El primer duelo oficial entre Estudiantes de Río Cuarto y Boca Juniors, por el Nacional de 1985, es un espacio recurrente al cual acuden los nostalgiosos de fútbol. Y nosotros los acompañamos desde Al Toque Deportes…
Para algunos la década del ‘80 habrá estado signada por las tensiones de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el terrorismo mundial, la existencia del sida, el fin de las dictaduras en varios países de Latinoamérica. Para otros habrá estado atravesado por la tragedia del terremoto de magnitud 6,3 en la escala de Richter afectó a la provincia de Mendoza, donde fallecieron 6 personas y 238 personas resultan heridas, o bien por la hidalga decisión del presidente Ricardo Alfonsín de iniciar el proceso de juicio a las Juntas contra los miembros militares de la dictadura cívico-militar (1976-1983), en un hecho histórico para la humanidad.
Pero al pueblo futbolero los aires ochentosos lo remonta en un barrilete hexágono de varilla de caña y papel de diario al pináculo donde aún descansa la gloria deportiva del fútbol regional. La historia de Asociación Atlética Estudiantes estará por siempre atravesada por el hito de la participación en los torneos nacionales del ‘83, ‘84 y ‘85.
Las nuevas generaciones de simpatizantes sólo dimensionan aquella epopeya futbolística a partir de las historias narradas, de aquellos relatos que parecen cuentos de ficción en esta actualidad de alternancias en torneos chacareros pensados (con malicia) por el centralismo futbolero. Aunque, tras el salto al Federal A y la presencia competitiva en la instancia decisoria, Estudiantes se aferra a su ilusión/convicción de emerger a la antesala del fútbol de elite. Ése, claramente, es el objetivo que marca la dinámica del equipo de Marcelo Vázquez. Sin embargo, mientras procura sortear los duros escollos del Pentagonal Final para lograr el ascenso, asoma Boca Juniors en el horizonte. Cual sol de primera mañana que irrumpe imponente y encandila, ése compromiso oficial por Copa Argentina despierta los suspiros de los nostalgiosos, de aquellos habitantes de un sueño eterno del cual no quieren despertarse. En rigor, no fue un sueño. Fue una realidad que aún inunda los corazones con oleadas de recuerdos que jamás podrán desteñirse de esas paredes pintadas con declaraciones de un amor no correspondido.
En Mar Del Plata, este próximo 19 de abril, no será la primera vez que Boca y Estudiantes se midan oficialmente por los puntos (“xeneizes” y “celestes” habían igualado 1-1 en un amistoso disputado el 2 de mayo –goles del “negro” Luis Carranza y José Orlando Berta-: “Para mí fue especial hacerle un gol a -Hugo Orlando- Gatti y a Boca, porque yo soy de River. Recuerdo que fue un tiro libre desde lejos, casi 35 o 40 metros”, disfruta aún en estos tiempos el histórico central “celeste”). Aquél Nacional del ‘85 los encontró en el estadio Ciudad de Río Cuarto y en el Palacio Tomás Ducó de Huracán. Ambos compartieron la Zona B, junto con Altos Hornos Zapla y Temperley, de un certamen que se organizaba bajo la forma de disputa a “doble nocaut”.
En febrero de aquél año, mientas se ponía fin a doce años de dictadura uruguaya, Isabel Perón renunciaba al peronismo nacional y en la Universidad de Río Cuarto asumían los decanos de Ciencias Humanas y Exactas, el equipo conducido por Jorge Omar Sturniolo se alistaba para una nueva incursión en la elite del fútbol nacional. Por determinación del DT, la base de Estudiantes contemplaría a los futbolistas locales que habían logrado el ascenso más sólo cuatro o cinco refuerzos: “Luego de clasificar al Nacional de 1985, tras las finales con Alumni en Córdoba, Jorge (Sturniolo) nos había anticipado que traería sólo cinco o seis refuerzos, no mucho más. Y así fue. Nos dio prioridad a nosotros, los del club. Nos bancó siempre”, recuerda el cumplimiento de la palabra empeñada del DT de Estudiantes Diego Felizzia, ex lateral izquierdo.
“Se armó un grupo bárbaro, Sturniolo era un fenómeno, el profe Bustos (David, preparador físico de aquél plantel) también. A tal punto había buen grupo que mi lugar en el campo era ocupado en la titularidad por (Mario) Mentil y compartíamos habitación y nos llevábamos bárbaro, al igual que con todos los chicos que eran del club. Había buena gente”, ratifica Ariel Mulinari, volante nacido en Inriville que llegó luego de jugar en Rosario, un paso por México y Recreativo de Laborde. “Había muy buena gente y todos sabíamos que queríamos lo mismo, por eso fue más fácil todo”, se pliega al recuerdo Víctor Crema, goleador nacido en Las Varillas.
Carlos Rosané describe aquél potencial humano y futbolístico configurado para la cita nacional como si hubiesen pasado sólo un par de meses: “Estaba Carlitos Trucco, un ‘monstro’ del arco. Teníamos al ‘Indio’ (Ricardo) Acevedo y su experiencia, llegó (Roberto Jaime) Corró de Córdoba (proveniente de Unión San Vicente), contábamos con los goles de (Víctor) Crema, la calidad de (Sergio) Coleoni, y teníamos a (Mario) Cariaga, un jugador diferente. Y todos los del club…era un gran plantel, unido. Eso fue fundamental”.
Algunos recuerdan que la preparación física incluyó un par de semanas de concentración en el predio del Área Material Río Cuarto. La planificación de las tareas de David Bustos y Jorge Sturniolo mixturó una exigente etapa de optimización física, la solidificación de los lazos humanos desde la convivencia y encuentros amistosos de fuste. Uno de ellos fue una auspiciosa presentación frente al San Lorenzo de Almagro de la dupla López-Caballero. Fue en el estadio Ciudad de Río Cuarto ante una gran concurrencia y una millonaria recaudación. Los “Santos de Boedo” pusieron en cancha a muchas de sus figuras: Rubén Cousillas, el uruguayo Rubens Navarro, Silvio Espíndola, Rubén Insúa, Luis Malvarez, Leonardo Carol Madelón, Walter Perazzo, Osvaldo Biain, entre otros. La derrota 2 a 1 del “celeste” no logró distorsionar el análisis positivo de una producción acorde con la exigencia. “San Lorenzo tenía un equipazo. Me acuerdo que esa tarde el “Pampa” (Rosané) hizo partido extraordinario y jugamos bien pese a que perdimos. A nosotros competir con equipos de esa magnitud nos mejoró”, enfatiza Felizzia.
El Diario La Calle tituló que “Estudiantes mereció mejor suerte. San Lorenzo fue oportuno”. Y puso en valor la practicidad, velocidad y contundencia del fútbol “azulgrana”, mientras que destacó las “actuaciones descollantes” de las nuevas adquisiciones: Cariaga y Crema. Ése domingo 10 de febrero, en el preliminar del duelo de Estudiantes-San Lorenzo, se midieron Deportivo Italiano y Arsenal de Holmberg, por la continuidad del Torneo de Verano “Amistad deportiva 85”, organizado por el club Los Incas de Achiras.
En la danza de imágenes en su mente abarrotada por una dilatada trayectoria, Rosané no distingue claramente aquél partido con San Lorenzo, aunque sí trae al presente una risueña anécdota: “Jugamos un partido amistoso con Platense y tuve un cruce (Carlos) Alfaro Moreno. Yo fui fuerte a la pelota y me dice: “no ves que es un partido amistoso (acentuando la tonada típica del porteño). Ma’ que amistoso ni ocho cuartos, para mí no hay amistoso que valga (acentuando el cordobés del interior profundo). Fue justo cerca del banco nuestro, cerquita de Daniel Davalle (uno de los médicos del club), de hecho hasta el día de hoy me lo sigue recordando. Pero fue muy lindo todo el proceso de ese nacional.”
Mientras Estudiantes cosechaba elogios tras su empate ante San Lorenzo, Boca sembraba dudas con una derrota ante Newell’s (1 a 0 con gol del “Tata” Martino) en las presentaciones de Julio Olarticoechea, Carlos Tapia y Mario Aldape. “La pretemporada era dura porque la exigencia de un Nacional era dura. Pero había un compromiso para trabajar que determinó luego la capacidad del equipo de estar a la altura del torneo”, define con orgullo el PF, David Bustos.
El camino hacia el debut ante Temperley en el Nacional prosiguió con un empate 1-1 ante un Atlanta cuyo arco era defendido por Hugo Tocalli. La prueba entregó destellos del fútbol de Jorge “Bocha” Rodríguez, el esperanzador debut de Corró y el oportunismo goleador del ex Barracas Central, Gustavo Bertolucci.
Quienes conocieron a Antonio Candini, quizá el dirigente más influyente y determinante de la historia de Estudiantes, coinciden en que tenía alma de soñador. En que sólo él podía ir un poco más allá de lo que el imaginario colectivo establece como meta alcanzable. Apuntalado por entusiastas y sapientes dirigentes identificados con el club, se propuso cumplir un sueño: contratar a un central con jerarquía internacional como Roberto Mouzo. El mismo que figura en los anales de Boca juniors por sus más de 420 partidos oficiales con la casaca Azul y Oro; el mismo que Ostenta también un récord compartido con Silvio Marzolini: ser el futbolista de Boca con mayor presencia en un superclásico del fútbol argentino, con 29 presencias. El mismo que logró consagrarse campeón seis veces (los logros más trascendentes las Copa Libertadores de las ediciones 1977 y 1978, además de la extinta Copa Intercontinental en el año 1977, la primera que ganase el club, frente al Borussia Mönchengladbach).
“A nuestro fútbol llegó un señor apellidado Mouzo”, titulaba Diario La Calle al denotar la investidura de la figura del ex Selección Argentina. Luis Carranza habla y aún sonríe. La evocación de un momento entrañable lo invade: “Candini fue un martes en el medio de la pretemporada y me dijo: ‘negro te animas a jugar de central con Mouzo’. Y yo le contesté: ‘déjese de joder Antonio…no sé si él se animará a jugar conmigo’ (risas). Ése día a la tarde, vino Candini con Roberto y lo presentó…”. “No lo podíamos creer, nadie lo esperaba”, afirma perplejo.
Todo sucedió días antes del inicio del Nacional. Las oficinas de la Federación Argentina de Cooperativas Agrarias (FACA), que conducía el dirigente nacido en Díaz, Santa Fe, anidaron las negociaciones que transformaron la posibilidad en realidad. “Lo recuerdo hasta el día de hoy. Junto al ´Gringo´ gestionamos la llegada de Mouzo. Mi recuerdo es por todo lo que se generó tras la llegada de un futbolista de su nivel, profesionalismo y don de gente. Y también porque tuvimos pagando su contratación con cheques durante al menos tres o cuatro meses posteriores a la finalización del Nacional”, rememora Roberto Birri, quien condujera como presidente de los destinos del “celeste” durante los Nacionales de 1984 y 1985.
Se vivían noches de ansiedad, vigilia e ilusión desbordante. A los buenos rendimientos del cuadro de Jorge Sturniolo en la pretemporada, el agregado de valor de la presencia de Mouzo elevó la apuesta. “Yo soy de Boca y él era mi ídolo”, confiesa Diego Felizzia: “Para mí fue una satisfacción enorme. Él, recuerdo, vino presentó con humildad y eso que tenía una chapa enorme, pero nos daba ejemplos. Él nos invitaba a nosotros a seguir entrenando después de cada práctica…y nos decía que vayamos a acompañarlo a hacer abdominales. En el vestuario y en las concentraciones fue siempre un tipo humilde, sencillo, alguien que no se guardó nada”.
Luis Carranza lo define como un “tipo bárbaro” que entrenaba “incluso después de las prácticas, hacía trabajos con pelotas. Nos sumó en todo sentido”. Para Rosané mirar hacia la dupla de centrales y verlo a Mouzo “no sólo te daba tranquilidad, sino que generaba una confianza extra. Te animabas a todo”.
Desde la mirada del cuerpo técnico, Roberto Mouzo acentuó el camino del profesionalismo con el que ya se trabajaba en Estudiantes, pero también su “don de gente nos mejoró. Y generó ilusión en el plantel y la gente. Vivimos momentos muy lindos, de aprendizajes y disfrute”, dice David Bustos.
El calor arreciaba en esta porción de la pampa húmeda en un febrero tan tórrido como inestable. Y la hora del debut en el Nacional sacudía las estructuras de la cotidianeidad. La hoja de ruta tenía como escala inaugural al sur del conurbano bonaerense. El Temperley de José Silvero se encargó de amainar aquella efervescencia que marcaba el pulso de la comunidad futbolera regional. Un inobjetable 3 a 1 para los “gasoleros” precedió a la cita esperada por todos. El traspié dejó como saldo la lesión de Juan Carlos Biggy (ex Recreativo de Laborde), la expulsión de Corró y ratificación de Víctor Cremma como artillero.
La vuelta de página derivaría, siete días después, en la gran cita con Boca Juniors. El corazón palpitaba al compás de los pasos perdidos…Y los habitantes de ese sueño eterno se aprestaban a atesorar una porción de sus vidas en el anecdotario recurrentemente visitado por la memoria melancólica.
Por Franco Evaristi
Fuentes: Página Celeste, Archivo Histórico Municipal y Centro de Documentación Al Toque (CeDAT).
Foto de Roberto Mouzo: www.imborrableboca.blogspot.com
Gráfico: Al Toque
Redacción Al Toque