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Fútbol - Primera Nacional

18-08-2019

En la penumbra, una luz deslumbra…

*Por Franco Evaristi

En tiempos en los que los gobernantes les hablan a los mercados y no a su pueblo…

 

En tiempos en los cuales la meritocracia cotiza en bolsa y la devaluación de la nobleza de los recursos que se emplean para alcanzar lo esencial equiparan la moneda argentina…

 

En tiempos donde las crisis económicas empobrecen (aún más) a los pobres y enriquecen (aún más) a los ricos…

 

En tiempos en los que el victorioso coincide con el mejor postor…

 

En tiempos en los que unos viven la impostura y otros roban la ambición…

 

En tiempos donde se pondera al soldado que huye porque servirá para otra guerra…

…nos aferramos al valor que representa el coraje del querer.

 

Don Braulio quiso. Intentó. Desafió, sin suerte, hasta la propia muerte. Tentó al destino con la foto (nunca publicada) del último grito de gol de Víctor Crema a Temperley. Muy en segundo plano aparecía, difusa, su figura refulgente: boina en mano, anteojos en falsa escuadra, brazos abiertos invocando a los dioses del olimpo, mirada al cielo implorando el castigo divino.

Pero no pudo. El reloj de arena dejó transcurrir.

Las luces y los sonidos de terapia intensiva iban cuesta abajo en la rodada…El fuelle ya no rezongaba.

El tálamo que albergó la agonía sostenía el palpitar cansino con ilusiones pasadas, esas que no se podían arrancar.

Los sueños de barriletes remontados y los recuerdos de los triunfos entrañables a la taba no bastaron.

 

El torrente sanguíneo dejó de traccionar. La mano yerta ya no presionaba y atemperaba aquella camiseta celeste ochentosa con marcados resabios del paso del tiempo. Estuvo hasta el último silbido de preaviso. Pese al juramento de estar, casi cuarenta años después de aquél 17 de marzo del 83, sucumbió hidalgamente. Se perdió los goles de Sepúlveda, la sutileza de Foglia en la ejecución magistral de un penal, y los semblantes caras vírgenes de quienes por primera vez pisaron el Candini para pertenecer a la encumbrada familia de la Primera Nacional.  Igual, Don Braulio ya se había recibido de hijo desobediente de la muerte, enemigo acérrimo de la expiración.

 

Entre penumbra y penumbra, una luz deslumbra. Ha vuelto su amor Don Braulio, ha salido la luna pese a su ausencia…otra vez el milagro del amor transformó en milagro el barro…Que lo disfrute, en donde quiera que esté…