A causa de la cuarentena, en Italia se volvió a transmitir el Mundial Alemania 2006. Y, otra vez, apareció Andrea Pirlo. La francesa Amandine Henry se adelantó con el saludo de codo. Como si estuviese en la cancha, dice: “Protegerse a sí mismo es proteger a los demás”. Por Delfina Corti y Roberto Parrottino.
En este nuevo espacio de Juego Compartido vamos a tirar paredes con otros periodistas y escritores. Presentamos el quinto capítulo de la serie creada por Delfina Corti y Roberto Parrottino. Hoy: Mediocampista central
> Capítulo anteriores
El fútbol como pandemia I | Arquero
El fútbol como pandemia II | Central derecho
El fútbol como pandemia III | Lateral izquierdo
El fútbol como pandemia IV | Lateral derecho
El fútbol como pandemia V | Mediocampista central
Tengo debilidad por los tiros libres. Y, por eso, tengo debilidad por Andrea Pirlo. Es uno de mis jugadores preferidos. Y de mis jugadores preferidos es el único del que jamás escribí.
Miento. Una vez, al pasar, dije: “Le Corbusier definió a la arquitectura como el juego de formas más genial, correcto y magnífico que existe. Casi cien años después, Pirlo tomó esa caracterización y manejó la pelota de la manera más genial, correcta y magnífica que existe”. Y, meses después, alguien tomó esa frase y, con mi consentimiento, la publicó por mí.
A Andrea lo conocí en una noche italiana. Yo tenía doce años y, en aquel momento, vivía con la familia siciliana de una amiga mía. “Sessanta-quaranta”, gritó -como de costumbre- uno de los tanos. “Ma, per chi?”, le respondió otro entre risas. Y yo, que siempre que hablan de fútbol tengo una oreja parada, les pregunté sobre qué discutían. “Sobre el gol de Roberto Baggio”, me contestaron. Y yo, que no lo había visto, ese día me tuve que quedar callada.
Andrea Pirlo agarró la pelota y, desde mitad de cancha, le dio un pase a Baggio para dejarlo frente a frente ante el arquero de Juventus. Jugaban en Brescia. La precisión de la asistencia fue tal que Baggio la bajó y tuvo hasta tiempo de amagarlo. Sessanta para Pirlo y quaranta para Baggio, respondí tiempo después.
“Soy italiano, pero también tengo una parte brasileña: 'Pirlinho'. Cuando lanzo las faltas, pienso en portugués y, en la mayoría de ocasiones, celebro en mi lengua materna”, explicó Pirlo con humor en su autobiografía, Pienso, luego juego.
A Andrea, como dije, lo conocí en una noche italiana, pero me enamoré tiempo después. Durante los tiros libres, uno puede prepararse para gritar un gol. Similar a lo que ocurre en los penales, pero para los tiros libres no todos tienen la habilidad que se requiere. Durante un gol de jugada, las responsabilidades se reparten: “Sessanta-quaranta”. En el tiro libre, el jugador que mete el gol se convierte en maestro.
Y, durante mi adolescencia, Pirlo fue el maestro del Milan de Berlusconi. En su carrera, metió 43 goles de tiro libre. Y, según el propio jugador, todas sus faltas comparten una misma fuente de inspiración: Antônio Augusto Ribeiro Reis Júnior, mejor conocido como Juninho Pernambucano.
A causa de la cuarentena, para que la gente se quedara en su casa, en Italia se volvió a transmitir por televisión el Mundial Alemania 2006. En aquel torneo, Pirlo anotó un gol, dio cuatro asistencias y metió el primer penal de la tanda de penales en la final ante la Francia de Zidane.
Después de aquel Mundial, empecé a quererlo también por el resto de sus cualidades. Se convirtió en maestro y architetto. Una vez, alguien me dijo que después de Argentina, su país preferido en los Mundiales es Italia. Desde 2006, me pasa algo parecido.
Por Delfina Corti
Amandine Henry le entrega el banderín francés a Christine Sinclair, que al mismo tiempo le da el canadiense. Henry acerca el codo a modo de saludo. Sinclair la mira extrañada. Menea la cabeza. Y la abraza. Las capitanas de Francia y Canadá habían sido compañeras en Portland Thorns, equipo de la liga de Estados Unidos. Sucedió el 4 de marzo, en el primer Tournoi de France, un cuadrangular organizado por la federación francesa en el que participaron Canadá, Holanda y Brasil, y en el que Francia fue campeón. Amandine Henry, mediocampista central, levantó el trofeo.
Al día siguiente de aquel saludo codito-abrazo, RTL, la radio más escuchada de Francia, tituló: “Coronavirus: el hermoso gesto de la capitana canadiense hacia Amandine Henry”. ¿Qué titularía ahora, que Francia ya pasó la barrera de los mil muertos, que directores de hospitales dicen que la cifra es muy superior, que el gobierno ordenó mantener un metro de distancia entre las personas, que hasta el presidente liberal Emmanuel Macron aceptó que la salud pública “debe estar por fuera de las leyes del mercado”? “Nuestra preparación es la misma, excepto que saludamos con los codos o los pies, eso es todo”, había dicho, incrédula, Henry.
La capitana de Francia y multicampeona con Lyon (nueve títulos de liga y cinco Champions League) destaca ahora el trabajo de los médicos. “¡Protegerse a sí mismo es proteger a los demás!”, escribió Amandine Henry en Twitter, siempre seria y respetuosa. “Por sus dotes técnicos -la describe el periodista Daniel Melluso en un perfil en El Equipo-, Henry enlaza la defensa y el ataque como si fuera, por momentos, una especie de cinco adelantada o una enganche atrasada”.
Ella dijo: “Si jugás bien en lo individual, entonces el equipo también juega bien en lo colectivo”.
Durante estos días de aislamiento en Francia, muchos niños y niñas juegan a la pelota en casas grandes y departamentos chicos. Otros, con con la muñeca Barbie de Amandine, ya que ella fue la futbolista elegida por la empresa Mattel en una campaña para visibilizar a las mujeres deportistas francesas. Y otros, acaso, leen Cree en tus sueños, una novela ilustrada en la que Henry recuerda sus primeros pasos, como el rechazo en un club por ser mujer, o esos botines azules que le regalaron para un cumpleaños, y que no se los sacaba ni para dormir.
Por Roberto Parrottino
* Escrito por Delfina Corti y Roberto Parrottino
Publicado originalmente en wingporel.blogspot.com y pisahuevo.webnode.es