Hoy cumple años Héctor Andrés Bracamonte y, a modo de regalo, en Al Toque Deportes recreamos el capítulo de nuestro libro "Centro Atrás" que cuenta los inicios futbolísticos del "Popi" previo a convertirse en el jugador argentino que más tiempo jugó en Rusia. Desde la anécdota de su primer gol en la Liga Regional hasta sus increíbles historias en el viejo continente.
El mes de mayo y el Club Sportivo y Biblioteca Atenas –pese a que circula sangre celeste por sus venas- marcaron a fuego los inicios de Héctor Bracamonte. “Popi” nació el 16 de febrero de 1978 en Río Cuarto y surgió en las canteras de Renato Cesarini con posterior paso en el club de sus amores: Asociación Atlética Estudiantes.
El quinto mes del año de 1995 contempló el despegue hacia una carrera de logros del espigado delantero de área. El domingo primero de mayo Bracamonte recibió la anuencia del entrañable director técnico Jorge Sturniolo y saltó a la cancha a los 20’ del primer tiempo por el lesionado Soda. Estudiantes no podía romper el cerrojo de Atlético Sampacho en esa primera fecha del Apertura. El celeste lo terminó ganando 2-0 en un encuentro en el que “popi” no pudo terminar en cancha, puesto que el DT lo cambió a los 44’ del segundo tiempo (por Sergio Magallanes) para resguardar el resultado.
Casi en el cierre de ese mes (28), el atacante exhaló su primer grito sagrado en primera división en la Liga Regional. Fue en un clásico ante Atenas, por la cuarta fecha. En un cambiante partido, Estudiantes perdía 4 a 3. Bracamonte ingresó por Argüello a los 35´ del complemento. Atenas se aferraba a un triunfazo en su casa. Hasta que llegó el empate de “Bracagol” –como lo apodaron algunos relatores- en una acción que será recordada como una anécdota “de color”, tal como lo grafica el propio futbolista con lujo de detalles: “Me acuerdo que (José) ‘cacho’ Echeverría era el entrenador de Atenas en aquella época. Era mi segundo partido en el que iba a entrar. Sturniolo me dio las instrucciones y me dijo que me fije que estaba Carranza de 9. Me mandó al lado de él para ver si podíamos aprovechar alguna pelota parada. Faltaba nada. Viene un pelotazo, el “negro” Carranza la agarró al vértice del área grande, tira el centro de bolea sin pararla y voy al primer palo, anticipo y hago el gol. Tuve que saltar algo para cabecearla, cuando salte y estoy cayendo me recibe el ‘zequi’ (Ezequiel) Robledo -recio marcador central “albo”- y me metió un ‘uppercut’ de derecha, una trompada hermosa en el medio de la boca. Yo lo sentí como un choque y salí a festejar el gol. No le di ni pelota al “negro” Carranza que vino a abrazarme y lo esquivé, empecé a sortear gente y se me acabo la nafta por mitad de cancha, un ahogo increíble tenía. Ahí lo encuentre al 'Payo' (Ricardo Tomás Aimar, integrante del cuerpo técnico de Estudiantes) festejando arriba mío. Ese fue el primer gol que hice en primera, en un clásico, de visitante, y perdiendo 4 a 3. Debe haber sido una de las emociones más grandes que tuve jugando para Estudiantes. El tema es que cuando terminé de festejar y se me bajaron las pulsaciones, y empezó a salir gente de esa montaña, yo estaba chorreando sangre por la trompada. Ahí me sacó Juan (Martínez), que era el masajista, me puso algodones porque me rompió la boca, tenía sangre por todos lados. Estuve un minuto afuera por eso, volví a entrar y terminó el partido. Todavía me acuerdo que me hicieron un reportaje en Canal Trece y salí con el algodón tocándome la boca todo el tiempo por el trompadón del ‘zequi’, a quien me crucé varias veces después y le tengo un gran cariño, más allá de que me cascó en mi debut. Lindos recuerdos de la Liga tengo, de aquél primer gol y una anécdota de color…rojo (por la sangre)…ji (sonríe)”.
Ese recordado gol a Atenas fue el único que Bracamonte hizo en sus primeros pasos en el Apertura de primera división de Estudiantes en la Liga Regional. En el Clausura del 95´ jugó 10 encuentros y marcó 5 tantos, y al año siguiente plasmó en las estadísticas su enorme capacidad goleadora: en el Apertura marcó 8 goles en 11 partidos y, en el Clausura, se consagró máximo artillero del certamen al anotar 11 tantos en 7 cotejos disputados.
Como si fuese un guion diseñado por algún cineasta de ficción, su despedida del certamen vernáculo para partir a las grandes ligas fue haciendo honor a su oficio de goleador y ante Atenas. Fue un 20 de octubre de 1996, en el Estadio Ciudad de Río Cuarto. Ese domingo el “celeste” se impuso 3-2 y Héctor Bracamonte firmó dos de las tres conquistas de su equipo para adueñarse del clásico y del corazón de “Los Leones”.
Unas semanas antes, el 6 de octubre, una formación de Estudiantes, con futbolistas con roce en el Torneo Argentino, disputó un encuentro amistoso ante un combinado de Boca Juniors dirigido por Francisco Manuel Sa. El “celeste” ganó 4 a 2 y Bracamonte ingresó por Pedro Rojo. Dejó una gran imagen, a tal punto que su destino, meses después, lo encontró en casa amarilla entrenando alternadamente con el plantel dirigido por Héctor “bambino” Veira.
En 1999, en el afán de sumar más minutos en cancha, emigró al Club Los Andes a jugar la segunda categoría del fútbol nacional. Allí marcó 9 goles en 26 partidos. Su performance le habilitó la posibilidad de su primera experiencia europea: Badajoz de España. Su incursión en el Club Deportivo del ascenso español coincidió con la exótica aventura del conductor televisivo Marcelo Tinelli como propietario de un club de fútbol (compartió aventura con Sebastián Battaglia y Lucas Gatti, ambos también de las inferiores de Boca). En dos años (2000-2002) infló 21 veces las redes del ascenso español en 85 partidos jugados.
De aquella experiencia europea y con más roce retornó al país. Se sumó al Boca de Tévez, Cascini, Delgado, Ibarra, Schiavi, Barros Schelotto, Donet, dirigidos por el Maestro Oscar Tabárez. Durante ese año marcó 17 goles en 40 compromisos. Su lucha por la titularidad en el “xeneize” se vio complejizada ante la llegada de refuerzos de renombre que demandaron una gran erogación de las arcas “auriazules”. Por ello, el bohemio delantero riocuartense de 1.91 metros tomó la decisión de emigrar al fútbol de Rusia. Fue a fines de 2003, en pleno conflicto con Chechenia. Junto al “chavo” Pinto –ex Boca- reforzaron las filas del FC Moscú. Lo que parecía una aventura sin demasiada expectativa de perdurabilidad terminó siendo un idilio. Pushkin –como lo apodaban en Rusia por su aspecto “salvaje”: pelo largo, enrulado, patillas pronunciadas- vistió esa casaca hasta 2009. En ese ínterin marcó 36 goles en 95 encuentros.
Luego arribó al FC Terek Grozny, equipo de una ciudad devastada por los conflictos bélicos (en proceso de reconstrucción) que era presidido por el también primer mandatario de la república caucásica Ramzan Kadyrov. Además de hacer diana en 5 ocasiones –como suelen llamarle los europeos a marcar goles-, el riocuartense también fue asistente técnico de Isa Baitiev. Misma situación vivió en su otro equipo por el cual pasó en el fútbol ruso: FC Rostov. Con este representativo estuvo a punto de perder la categoría. Sin embargo, en las últimas fechas de la temporada 2011-2012 Bracamonte fue técnico-jugador y su Rostov logró la permanencia. Aquí marcó 7 goles en 27 encuentros.
Esa fue su última experiencia en el fútbol ruso. Mientras celebraba el objetivo alcanzado en la fría Rusia, fue madurando la idea de que “Rosario siempre estuvo cerca”, como dice la canción de Fito Páez. El operativo retorno a Argentina se consumó en 2012: Arribó a Rosario Central con 34 años. Algunas lesiones (Talalgia) y un rendimiento colectivo lejos de lo esperado por todos, incluso por el DT Miguel Ángel Russo, precipitaron su salida de la entidad de Arroyito (marcó un tanto en 9 jugados). Empezaba así a escribir el principio del fin de su dilatada carrera futbolística. La última parada del expreso Bracamonte fue en Junín. Sarmiento fue su último refugio, aunque sólo fue por unos meses. Y ni siquiera llegó a debutar. La rotura del Tendón de Aquiles lo empujó a la decisión más dramática que suelen afrontar los futbolistas: el momento del retiro.
Así expiró la historia de Héctor Bracamonte, un bohemio que se dedicó al fútbol por ser un “músico frustrado”, tal como lo reconoció ante la prensa. Maradoniano hasta las entrañas (admite tener en su mesa de luz una foto de Diego Armando) y músico por herencia familiar, ´Braca´, actualmente radicado en Buenos Aires, entrena divisiones juveniles de Boca Juniors y gestiona su bar de Blues en el corazón porteño, allí donde toca sus canciones cada vez que finaliza el ritual de los partidos del Xeneize.
“No hay mejor amor que el que nunca ha sido. Los romances que alcanzan a completarse conducen inevitablemente al desengaño, al encono o a la paciencia; los amores incompletos son siempre capullo, son siempre pasión”, reflexiona el gran Alejandro Dolina, escritor, músico, conductor radio y televisión. Quizá aquella decisión de dejar el fútbol lo enfocó en plenitud en transcurrir el camino por ese amor incompleto con la guitarra y La Bracamonte Football Blues Band, un nombre que sintetiza su ferviente pasión por dos expresiones artísticas que marcaron su vida para siempre: el fútbol y la música.
Fuentes: www.paginacelesteblogspot.com / Archivo Histórico Municipal / Entrevistas Diario La Nación, 21 julio 2011 / Diario Perfil, 18 septiembre 2015 y 24 mayo 2018 / Diario Clarín, 10 junio 2003 / Página 12, 18 enero 2004 / El Grafico, 24 julio 2012 / RT Actualidad. Sepa más, 7 de junio 2016 / CEDAT (Centro de Documentación Al Toque) / Entrevistas televisivas y radiales: Pelota de Trapo, FM Maradó Río Cuarto; ESPN; TyC Sports.
Gráfico: Al Toque
Redacción Al Toque