Por Leonardo Gasseuy (*)
Mayo de 1931 la decisión estaba tomada, un juzgado comercial de Stuttgart decretaba la quiebra de la empresa Hugo Boss. La crisis económica mundial del 1929 había arrasado con la industria textil en Europa, poco quedaba en pie, pero la clemente acción del funcionario judicial actuante, permitió que en medio de la bancarrota, la firma conservara seis máquinas de coser y de alguna manera pudiera sobrevivir. El Nazismo haría el resto.
Alemania debía cumplir con el tratado de Versalles firmado por 50 países que la obligó a resarcir económicamente a los estados victoriosos afectados por la 1º Guerra Mundial. Devolver distintos territorios y compensar a partir de 1930, entregando entre otras cosas, 44 millones de toneladas de carbón anuales y 371.000 cabezas de ganado bovino por 5 años. Hittler llegaría al poder, pisotearía el acuerdo de paz, desconocería los compromisos y, en pos de salvar el honor alemán, salvaría a sus amigos.
Hugo Ferdinand Boss nació en 1885 en Metzingen y murió en el mismo lugar en 1948 a los 63 años, la pequeña ciudad fue testigo del comienzo de una pequeña sastrería que por impericia de gestión se encaminaba a su fin, pero siempre hay decisiones personales que modifican el curso de las cosas, al sastre y a su emprendimiento lo salvaron su devoción por el nacional socialismo alemán.
Cuando en 1997 se descubre una cuenta en la segura y discreta banca suiza a nombre de Boss, abierta en 1943, comienza el debate sobre si su participación en el círculo íntimo del nazismo respondía a la de un proveedor importante para el régimen o un adherente movilizado por sus más íntimas convicciones políticas. El registro histórico sería inapelable, en abril de 1931 el encendido discurso de Hitler comenzaba a convencer a muchos alemanes, encandilaría a Boss, que entonces tenía 46 años y decidió alistarse en el Partido Nazi. Su número de afiliado sería el 508.889.
Entre 1940 y 1942, la SS facilitó incorporación de trabajadores polacos procedentes de campos de concentración. La fábrica contó con prisioneros de guerra para sostener la demanda de uniformes para el Tercer Reich, que se incrementaba conforme avanzaba la guerra, cada jerarca nazi demandaba entre fajina y lujo 8 uniformes completos, más tarde llegaría el turno de proveer a la Wehrmatch y los cuerpos de elite de las Wafen SS. La guerra y sus angustiantes realidades paradójicamente fueron la salvación del negocio.
Hoy, Hugo Boss es una de las marcas de moda de lujo más representativas a nivel mundial. La compañía junto a sus subsidiarias, fabrica y comercializa prendas y accesorios tanto para hombres y mujeres bajo los referentes BOSS, BOSS Orange, BOSS Green y HUGO. Sus ventas ascienden a los 2,6 billones de euros, cuenta con 1.041 locales en el mundo y emplea a 12.990 personas.
Harry Kane, Philippe Coutinho, Julian Draxler y Álvaro Morata pueden ser todos rivales en el campo de fútbol, pero todos están jugando para el equipo Hugo Boss como parte de la nueva campaña publicitaria de la compañía de la moda, así como la selección alemana y el Real Madrid le confiaron a la empresa el glamour de su presencia.
El acuerdo firmado entre el club merengue y Hugo Boss comenzó en la temporada 2016/2017, a partir de la cual la firma alemana vestiría al primer equipo de fútbol, de básquet y también al Castilla. La marca es una de las compañías de moda líderes en el sector premium y de lujo, pero también es un referente en el mundo del deporte ya que patrocina disciplinas como la Fórmula 1, el golf y la vela.
El concepto es entender cómo algunas empresas en la economía global sustentan su funcionamiento y desarrollo en medio de conflagraciones tan voraces que ponen en riesgo no solo los negocios sino la especie y parte del planeta. El depredador precepto de que, si su génesis natal tiene ese contexto, ninguna regulación se interpondrá a su paso. Negocios a toda costa, emporios edificados y manchados con sangre.
Coca Cola Company, ante la decisiva participación estadounidense en el conflicto, debió cancelar las operaciones comerciales con Hitler pero no cesó la actividad. Las plantas industriales alemanas comenzaron a elaborar un producto de color naranja, con la misma calidad y en el mismo volumen, días después del cese del fuego el producto FANTA, nacido en la Alemania Nazi por y durante la guerra, se sumaba a la familia de Coca Cola. El negocio jamás se detuvo.
Ante la presión internacional, Alemania creó en 1999 un fondo compensatorio para las víctimas, por lo tanto muchas empresas como Allianz, BASF, Bayer, BMW, Daimler-Chrysler, el Deutsche Bank, Kodack, Siemens, Volkswagen y el Dresdner Bank tuvieron la obligación de indemnizar a sobrevivientes. Sin embargo, esto ocurrió solamente con los afectados de nacionalidad alemana. Los damnificados del este europeo no accedieron a ningún beneficio.
Hace verdad esa perversa ecuación que dice que la desgracia de unos enriquece a otros. Viene del comienzo de la humanidad. En el 2400 AC las ciudades de Lagash y Uma confrontaron por 100 años, las familias poderosas que financiaron la guerra se quedaron con el 90 por ciento de Sumeria. Por ese mismo lugar del planeta en 2005, luego de haberlo arrasado y no encontrar armas químicas, se registra la tremenda disputa entre Bush y Blair por la división del botín. Sobre la sangre de la guerra, en Irak había petróleo que extraer y ruinas que reconstruir.
La selección alemana de fútbol cruza el mundo vestida por Hugo Boss, seguramente el fútbol y sus protagonistas no conozcan ni dimensionen los trazos gruesos de la historia no tan reciente, pero es parte de una sociedad que evoluciona sin medir el correlato de los hechos. Como una mínima partícula de la sociedad, el fútbol, en este caso, pasa a ser involuntariamente, la fachada glamorosa del terror y la muerte.
(*) Especial para Al Toque Deportes