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11-02-2020

Algunas consideraciones del trabajo con jóvenes frente a la problemática vocacional

Nicolas Gallo, co tutor de la Licenciatura en Psicología de Universidad Siglo 21, nos comenta algunas consideraciones del trabajo con jóvenes frente a la problemática vocacional. 

La elección de una profesión u ocupación es una de las tareas y decisiones más importantes que una persona puede realizar, ya que ese ser/quehacer se contituirá como uno de los aspectos esenciales de su proyecto de vida.

 

Somos no solo lo que pensamos o sentimos, sino también aquello que hacemos y efectivizamos en acciones. Por ende, elegir una profesión u ocupación es definirnos en un sentido más vasto y profundo, que trasciende ampliamente una ocupación, una carrera y una Universidad. El trabajo y el estudio implican actividades productoras de anclaje social, son actividades valoradas y reconocidas, que otorgan una posición simultáneamente concreta y simbólica, generadoras de inclusión social -en el sentido que implican intercambio, comunicación, encuentro con otros- y en consecuencia bienestar.

 

Es por esta razón que realizar una elección madura en términos vocacionales es tan importante y complejo, requiere objetivar e integrar diversas dimensiones que nos constituyen: la histórica, la personal, la política, la social/cultural y fundamentalmente: la dimensión deseante.

 

Nadie puede “elegir bien” sobre aquello que no conoce, por ello un proceso de Orientación Vocacional, es antes que nada, un espacio para poder aprender y conocer acerca de sí mismo -intereses, habilidades, deseos, valores, aptitudes, - y conocer acerca del contexto -Universidades, propuestas académicas, perfiles profesionales, capacitaciones laborales, oficios-, un conocer para poder decidir aquello que posibilite integrar aquellas dimensiones constitutivas de cada sujeto en pos del desarrollo personal y a la vez social por los efectos que tendrá esa actividad.

 

No hay que perder de vista que cuando un individuo participa en un proceso de Orientación Vocacional, podría decirse que no lo hace ingenuamente. Trae consigo varias representaciones ligadas al proceso de elección y decisión que emprenderá, como así también, al trabajo, al estudio y al orientador. Estas representaciones se traducen en conductas, constituyéndose en los elementos desde los cuales se escucha, se comunica y se interpreta lo que acontece. Por ello, identificar algunas de estas representaciones, es crucial para realizar una elección madura en términos vocacionales.

 

¿Qué implica una elección madura? Poder decidir teniendo en cuenta los propios valores, intereses, deseos y aptitudes, como también las posibilidades reales en el contexto para esa elección. Dos personas pueden elegir exactamente la misma carrera  y paradójicamente estar eligiendo algo diferente por las representaciones subyacentes.

 

Quienes trabajamos en Orientación Vocacional, coincidimos en afirmar que es un campo complejo que implica un trabajo artesanal: complejo por la dimensión subjetiva puesta en juego allí y artesanal en el sentido que por más que exista un encuadre de trabajo y técnicas para el mismo, es necesario de parte del profesional poder indagar para escuchar e identificar ese mundo interno del consultante y sus representaciones, a veces expresadas como estereotipos y prejuicios, otras tantas en actitudes u opiniones en relación a diversas opciones y posibilidades, portando específicos valores, ideas y creencias.

 

El contexto en que estamos insertos se juega en los procesos que llevamos a cabo, encontramos jóvenes que vivencian la elección con presión y sobreexigencia : “No me puedo equivocar” “si no elijo bien pierdo un año y me voy a recibir más tarde, no voy a conseguir trabajo”, expresiones que patentizan un aspecto de lo social, donde pareciera que no hay lugar para el error, y es necesario ser productivos, eficientes y exitosos. Será trabajo del orientador desdramatizar la elección, enfatizando como propone Rascován (2005) que no se juega la vida en esto, aunque un poco para elegir haya que jugarse. Esto por supuesto, no implica “jugarse” en el sentido azoroso del término, más bien resignificar ese binomio de éxito/fracaso en favor del Devenir e Incertidumbre como condición subjetiva de la existencia.

 

Es necesario que el proceso posibilite reflexionar sobre la relación entre el estudio, el trabajo y la profesión, como así también el significado social de las carreras, explicitando cuales son las oportunidades educativas y ocupacionales de la comunidad. En este sentido, la información ocupacional cumple un objetivo fundamental ya que no solo sirve para transmitir información sino también para corregir las imágenes que se encuentran distorsionadas. Es tarea del orientador facilitar la búsqueda de esta información ocupacional y ayudar a esclarecerla y metabolizarla.

 

De parte de quienes desarrollamos la función de orientador/ra, también se requiere deconstruir y desnaturalizar prácticas. Esto implica reconocer que los jóvenes que inician un proceso, lo harán desde diversas situaciones subjetivas, que si bien algunas no tienen que ver estrictamente con la problemática vocacional, insiden en ella: sujetos que depositan en el objeto de elección un deseo de los padres, otros que tienen claridad sobre que elegir pero tienen miedo de emprenderlo porque requiere mudarse a otro lugar y no se sienten preparados para ello, sujetos que no cuentan con recursos y posibilidades para continuar con estudios universitarios y deben trabajar para colaborar con el sustento del hogar y la familia. Por todo ello, un orientador no debe perder de vista, que la mejor elección no es la ideal -la que él o su orientado tengan-, sino la posible. En todos los casos, se deberá trabajar con los consultantes, como construir esas posibilidades cuando no se encuentran dadas desde el contexto.

 

Ante los consultantes que enfatizan el qué estudiar como objeto final de la elección, un proceso de orientación debe propiciar desarrollar el valor instrumental de esta actividad, entendiendo que transitar la Universidad y el estudio formal de una carrera, se realiza en un tiempo acotado -en general 5 o 6 años-. El interrogante más fundamental es: ¿qué te gustaría hacer en el futuro? ya que la actividad profesional/ocupacional es la que se sostiene y desarrolla durante muchos años de la vida de una persona. El deseo de ese hacer particular, se vinculará a una preparación específica, sea ésta en el ámbito formal de estudio o no.

 

La transición de la adolescencia a la adultez y la tarea de comenzar a construir un proyecto de futuro, implican una crisis vital, a veces vivenciada con angustia y preocupación, otras con entusiasmo y expectativas, pero sea cual fuera el caso, no es menor la función de padres, familiares y adultos significativos, acompañando, escuchando activamente y generando esas instancias de diálogo donde pueda darse lugar a poner en palabras las vivencias, expectativas, deseos y temores, como asi también el itinerario de ese adulto en la construcción del propio proyecto. Espacio que si se produce, evidenciará que no hay caminos correctos, tiempos precisos ni trayectos unidireccionales, porque los seres humanos de linealidad no tenemos nada.

 

Lo que se enuncia como vocación -implique esta un estudio, un trabajo o un proyecto determinado- es una construcción que se realiza entre el sujeto, la historia y las oportunidades que el contexto ofrece a este individuo y de las cuales se apropia para desarrollarse y transitar su particular recorrido.

 

Este proceso de Orientación vocacional y ocupacional, para el individuo implicará el inicio de un itinerario que se desarrollará a lo largo de la vida, por lo que ese vinculo singular que establecerá con un objeto vocacional con seguridad se redefinirá por estar sujeto al devenir de la historia, el contexto, los otros y el sí mismo. Ojalá nunca elijamos de una vez y para siempre, será señal de que estamos vivos.

 

Lic. Nicolás Gallo

Psicólogo MP: 8612

Tutor de Lic. en Psicología-Universidad Siglo 21

Integrante del Área de Orientación Vocacional en UNRC

Docente Universitario