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Deportes - Literatura

18-12-2019

Las tribulaciones de Mardones

*Por Agustín Hurtado

Las historias y pensamientos de Manuel Ernesto Mardones.

Cuestión de criterios

Manuel Ernesto Mardones vino al mundo en el intrincado año 1988. Se olfateaba el final de la Guerra Fría, los discursos vigorosos de Alfonsín ya habían sido devorados por los avatares económicos argentinos y lo que quedaba de la algarabía ochentosa se convertía en una sonrisa macabra.

Mardones nunca se sintió cómodo con la fecha de su nacimiento. Siempre dijo que tendría que haber visto la luz diez o quince años antes, cuando (según él)  había cosas importantes por las cuales “pelear”. Era un cultor de esa frase de Sabina que dice que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.

 

Nunca se perdonó haber llegado a la tierra en el año en el que murió el rock nacional y en los instantes previos a la caída de las esperanzas anticapitalistas. Era un sentimiento de culpa algo absurdo, porque ¿Que responsabilidad puede tener un tipo que recién viene naciendo de que el mundo esté patas para arriba? ¿Qué habrá hecho él para que se mueran referentes como Federico Moura o para que Charly García no haya vuelto nunca más a los niveles de Clics Modernos?.  Cuando lo reflexionaba mejor, se daba cuenta de que era un pensamiento propio de una personalidad demasiado enamorada de si misma y algo egocéntrica.

 

Profesor de historia por herencia y pasión, su mundo eran los libros. Amaba las artes, pero era un frustrado crónico (escritor, músico, pintor, etc). De deporte solo hablaba para criticarlo. Se sabía de memoria el discurso de pan y circo que utilizan los intelectuales… “Pero yo no soy como el viejo gorila de Borges. Yo crítico desde el marxismo”…solía decir, con palabras que parecían salidas de algún libro de militancia política de los 70. Era de izquierda y peronista, como su papá. Sus amigos le marcaban cierta contradicción entre el pensamiento del General y la línea marxista/leninista y ahí era cuando mejor se sentía, porque amaba la discusión y odiaba que le dieran la razón sin pelear, aunque sea un rato.

 

Su gran dilema surgía cuando la discusión dentro de su grupo de amigos era en torno al deporte. No sabía un cuerno de nada. Era la única cosa que su viejo no pudo inculcarle. Cada vez que se hablaba del tema, quedaba aislado. Para colmo, el destino le dio rasgos físicos parecidos a los de Riquelme y para molestarlo, los muchachos le pusieron un apodo que lo persigue desde hace más de diez años: Román. Una vez que los pibes notaron la similitud con el diez de Boca, su nombre dejó de ser Manuel y para todos pasó a llamarse Román.

Cansado de quedar afuera en todas las discusiones deportivas, Mardones decidió acercarse al tema por el único camino que conocía: los libros. Se dispuso a conocer los reglamentos (y artimañas) de cada una de las disciplinas. Naturalmente, como su apodo lo exigía, comenzó con el fútbol.

 

Mardones se llevó una gran sorpresa cuando descubrió lo rápido que asimiló los lineamientos generales del balón pie. La única regla complicada a la que se le presta atención es la del offside y ni siquiera tiene la complejidad de una fórmula química. La cuestión es simple, un jugador estará inhabilitado para participar del juego cuando esté por delante de la línea de la pelota y haya menos de dos rivales entre su posición y la línea de meta.

Todo lo demás, es bastante simple. Mismo número de jugadores de cada lado, la pelota se golpea con los pies, excepto por el arquero que puede usar las manos, siempre y cuando este adentro del área. No se puede golpear al rival y si se lo hace dentro del área es penal. Los encuentros duran dos tiempos de 45 minutos (como mínimo).

 

Después de un pormenorizado análisis, Mardones se preguntó primero como algo cuyas reglas son tan simples puede traer tantas polémicas. La respuesta la encontró en una frase que aparece constantemente en el reglamento: “quedará a criterio del árbitro”. La aplicación de las principales normas en el fútbol depende de la interpretación que el juez haga de la jugada. Por eso es imposible que se mida todo con la misma vara, porque no existe tal cosa. Hay situaciones del juego en las que es imposible ponerse de acuerdo, como por ejemplo la intención que tuvo un tipo de poner la mano en un determinado lugar.

 

Mientras reflexionaba sobre estas cuestiones, Mardones empezó a pensar que es justamente esa falta de certezas en las distintas áreas del reglamento, lo que hace que el fútbol sea tan popular y rentable por estas tierras. Primero, porque no es difícil de jugar en cualquier lado. Basta algún elemento que pueda hacer de pelota, dos arcos delimitados con lo que se tenga a la mano, cuya altura se establece muchas veces a ojo y algún mínimo de acuerdo sobre lo que será considerado infracción. La segunda razón tiene que ver con que no hay cosa más argentina que la discusión. Vivimos en una sociedad a la que le encanta tener motivos para debatir y el fútbol, con sus cuestiones de criterio, se brinda entero para argumentar durante horas.

Al descubrir que lo importante en el fútbol, no estaba en el reglamento, sino en su esencia, Mardones decidió dejar la investigación para más adelante. Porque para entender de esta disciplina hace falta cambiar el ángulo de estudio y por ahora, no tiene tiempo para tantas relecturas y prefiere ir por deportes más claramente delimitados.     


*Periodista.