El “celeste” apeló al juego colectivo para generar una gran producción (con triunfo incluido) ante Guillermo Brown de Puerto Madryn, en su incipiente transitar por la Primera Nacional.
Lejos del individualismo imperante, Estudiantes se aferró a los principios del cooperativismo para generar una gran producción (con triunfo incluido) ante Guillermo Brown de Puerto Madryn, en su incipiente transitar por la Primera Nacional. Ante la imposibilidad de contar con su figura excluyente (y determinante) de las primeras fechas, Alejandro Cabrera, apeló a aquellos valores que sustentan una gestión cooperativa: asociativismo, solidaridad, responsabilidad, compromiso al servicio del colectivo. Esos conceptos que parecen abstractos fueron centrales para dar muestras de que la individualidad adquiere valor agregado en la medida que la estructura logra imponer condiciones.
La individualidad se potenció en un funcionamiento aceitado con engranajes sin fisuras. Los grandes rendimientos de Sepúlveda, Bottino, Vester y Peralta condujeron un rendimiento superlativo que se evidenció fundamentalmente tras la apertura del marcador (por intermedio de Víctor Beraldi). Hasta ese momento, el equipo de Marcelo Vázquez se sumía en una búsqueda incesante para quebrantar a un rival diagramado para contener y lanzarse en una rápida transición. Línea de cuatro en el fondo, un “5” clásico (García), dos volantes internos (Soloa y Vera), dos extremos (Moreno y Bonetto) y un punta (Acosta). Así se dispuso el conjunto “browniano” abroquelado en tan sólo 25 metros.
Sin creatividad y demasiada movilidad al “celeste” le costó mucho encontrar un pase entre líneas o un revulsivo para provocar ruptura. De hecho, la más nítida fue de la visita en una contra precisa que concluyó en un remate de Vera que obligó la enorme respuesta (mezcla de destreza y reflejos) del “1” de Estudiantes.
La apertura del marcador llegó en un momento “psicológico”, justo cuando el “celeste” comenzaba a impacientarse. Y se dio cuando Diego Herner dejó la cancha por lesión y se aguardaba por el ingreso de Osores. En esos instantes, Estudiantes reflotó la otrora exitosa fórmula del pelotazo criterioso (no sistemático) para los puntas para que estos pivoteen y habiliten a los volantes que ingresen con el arco de frente. Así, Sepúlveda cedió con el pecho para Beraldi y el “negro Víctor” se acostó en la gravedad y armó un remate técnicamente perfecto para poner el 1-0.
El gol fue un punto de inflexión. Desde allí comenzó a ascender el nivel del local: Sepúlveda salió a los costados para producir espacios y robustecer el circuito futbolístico en la gestación, Bottino quitó una y otra vez (la posición de volante central le está sentando bien), orientó la presión y marcó el camino con el primer pase; Hesar arrastró marcas, el trajín habitual de Cainelli, Formica y Benavídez como alternativas en ofensiva y la dupla de centrales contuvieron al aislado (y peligroso) punta sureño.
El segundo tanto –en el complemento- fue consecuencia del juego atildado y profundo. Pase entre línea de Beraldi para Cuello. Habilitación del ex Atenas para el ingreso por derecha de Cainelli, centro “venenoso” para que Hesar la empuje de cabeza al gol: 2-0. “El pase entre líneas es la forma más estética y eficaz de avanzar metros en el campo. Un recurso imprescindible para la creación de juego…”, aquél precepto de Josep Guardiola se plasmó en una jugada con finalización exacta.
Por la diferencia futbolística parecía cosa sentenciada. Pero el fútbol es impredecible. A Guillermo Brown le bastó sólo con una reacción natural desde lo anímico para adelantarse en el terreno de juego, generar un córner a favor y ponerse en partido con un tanto de “carambola” de Osores.
Igualmente ese gol no intimidó las intenciones de Estudiantes. Se mantuvo respetuoso del libreto y las convicciones. Abrazado a los valores del cooperativismo futbolístico, construyó una producción digna del destaque para un equipo recientemente ascendido que afronta un certamen superior con –prácticamente- la misma base del Federal A. Vulneró a su rival desde la agresividad (futbolística, claro), intensidad y el factor mental. No le otorgó posibilidades de crecimiento en el partido y eso es un gesto de maduración.
El tercer tanto llegó por decantación, a la salida de un penal por mano en el área que canjeó por gol un Sepúlveda necesitado de reencontrarse con eso que tan bien les hace a los delanteros. Los minutos finales sirvieron para el lucimiento y para algo no muy frecuente en esta categoría: la generación de condiciones para que, cuesta abajo desde las tribunas, desembarque un rotundo: “ole, ole, ole…”.
Así clausuró su presentación Estudiantes ante Guillermo Brown de Madryn, en tiempos en donde el fútbol es cada vez más desteñido y utilitario, diseñado al servicio del resultado sin apelar a la belleza como característica necesaria y enaltecedora. Y lo hizo en la adversidad, rotando plantel, supliendo a su mejor figurada desde una solvencia colectiva que permitirá (en la medida que repita estas producciones) sustentabilidad en el certamen. Y por si fuera poco, lo hizo con destellos de un fútbol que visualmente fue agradable a los ojos futboleros…
Fotos: www.mundod.com.ar
Redacción Al Toque