Fabio Cannavaro, capitán de la Italia campeona en Alemania 2006, entrena a Guangzhou de China, donde cumple la cuarentena y no olvida a su Napoli. En el aislamiento, la española Mapi León, dueña de la defensa de Barcelona y referente del fútbol español, se aleja de la pelota para dedicarse al arte del tatuaje. Por Delfina Corti y Roberto Parrottino.
En este nuevo espacio de Juego Compartido vamos a tirar paredes con otros periodistas y escritores. Presentamos el segundo capítulo de la serie creada por Delfina Corti y Roberto Parrottino. Hoy: Central izquierdo.
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El fútbol como pandemia I | Arquero
El fútbol como pandemia II | Central derecho
El fútbol como pandemia III | Lateral izquierdo
El fútbol como pandemia IV | Lateral derecho
El fútbol como pandemia V | Mediocampista central
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El fútbol como pandemia VI | Central izquierdo
A Fabio Cannavaro lo van a estrangular. "¡Tranquilo, tranquilo!", le gritan. El juvenil acaba de pegarle un patadón a Maradona en un entrenamiento con el primer equipo de Napoli, principios de los 90. Diego ya es el Dios: con él, Napoli ganó dos Scudetto, una Copa Italia, una Supercopa de Italia, una UEFA. Los compañeros encaran a Cannavaro. Pero Maradona se levanta, los frena, intercede y le habla suave.
-Seguí así, vas bien, jugá como sabes.
Cannavaro, criado en el barrio popular napolitano Fuorigrotta, había sido alcanzapelotas durante los años dorados de Maradona en el estadio San Paolo. Miraba a Diego, y a Ciro Ferrara, un central versátil como él. "Como todos los niños del mundo de mi generación -contó después de levantar la Copa del Mundo en Alemania 2006-, comencé jugando en la calle, y sobre todo en Nápoles, donde se juega siempre en plazas donde no hay arcos y los inventás. Recuerdo cómo poníamos ropa o las mochilas del colegio simulando los palos". Por esos días, Cannavaro era un scugnizzi, como llaman aún a los niños "buscavidas" que corren por allí y piden una moneda.
Ahora es el capitán eterno de aquel Mundial. Y el actual entrenador de Guangzhou de China, donde cumple la cuarentena. Esta semana donó 30 mil mascarillas a un hospital napolitano para ayudar en la lucha contra el coronavirus. Y este viernes finalizará el aislamiento de dos semanas: "Me gustaría que este optimismo llegara a Italia, para que entendamos que si nos quedamos en casa, saldrá la luz", dijo Cannavaro, también alcanzapelotas en la semifinal Italia-Argentina del Mundial 90, cuando se quebró la relación idílica entre Maradona y Napoli en el San Paolo.
"Tomá, te quieren saludar", le dice, de pronto, Juan Sebastián Verón a Cannavaro en pleno vestuario, horas antes de Parma-Juventus, y le pasa el teléfono. Es la temporada 1998/99. Son compañeros en Parma, porque Cannavaro ya hace seis años que dejó Napoli. Verón ve cómo se le transforma la cara, cómo se tambalea y se sienta. Le advierte al doctor que tal vez algo le pasa. Pero detecta las lágrimas. Del otro lado, lo saluda Maradona, que está en la cancha y lo quiero conocer, aunque Cannavaro ya lo conozca. "A Fabio le veías la billetera y llevaba una estampita de San Gennaro, el patrono de Nápoles -contó años más tarde Verón-. Obviamente que se acuerda de Nápoles y de todo lo que vivió en esos años en la ciudad".
Por Roberto Parrottino
"Looks can be deceiving" es lo primero que uno lee cuando tiene a Mapi León de frente. La jugadora de Barcelona y la Selección española lleva tatuada la frase en su cuello. Hace tres años, a sus 21, Ángel Villacampa -su exentrenador en Atlético de Madrid- le propuso jugar de central. A Mapi, la idea no le gustó. "Supongo que me pusieron ahí porque los cojos, a la defensa", dijo entre risas en una entrevista.
Pero, como dice la frase que lleva tatuada, las apariencias engañan. Villacampa vio en ella a una jugadora aguerrida capaz de participar en la elaboración del juego porque en aquel Atlético campeón de la temporada 2016/17, el juego empezó desde atrás, desde los pies de Mapi León.
Así que de coja, nada: "A mí las muñecas nunca me hicieron mucha gracia. Prefería jugar al balón con mi hermano y sus amigos. Y lo hacía bien porque si hubiera sido mala, los niños me hubieran echado a patadas".
Ese verano, el de 2017 tras el campeonato con el Atlético, Barcelona la compró por 50 mil euros. La importancia de su pase no estuvo en la cifra, sino en que fue la primera vez en el fútbol español que un club le pagó a otro por el traspaso de una jugadora.
Dos años y medio después de su fichaje, y con 24 años, Mapi es la dueña de la defensa azulgrana. Y una de las referentes del fútbol español. Estuvo presente en la lucha por el convenio colectivo en el fútbol femenino y se la considera una de las representantes del movimiento LGTB de su país.
Durante el Mundial Rusia 2018, a Mapi le preguntaron sobre la selección española. La jugadora expresó su deseo de que España fuera campeón del mundo, pero antes dejó una reflexión: "El Mundial se juega en Rusia, un país que tolera la homofobia. No se debería mirar hacia otro lado. No se trata sólo de derechos LGTB, son derechos humanos. Ese no es el mensaje de tolerancia y respeto con el que se debería asociar al deporte y, en concreto, al fútbol".
"¿Para cuándo Mapi tatuando?", le preguntan sus seguidores en las redes sociales durante la cuarentena. Porque Mapi es futbolista y artista. Y, muchas veces, practica en su propio cuerpo: "Me aconsejan que practique en piel de cerdo, pero es mi cuerpo, así que a mí no me interesa lo que digan los demás". Porque, al fin y al cabo, las apariencias engañan.
Por Delfina Corti
* Escrito por Delfina Corti y Roberto Parrottino
Publicado originalmente en wingporel.blogspot.com y pisahuevo.webnode.es
Gráfico: Al Toque