenemos unas canchas de primera línea y tenemos toda la estructura para trabajar con los chicos. Le agradezco a mi señora, mil gracias a todos los que vinieron y a todos los papás que acercan a los chicos para que la pasen bien”, detalla –claro y conciso- Domínguez, con micrófono en mano.
Y luego pasan niñas y niños al frente. Reciben un trofeo y una bolsita con golosinas. Sonríen, besan a los profes y las profes y sacan una fotito. Casi un centenar de protagonistas. Un par de nenas reciben una distinción más, por su amistad y compañerismo. Termina la ceremonia. Los futbolistas y las futbolistas salen impulsados nuevamente a las canchas.
En medio de ese lindo ritual -de verlos correr hacia el “patio de su casa”-, una mamá irrumpe. Se pone de pie, toma el micrófono y les habla a los profes. “Gracias por todo lo que hacen por los chicos”, les dice, a modo de síntesis de lo que piensan todos. Se abraza a Karina y lloran, muy emocionadas.
Sin querer, minutos más tarde, Karina explicará el porqué de esa escena. “Es lindo compartir todo esto con ellos. Porque los niños te llegan y son parte de uno, es como si fueran también mis hijos”, sincera y agrega: “Cuando vienen los papás… es la mejor ilusión que hay para un niño. Yo tengo a mi hijo y lo acompaño al club, y me gusta que su papá también lo acompañe. Es lindo que los papás se involucren y estén con ellos en esto”.
“El deporte es lo primero que a ellos los saca de la calle. Es lindo tenerlos acá porque están en un lugar cerrado, no andan en la calle y no ven cosas feas. Acá adentro es otro mundo, el deporte es lo mejor que hay”, resalta.
Pasan los minutos, la tarde cae en Las Delicias. Las chicas y los chicos siguen en lo suyo. Algunos juegan mezclados. De pronto, el micrófono gana protagonismo. “¡Están los chori!”, grita Fabián desde el quincho. Y es, entonces, momento en que las sintéticas descansan por unos minutos. Los balones reposan en un arco. O bajo la suela de algunos. Que no la sueltan ni para comer.
El sol ya se fue. Promete volver el domingo. Agradece la invitación. Él también la pasó muy bien. Ya con las luces del predio encendidas, la pelota sigue yendo y viniendo. De un lado a otro. De puntín, cara interna o tres dedos. Con derecha y con zurda. De cabeza y rodillita. Algún atrevido se anima a una rabona. Alguna virtuosa tira un caño y pasa. “Hoy no se va a querer ir nadie de acá”, dicen entre risas el grupo de trabajo de la escuelita de Argentinos Juniors. Una señora mayor se acerca y se despide. Saluda por las fiestas y tira un mensaje directo, de esos que marcan: “Es un ejemplo para el barrio todo esto”. Todos sonreímos.
Y preparamos la salida. Con algunas frases, del presente y el futuro. “El año que viene vamos a seguir creciendo y con mucha más fuerza”, confía y añora Fabián. “Mi mayor alegría es que ellos tengan algo para que se diviertan”, afirma y sostiene Karina, la misma que habla de sus hijos y de los chicos del barrio tal cual fueran lo mismo. Ambos obsequian su mejor regalo a cada niño que se acerca. Un mensaje. Un beso. Un abrazo. La alegría se ve, se percibe. Se siente y fluye de un corazón a otro corazón.
Fotos: Al Toque
Redacción Al Toque