*Por Agustín Hurtado
Manuel Ernesto Mardones, profesor de historia y amante de los libros, nunca fue de salir mucho por las noches. Disfruta de juntarse a tomar algo con sus amigos y no le escapa a las charlas nocturnas interminables, pero la idea de encerrarse en un recinto con poca ventilación y un importante número de personas no le pinta para nada.
Uno de los motivos por los que evita los locales bailables es por que odia levantarse tarde. Su carácter estructurado le impide quedarse en la cama más allá de las 9. No importa si es fin de semana o está de vacaciones, para el tipo es una aberración despertarse con la mañana ya empezada.
Esa estructura hace que sus sábados a la mañana los pase en el sillón de su casa, tomando su sagrado café junto a Mía, con quien comparte sus días desde hace más de un lustro. En una de esas ocasiones, mientras hacían zapping buscando que ver en la tv, dieron con ese canal de deportes que pasa rugby todo el día. Se detuvieron allí, no porque el partido les interesara demasiado -ninguno de los dos son amantes del deporte- sino por los paisajes que rodeaban al evento. Mientras un grupo de tipos se destrozaban por una pelota, de fondo se veían unas colinas hermosas. Resulta que el evento era en el corazón de Islas Británicas.
Europa, con sus paisajes y su historia, siempre fue una obsesión para Mardones. Autodefinido como un defensor de la gran patria latinoamericana, le da cosa decir a viva voz que prefiere leer de Grecia y Roma, que de los Incas y Aztecas; que él es más de Luis XIV y Napoleón que de Atahualpa y Moctezuma; que sueña con visitar otra vez la Torre Eiffel y Versalles, antes de irse a Machu Pichu. En el fondo se consuela diciendo que ese sentimiento era un defecto de fábrica por haber nacido en Argentina.
Mientras Mardones contemplaba los paisajes irlandeses, Mía mencionó lo paradójico de que en el rugby para avanzar, hay que dar pases hacia atrás. Sorprendido por los conocimientos de su pareja, el estructurado treintañero se dio cuenta de que había encontrado un nuevo objetivo en su travesía para desasnarse sobre los diferentes deportes.
Antes de bucear en los reglamentos, Mardones se dijo así mismo que debía dejar atrás los complejos de clase que tenía hacia el rugby. Si bien es cierto que es un deporte relacionado a un nivel socioeconómico alto, no por eso deja de ser una disciplina que se ha ido popularizando. Además, el fútbol es supuestamente el más popular y mueve más millones que casi ninguna otra actividad.
Como sucede con casi todos los deportes occidentales, los ingleses se arrogan el derecho de haber creado el rugby. La tradición atribuye la invención a William Webb Ellis, un estudiante de teología del Colegio de Rugby, situado en la ciudad del mismo nombre, en el condado Warwick. El mito dice que mientras estaban jugando al fútbol, en 1823, el tipo agarró la pelota con las manos y empezó a correr. El reconocido periodista argentino Ezequiel Fernández Moores escribe en uno de sus artículos que a está historia fundacional le faltan algunas pruebas y que los propios ingleses señalan que hay elementos para sostener que el rugby puede tener orígenes más antiguos.
“En el rugby es todo muy British Way”, le dijo un colega aficionado a la disciplina. Es el desorden ordenado. El equilibrio exacto entre la violencia, el orgullo y el respeto. La pulcritud de los equipos al ingresar a la cancha (15 por lado), la solemnidad en la interpretación de los himnos, el acato a la reglas y al protocolo, la presencia de la casa real en todos los encuentros del seleccionado, todo es un reflejo de lo que las islas representan (o representaron). Incluso el modo de jugar es parecido a las batallas antiguas, en las que la pelea por el territorio era muy importante. De hecho, el escudo de la selección inglesa (la rosa de pétalos exteriores rojos e interiores blancos) hace referencia al rey Henrique VII de Inglaterra que fue coronado en el final de la Guerra de las Dos Rosas (la blanca de los York y la roja de los Lancaster), que sucedió a mediados de siglo XV. Henrique, proveniente de la casa Tudor, unificó ambos símbolos.
Las ironías del materialismo histórico hicieron que no fuera en Inglaterra donde el rugby alcanzara su máxima expresión. La expansión ultramarina de los británicos hizo llegar la ovalada a sus colonias del océano pacífico, donde encontró a su fenotipo ideal en los maoríes. Estos habitantes nativos de la polinesia que poblaban Nueva Zelanda cuando empezaron a llegar las expediciones europeas, fueron los que mejor entendieron y desarrollaron la disciplina. Los All Blacks de hoy, dicen los que conocen de esto, son producto de la mixtura de las destrezas maoríes y la organización británica.
Así, paradójicamente, el deporte más inglés de todos terminó explotando en el hemisferio sur. A Nueva Zelanda y sus vecinos isleños se le sumaron otras colonias británicas, como Australia y Sudáfrica. Pero el proceso no se detuvo allí y –globalización mediante- los colonizados empezaron a “invadir” a sus colonizadores.
Al estudiar las consecuencias del proceso de descolonización de mediados del siglo XX, el sociólogo jamaiquino radicado en Birmingham, Stuart Hall, indagó en los cambios que generó en la cultura inglesa el arribo de los colonizados. Utilizaba para eso la metáfora del azúcar en el tradicional té inglés. Un producto de las colonias siendo vital en una tradición británica.
Así como el azúcar de las tierras colonizadas invadió el “té de las cinco”, los descendientes de los maoríes ganaron espacios en el deporte más inglés de todos. Hoy los hermanos Vunipola, de raíces tonganas piden que dios salve a la reina(1) con la rosa Tudor en el pecho y Bundee Aki, con sangre samoana, se pone la camiseta verde de Irlanda y responde como nadie al Ireland´s Call(2).
Después de un rato de tantas elucubraciones, Mardones se frustró, porque si bien pudo indagar en el origen del rugby, no pudo responder a la pregunta de por qué la pelota se pasa para atrás. “En el fondo los rugbiers son todos peronistas. Entendieron clarísimo que quería decir el General con eso de que para hacer un paso hacia adelante, a veces hay que hacer dos para atrás”, se dijo en broma para sí mismo y dio por concluida la primera fase de la investigación del rugby.
(1) Himno de la Reina Isabel II de Inglaterra.
(2) Canción tradicional del seleccionado de rugby irlandés que agrupa a las dos partes separadas de la isla (la Rep. De Irlanda, católica e independiente de la corona e Irlanda del Norte, protestante e integrante de del Reino Unido de la Gran Bretaña).
*Periodista.