Un grupo de jugadoras y un DT escribieron una historia grande, compitiendo en torneos Nacionales y aportando valores a la selección. Por Ana Dalmasso para Mundo D.
Cuando el fútbol femenino pasaba a la órbita de la AFA en 1991, a poco más de 360km de Córdoba, en Laboulaye, un “visionario” daba inicio a la historia de un equipo que marcó una época.
Darío Innocente (63 años) era un inquieto entrenador fanático del fútbol que arrancaba su propio programa de radio. Junto a un amigo se les ocurrió organizar un torneo femenino, cobrando un peso la entrada y dejando la ganancia de la cantina para el club.
Fue en éxito rotundo. Se hicieron algunos más y llegaron a tener 30 equipos. Con el tiempo se fue perdiendo el entusiasmo y Darío tomó una decisión que le cambiaría la vida.
“Me dio mucha bronca que éstas chicas que se habían puesto a jugar no tuvieran dónde seguir. Dijimos que no hacíamos más los torneos pero que todas aquellas que quisieran, íbamos a armar un equipo en cancha de once y yo me iba a hacer cargo de la dirección técnica. Arrancamos con 25 jugadoras”, le dijo Darío a Mundo D. Así arrancó la historia de un equipo que durante 20 años fue "profesional" antes que exista el fútbol femenino profesional.
La primera generación de jugadoras tuvo poca competencia, viajaban a jugar y se pagan los gastos con rifas, empanadas y polladas. Contaban con la ayuda de dos familias que habían formado una especie de comisión directiva.
A principios de los 2000 apareció la segunda generación de jugadoras, que acompañaron a las más grandes en la competencia de los torneos Nacionales. Cuatro de ellas arrancaron a los diez años jugando con los varones, hasta que a Darío formó su propia escuelita y se sumaron.
Luciana Chicco, profesora de Educación Física, fue una de esas niñas que llegó para renovar el plantel. Todavía eran pequeñas, pero ya estaban convencidas de cómo debían hacerse las cosas. “Éramos siete chicas que no faltábamos nunca entrenar, llueva o truene, estábamos. Pero la competencia era poca, porque no había equipos cerca y siempre había que viajar”, sostuvo “Lucha”.
También allí estaba Emilia Mendieta, una volante central que luego forjaría un futuro celeste y blanco. “Entrenábamos a morir, desde las dos de la tarde. Físicamente estábamos impecables. Como no había otra cosa, los Nacionales eran lo que esperábamos todo el año”.
Así ese equipo empezó a hacerse un nombre a nivel país, en los torneos Nacionales, ese evento que fue cuna de muchas jugadoras de selección. El Consejo Federal era quien los organizaba y el puñado de equipos que participaban habían formado una comisión. Se jugaban dos o tres por año y Laboulaye también tuvo el suyo, que se daba a principios de año.
“Al primero que fuimos fue a Santa Fe -dice Darío-, pero viajamos por todos lados. Cuando a nosotros nos conocieron más, nos dieron uno. Se jugaba el segundo fin de semana de enero, después de año nuevo. La conjunción entre las más grandes y las más chicas dio como resultado el mejor equipo que hubo en los últimos años”, afirmó Darío.
A la altura de los mejores
A Darío Innocente le parecía que sus jugadoras no tenían nada que envidiarle a las mejores del país. Por eso invitó en diferentes oportunidades a Boca, a River y a la selección argentina. Quería medirse para entender a qué altura se encontraba su plantel. A mediados de los años 90 vino a jugar Boca Juniors, el campeón del femenino de AFA. Perdieron apenas 1 a 0 con un gol de penal.
“El fútbol siempre me gustó tanto que busqué hacer cosas imposibles en este pueblo. Yo veía que a los jugadores y a las jugadoras de acá no les faltaba tanto para ser importantes. Una vez me fui a ver un Boca-River femenino y me pareció que no estábamos tan lejos. Le metimos mucho trabajo. Fue el único laburo de técnico en el que no cobré un peso. Pero lo hice convencido”, dijo el DT.
El partido que recuerda con más felicidad es uno contra River en la cancha de Central Córdoba de Laboulaye. Fue triunfo 3 a 1. “En el primer tiempo te diría hasta que con paseo”, sostuvo. “No había tanta diferencia con Boca y River. No estábamos tan lejos y éramos todas chicas de Laboulaye”, agregó Luciana.
Toda esa experiencia se fue trasladando a los Nacionales, donde durante casi diez años fueron protagonistas. Allí participaban equipos como Las Pumas de Mendoza, Rosario Central, Chaco For Ever, Belgrano, entre los que más asistencia tuvieron.
“Fuimos de los equipos que más campeonatos ganamos y que mejores posiciones tuvimos. Nuestro rival eran Las Pumas de Mendoza, donde estaban Estefanía Banini y Gimena Blanco, que luego fueron a la selección”, agregó el DT.
Luciana recordó también que durante esos torneos se formaban relaciones con jugadoras de otros equipos y muchas veces se las invitaba a participar de campeonatos. Así, dos nombres importantes se pusieron la camiseta de Central Córdoba de Laboulaye. “Vanina Correa, arquera de la selección, vino a jugar varias veces para nosotros en diferentes torneos. También Gimena Blanco, que estuvo en la selección, se nos unió en algunas oportunidades”, contó.
Semillero codiciado
Esos Nacionales eran el punto de encuentro con el entrenador Carlos Borrello de la selección femenina. Allí iba a reclutar futbolistas para intentar clasificar por primera vez a un Mundial, el de 2003. De allí se forjó una cordial relación con Darío y fue él quien lo invitó a Laboulaye a observar un torneo. También la selección fue a jugar ese año y seleccionó a dos chicas (Valeria Cotelo y Analía Almeida) que luego participaron de los Juegos Panamericanos.
De allí Borrello vio que se trabajaba con seriedad y decidió regresar a observar más futbolistas en un triangular. La idea era ver más de cerca a dos jugadoras que con 15 años “pintaban” para grandes cosas: Emilia Mendieta y Florencia Mandrile.
Darío así lo relata: “Carlos me decía, ‘Cuándo vos tengas una chica mentalizada, yo voy para allá, y si veo algo que me gusta, me lo llevo’. A él no le servía de nada que sólo jueguen bien. Sabiendo que no había una formación de base, muchas no estaban dispuestas a hacer el sacrificio que conllevaba jugar en la selección”.
Se llevó a cabo un torneo con un equipo de San Luis y otro de Santa Fe. Borrello se quedó un día completo mirando los partidos. Mientras almorzaban, Darío le soltó los nombres de Florencia y Emilia. El DT habló con ellas y al poco tiempo llegó la citación. Mendieta era volante central y Mandrile jugaba por los costados, como delantera o mediocampista. A los pocos años también Jésica Rodríguez tuvo la chance de ser convocada, pero eligió la carrera de policía y dejó el deporte de alto rendimiento.
Emilia Mendieta hizo una enorme carrera en la selección y apenas tiene 32 años. Jugó dos Mundiales sub 20 (2006 y 2008); el Mundial 2007 en China con la mayor; los Juegos Olímpicos 2008, los Panamericanos 2009 y 2011. También se dedicó al futsal en Racing y participó en los Odesur de 2018.
“Darío fue totalmente fundamental. Florencia y yo nos llevamos la mejor parte, pero él se quedaba hasta las doce de la noche entrenando con nosotras. Si nos tenía que sentar y decirnos algo que hacíamos mal, lo hacía. Sabíamos que él por nosotras se desvivía. En las pruebas físicas siempre estábamos bien porque entrenábamos a pleno. Darío estaba encima nuestro todo el tiempo, quedándose después de hora. Fue una época sacrificada pero la mejor que viví en el fútbol”, confesó Emilia.
Entre sus mejores recuerdos vistiendo la celeste y blanca se encuentran los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Allí junto a Florencia Mandrile, Florencia Quiñones y Analía Almeida, fueron las cordobesas en ese equipo. Aunque cayeron en sus tres encuentros, “Emi” nunca olvidará lo que vivió allí.
“Los Juegos Olímpicos fueron lo mejor de todo. Si me preguntás qué repetiría de mi etapa en la selección, sería eso. Más allá de que los resultados no fueron buenos, son otra cosa. Nosotros no estábamos en la Villa, sino en un hotel donde había varios deportistas. En el piso de abajo estaban los brasileños, que tenían mucha buena onda. Nos hablaban como si nada, Ronaldinho nos firmó camisetas, nos regaló cosas. Eran muy copados”, recuerda.
“Algo parecido a eso son los Panamericanos, donde sí nos tocó estar en la Villa. Fue espectacular. En la inauguración hacer el desfile al lado de Las Leonas, la selección de básquet, fue increíble. “Lucha” Aymar nos hablaba y nos decía que nos teníamos que juntar para dejar todo. A ellas también se les hizo difícil y nos contaba cómo habían salido adelante”, agregó.
Un equipo convencido
No es fácil mantenerse 20 años con la misma convicción, a pesar de competir poco y nada. El alma de ese plantel era Darío Innocente. Fue el hacedor de un estilo que nunca claudicó más allá de la falta de apoyo, de no cobrar un peso y de que a veces las condiciones no eran las óptimas. Nunca subestimó a sus jugadoras por ser mujeres, sino que las potenció para que algunas pudieran dar el salto y destacarse.
“Darío es un grande. Tenía pasión por lo que hacía y por eso nosotras lo seguíamos a donde iba. Nacimos con una pelota de fútbol, y encontrar un DT que tuviera ese compromiso, fue un combo espectacular. Cuando vos trabajás con pasión, con ganas, eso se transmite y contagia. No faltábamos nunca a pesar de que no competíamos”, destacó “Lucha”.
“Fue la parte que más disfruté, éramos un grupo de amigas, entrenábamos mucho y no nos molestaba. Florencia y yo tuvimos la suerte de tener a Darío. Nos enseñó a entrenar, a ser obedientes y a ir por una línea”, aseguró Emilia.
Darío era un adelantado a su tiempo porque les exigía a sus dirigidas casi como profesionales, a pesar de todas las limitaciones. Su virtud estuvo en armar un grupo sólido, convencido y disciplinado, que le dio muchos años de alegría.
“Lo que rescatamos con las chicas cada vez que hablamos es el compromiso, el esfuerzo, la perseverancia. En ese equipo cada una tenía su rol y lo cumplía. Éramos como profesionales. Entrenábamos cuatro veces por semana, íbamos al gimnasio, nos cuidabamos en la alimentación, teníamos toda una rutina y casi no competíamos”, reflejó Luciana, quien ahora trabaja en Laboulaye en la Municipalidad, como Directora del Espacio de Primera Infancia y coordinadora de curso de Escuela Experimental ProA.
Darío le imprimió su estilo a su plantel, donde supo aprovechar las cualidades de sus futbolistas para diseñar un equipo ganador y muy competitivo.
“Lo nuestro -contó- era aprovechar la juventud de las más chicas y la experiencia de las más grandes. Físicamente estábamos brillantes, presionábamos todo el partido. Cuando robábamos la pelota en el medio, salíamos muy rápido. Éramos un equipo muy vertical, no de mucho toqueteo como sí lo era Belgrano. Lo enfrentamos muchas veces y al principio nosotros éramos superiores, pero luego con su preparación nos fueron equiparando. Jugaban muy distinto a nuestro estilo”, sostuvo.
En Central Córdoba y en todos los equipos donde estuvo el DT, había una jugadora de la que no hay casi fotos y mucho menos, videos. Nunca llegó a la Selección pero para todas sus compañeras y Darío, era mucho mejor que las que estaban ahí. Se trata de Micaela Merlo, una histórica que arrancó desde muy chica y metió goles en cada provincia donde jugó.
“Mirá que he visto muchas jugadoras, de selección. No vi ninguna como ella. Era espectacular”, afirma Innocente. “Micaela era mejor que 'Flor', yo y todas las que viajamos. Pero ya era grande y no tuvo quizás la misma suerte que nosotras. Te puedo decir que de Laboulaye, era la mejor. Íbamos a los Nacionales y ‘la Gorda’ la rompía”, agregó Emilia.
El tiempo pasó y cuando llegó la nueva década el equipo se fue desarmando. Muchas dejaron, otras se fueron a estudiar o a jugar a otros lados. Los Nacionales dejaron de hacerse y ya no estaba ese incentivo por el cual trabajar.
En 2014 se hizo la primera liga federada en Laboulaye. Eran cinco equipos, pero duró apenas un sólo año. Lo ganó Huracán, donde dirigía Darío. Después de eso, el entrenador decidió alejarse del femenino, frustrado de que no haya avances en la disciplina ni apoyo.
“Yo no diría que el fútbol femenino está perdido, sino que está descuidado. Lo que vale es la continuidad y eso no está pasando. No hay que olvidar el trabajo y el proceso”, aseguró el DT.
Con el mismo convencimiento con el que entrenó a sus jugadoras, Darío Innocente se animó a responder la pregunta odiosa que amamos hacer los argentinos:
- ¿Era Central Córdoba en ese tiempo el equipo más grande de Córdoba?
- Seguramente, no tengas dudas.
* Por Ana Dalmasso | Extraído de Mundo D – La Voz