Inicio Quiénes somos Publicidad Contacto Enlace a Facebook Enlace a Instagram Enlace a Youtube Enlace a Twitter
  • PRIMERA A

    Final

    Atl. Adelia María 02 Lautaro Roncedo (AG)
    CAAM CSBLR

¡Ahora que sí nos ven!

02-05-2020

Al fin elegí al fútbol

* Por Yamila Pérez

Inauguramos la segunda parte del proyecto colectivo ¡Ahora que sí nos ven!

En esta entrega, el escrito de Yamila Pérez, actual preparadora física del Club Sportivo y Biblioteca Atenas.

 

> ¡Ahora que sí nos ven! | Segunda parte

 


 

Al fin elegí al fútbol

* Por Yamila Pérez

 

Desde que recuerdo me interesa el fútbol, las imágenes más antiguas relacionadas a la pelota las tengo de ir algunos domingos a ver jugar a mi viejo al Club del Banco Central, cuando conseguía que alguien me acompañara al estadio, porque rara vez conseguía quien quisiera canjear eso por dorarse en las gradas. Ahh… ¡Sí! Nací en el partido de Alte. Brown, provincia de Bs.As. Salir a jugar por el barrio no era una experiencia cotidiana, así que ir al club, significaba una expectativa enorme porque ese momento llegara, la más de hora y media de viaje hasta el club hacía que la ansiedad creciera; abrazaba la pelota e imaginaba que, si tenía suerte, podía canjear algún juego por un rato de fútbol.

 

No es que haya sido hija única pero para eterno lamento de mi fanático padre, ninguno de mis hermanos tuvo jamás interés por el fútbol… así que los domingos por la noche, cuando todos se iban a dormir, la nena de 5 años que se levantaba en silencio a ver el resumen de la fecha, era yo. Mientras mi viejo se tomaba su café, me hablaba de fútbol, me explicaba las jugadas, hacía algún reproche al televisor como si algo fuese a cambiar e iniciaba una partida de truco.

 

Como la naturaleza siempre equilibra, no me dio hermanos futboleros pero si amigos y un primo que pasaba de la play a la pelota, así que las visitas a su casa eran la gran oportunidad para ir a jugar a la canchita de la Sociedad de Fomento del frente y armar un picado con sus vecinos.

 


Comencé a darme cuenta que no quería sólo ver este deporte, sino que disfrutaba muchísimo jugarlo y que nunca me alcanzaba el tiempo que lo hacía, cuando los demás ya querían “jugar a otra cosa” yo sólo quería seguir pateando un rato mas.


 

Comencé a darme cuenta que no quería sólo ver este deporte, sino que disfrutaba muchísimo jugarlo y que nunca me alcanzaba el tiempo que lo hacía, cuando los demás ya querían “jugar a otra cosa” yo sólo quería seguir pateando un rato mas. Así que un día, ni recuerdo cuando, hice la pregunta: “Ma, ¿puedo jugar al fútbol?” A la vuelta de mi casa, había un club de barrio con un equipo de fútbol femenino que arrancaba a entrenar, un día pasábamos con mi mamá por el frente y vi a las chicas entrenando. Eran más grandes que yo, pero quizás podía participar… En ese momento tendría entre 8 y 10 años. De todas formas, todo lo que pude imaginar, se desplomó con un rotundo NO. En varias oportunidades volví a insistir pero el “no” era tajante; ¿los motivos?: “Sos nena, el fútbol es bruto, es para varones, no me gusta el ambiente”, el “no seas machona”, ”varonera” y todos los sinónimos conocidos. No podía entender, y cada vez que notaba una diferencia de género por estas cuestiones me invadía una gran sensación de bronca e injusticia.

 

Pasó el tiempo… seguí jugando con amigos, con los prejuicios que arrojan esas almas siempre dispuestas a mirar al otro y aportar un ácido comentario que nada aporta, sino que lastima y que lamentablemente se naturaliza.

 

En el año 2000, con mi familia nos mudamos a Merlo, San Luis. Tenía 15 años, disfruté ampliamente las nuevas libertades, poder trasladarme de un lado al otro, en un entorno único y sin los peligros de la ciudad. Un día, peloteando con amigos, vimos un grupo de chicas jugando en una cancha de 7, por ese entonces todavía era raro ver ese escenario. Cuando nos íbamos, me invitaron a practicar con ellas. Recuerdo que miré a los chicos y asintieron para esperarme y no llegar a casa sin mí.

Estaban por organizar un torneo de fútbol femenino entre los barrios. Ese día acepté estar pero no sabía que iba a pasar, comencé a ir a algunas prácticas sin decir nada. Y cuando llegó la fecha del torneo pregunté en casa, lo que obtuve fue un no. Una amiga de mi mamá estaba presente ese día, salió atrás mío y me dijo, “yo te voy a ayudar”. No dijimos mas nada y la mañana anterior al partido me trajo los botines, canilleras y medias del hijo; me fui feliz a mi primer partido de fútbol femenino.

Obviamente que duró poco la pantalla y explotó la bomba, pero me terminaron dejando ir hasta el último partido. El torneo terminó, seguí con lo que hacía, básquet, mountain bike, club de montaña, etc. Me volvieron a invitar a otros torneos, pero yo rechacé hacerlo, quizás por evitar cuestionamientos, o porque en ese momento no tenía la energía o la disposición para generar otra lucha. En el año 2003, me invitaron a jugar una semifinal en una cancha alternativa del Ave Fenix, en San Luis, fue una experiencia hermosa, empatamos y hasta me tocó patear uno de los penales, los nervios de ese momento son inexplicables y al menos por una vez los pude vivir.

 

En 2004 vengo a estudiar a Río Cuarto. Me planteé por un momento, si retomar el básquet o dedicarme al fútbol pero terminé una vez más diciéndole no al fútbol. Tenía ganas de entrenar y el básquet estaba más desarrollado. Me identifiqué con la institución, con el deporte y si bien, en cuanto podía jugaba algún picado, no sabía ni escuchaba nada formal sobre fútbol femenino. Además del profesorado en Educación Física, empecé a trabajar y capacitarme en básquet. Comencé a darme cuenta que me encantaba trabajar en el deporte y poco a poco el hecho de estudiar la táctica, de traspasar conceptos de un deporte a otro, e intentar entender su lógica y las necesidades físicas que requerían empezó a apasionarme.

 


Me planteé por un momento, si retomar el básquet o dedicarme al fútbol pero terminé una vez más diciéndole no al fútbol. (…) si bien, en cuanto podía jugaba algún picado, no sabía ni escuchaba nada formal sobre fútbol femenino.


 

En el verano 2016-2017 Mariana Ferretti me propone hacerme cargo de las categorías menores de la escuelita y como PF de la reserva y primera división de Estudiantes, que por primera vez iba a tener fútbol femenino. Ese año fue de mucho aprendizaje para mí, y en el qué me desarrollé muchísimo porque profesionalmente nunca me había dedicado al fútbol. La mística que se vivió en ese equipo fue impresionante para todos los que estuvimos ahí, pero así fue de fugáz también. Luego de esa experiencia algunas preguntas comenzaron a darme vueltas… la principal y la que me guía: ¿Qué es lo que necesita el fútbol femenino de Río Cuarto?

En estos últimos años he tenido ofertas laborales para trabajar en otros deportes pero al fin elegí al fútbol; no desde el lugar que soñaba de chica, pero sí desde un lugar que me permite tomar decisiones y provocar pequeños cambios. Si puedo lograr inspirar a una jugadora a que entienda y viva un poquito más cada día como deportista, para mí es un logro.

 

Considero que ahora que si nos ven, ahora que la mirada pasa por nosotras, a veces fugaz o de reojo, pero ya no esquivándonos; ahora es momento de hacernos cargo, de dejar de ser víctimas para tomar el control. En muchos sentidos podemos, en pequeñas cosas, que tanto en el fútbol como en la vida terminan siendo significativas. Hoy nos toca hacernos cargo, ser responsables de la lucha de muchas esforzándonos en cada día sin dejar que nos roben el tiempo, exigirnos y exigir lo mejor de quien tenemos enfrente siempre. Porque queremos derechos, entonces tenemos que obligar que sean respetados siendo mejores, jugando más y más lindo para que más y más nos vean…

Es fácil ver algunas cuestiones que le faltan al fútbol femenino regional, pero sobretodo observo un gran potencial, muchas más posibilidades que desventajas y por eso lo elijo.  Está todo por hacer y con posibilidades, tanto institucionales como sociales, que hasta hace algunos años eran impensadas.

 

Hoy, año 2020, tengo la satisfacción de pertenecer a una institución como es C.S y B. Atenas que nos abrió sus puertas, a un equipo que desde el día uno mostró una gran disposición para el trabajo y con un compañero que transmite seriedad, respeto y una gran pasión por lo que hace como es Cristian Zuñiga. Se nos acabaron las excusas, tenemos la obligación de demostrar que cada metro del terreno de juego que ganamos es porque lo merecemos, porque de verdad nos esforzamos por mostrar nuestra mejor versión, por brindar un fútbol tan lindo que den ganas de ir todos los domingos a la cancha a ver a las chicas jugar, y ahí sí que nos van a ver.

 

* Por Yamila Pérez para ¡Ahora que sí nos ven!

Instagram: @ahoraquesinosvenrio4