La historia de Marcelo Agustín, intendente de esa localidad del departamento de Marcos Juárez, tercer arquero de Sarmiento, rival de Herlitzka de Las Vertientes en el duelo este de octavos de final del Torneo Provincial.
Seguramente cuando habitaba los campitos del pueblo en las eternas tardes de picados no imaginó jamás esta hoja de ruta de vida que está diseñando. El anhelo del aquél morocho bonachón que contemplaba el ocaso de los días abortando gritos del gol se remontaba exclusivamente a esa gloria deportiva que jamás tendrá un valor cuantificable. Es que el fútbol, tal como lo define Pablo Alabarces en «Fútbol y Patria», es “ese espacio de la identidad cálida que sólo pide una inversión de pasión a cambio de relato de pertenencia sin mayores riesgos, se torna identidad primaria; no un relato entre los otros, sino el único sentido —trágico— de la vida”.
En la pletórica niñez y adolescencia de Marcelo Agustín no había espacios más que para ese único sentido de la vida, ése que pasaba en el rodar de la pelota, la exaltación de la fantasía y la implosión de la osadía. Pero la vida lo encontró inmerso en un desafío tan o más grande que hacer feliz a los simpatizantes de Sarmiento en cada clásico ledesmense: mejorarle la calidad de vida a sus coterráneos desde la política como instrumento vital de transformación y justicia social.
¿Quién es Marcelo Agustín? Marcelo Agustín es, desde 2007, el intendente de Alejo Ledesma, localidad situada en el sudeste provincial, y es, a sus 40 años, el tercer arquero del plantel de Sarmiento, rival de turno de Herlitzka de Las Vertientes en el duelo de octavos de final del Torneo Provincial de la Federación Cordobesa de Fútbol. En esencia, es el “Turco” o el hijo de Luis Ángel, el mismo que recorrió en su bicicleta cada porción de suelo ledesmense levantando quiniela para llenar la olla todos los días, el mismo que emprendió un viaje eterno montado en esas dos ruedas a la vera de la ruta 8, a la altura del kilómetro 432.
Marcelo Agustín es ese soñador que a partir de los sueños motoriza las acciones que le dan forma a los momentos mágicos de la vida.
Cuando las postrimerías de 2018 tocaban a las puertas del destino, el jefe comunal se propuso ingresar oficialmente a la cancha de “azul” para que Ismael, su hijo, comience a dimensionar la herencia del linaje que conducirá seguramente su accionar en el derrotero de la vida. Así, entre gimnasios, entrenamientos, nutricionistas y gestión política transcurrieron las fiestas navideñas y la transición hacia el nuevo año.
Enero en el fútbol es el mes para establecer la base física con vistas a la exigente temporada. Y el casi cuarentón –a esa altura- se puso a la par de los jóvenes de Sarmiento. “Lo pienso en frío y es una locura, pero me dije: ´cumplo los cuarenta y vuelvo a pisar las canchas´. Quise sentir el trote duro de las canchas de los pueblos vecinos, calzarse los botines, los guantes… quería sacarme las ganas de volver a entrenar con los pibes del club y lo hice por mi hijo y en homenaje a mi viejo. Me había quedado pendiente este desafío personal”, manifiesta el intendente de los pagos del ex River, Racing y Belgrano: Luciano Lollo. Y propone un entrañable viaje en el tiempo: “Yo hice todas las inferiores en Sarmiento. Jugué hasta los 17 años. Debuté en primera a los 16 años en un Provincial ante Deportivo y Cultural Serrano en una circunstancia parecida a esta. Ya estábamos clasificados y me convocaron al banco y esa vez pude entrar los últimos quince minutos. Esa vez perdimos 3 a 2 por un gol de penal sobre la hora”.
El proceso preparatorio confluyó en el debut de un equipo que, a la postre, marcó el camino de la Zona C del Provincial con cinco triunfos y un revés. El último compromiso de la fase regular, en Camilo Aldao, ante Juventud Unida, fue para Marcelo Agustín desandar el camino de la vida y su historia. Pues, al igual que a mediados de la década del ´90, recibió la convocatoria para ser parte del banco de relevos, ante la lesión del “1” titular: César Oviedo. Esta vez no hubo minutos en cancha, pero no fue impedimento para sentir aquellas mismas sensaciones que recorrieron su cuerpo siendo un púber. “Además de mi necesidad personal de hacerlo, la idea también es transmitirle a los chicos más chicos que el fútbol es hermoso, que inculca valores muy destacables y que también tiene ciertas etapas que hay que transitar. Recuerdo que en el ´95 salimos campeones después de 33 años de la Liga, en el ´96 perdimos final y en el ´97 jugué poco porque ya estaba terminando el secundario que cursaba en Leones (a unos 150 kilómetros de Alejo Ledesma) y no estaba en toda la semana”, rememora el mandatario de Alejo Ledesma que compartió la ciudad universitaria riocuartense cuando cursó los primeros años de la Carrera Ciencias de la Comunicación.
En la tórrida tarde de Camilo Aldao, Marcelo Agustín no atajó ni un minuto pero las emociones fluyeron igual, como cuando se agita su corazón al ritmo de su amado San Lorenzo de Almagro: “No tuve la suerte de atajar, pero entrar a la cancha de la mano de mi hijo, levantarle los brazos a nuestra gente y defender después de mucho tiempo –y desde una cancha- los colores de Sarmiento fue muy fuerte, movilizante”.
Son esos momentos que el fútbol -alejado de aquella visión tecnocrática del deporte profesionalizado/lucrativo y avaro- nos entrega como recompensa invalorable.
Esa adrenalina de todo futbolista en la vigilia de un partido es quizá la misma que vivenció el “Turco” cuando aquél domingo de septiembre de 2007 se comenzaron a escrutar los votos en la elección que derivó en la responsabilidad más importante de su vida.
La placidez por haber dejado todo por la camiseta, no haberse guardado nada, quizá sea parecida a la que generó la firma del convenio con el Gobierno de Córdoba por la cual se construyeron nuevas aulas en los colegios, en el marco del programa Aurora.
Aquella felicidad desbordante por el penal atajado que le otorgó a Sarmiento el pase a una nueva instancia en Liga de Canals es la misma que recorrió su ser cuando se encendió la primera hornalla de una cocina por la anhelada llegada del gas natural al pueblo, tras largas gestiones interinstitucionales que comenzaron por la red troncal y luego su extensión domiciliaria.
El disfrute a flor de piel de aquél clásico ganado con holgura en la cancha del rival es casi el mismo que experimenta cuando más de 4000 almas se regocijan con las propuestas artístico-culturales de los ya tradicionales festivales de verano al aire libre…
El retorno a su Sarmiento de Alejo Ledesma el intendente Marcelo Agustín “lo deseaba tanto que ni siquiera intentaba disimularlo”, como decía el imprescindible Osvaldo Soriano. Y la certificación de esa aseveración del maestro de la literatura se advirtió en la cotidianeidad en la “muni”, en cada práctica con pibes que bien podrían ser sus hijos, y en sus ojos húmedos en el abrazo a su hijo cuando volvió a pisar un campo de juego.
Por Franco Evaristi