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Juego Compartido – Fútbol

28-05-2020

El fútbol como pandemia VII | Wing

En tiempos de cuarentena se recomiendan lecturas. Lionel Messi no leyó “Memorias de un wing derecho”, pero las tiene porque para tener memoria(s) no se necesita leer. Jenni Hermoso escribe “Ya volveremos a sonreír”, tal como lo hacía ella en los parques madrileños, cuando jugaba a la pelota con sus amigos. O tal como sonreía su familia de Atlético de Madrid en el Vicente Calderón.

En este nuevo espacio de Juego Compartido vamos a tirar paredes con otros periodistas y escritores. Presentamos el quinto capítulo de la serie creada por Delfina Corti y Roberto Parrottino. Hoy: Wing.

 

> Anteriores entregas

El fútbol como pandemia I | Arquero

El fútbol como pandemia II | Central derecho

El fútbol como pandemia III | Lateral izquierdo

El fútbol como pandemia IV | Lateral derecho

El fútbol como pandemia V | Mediocampista central

El fútbol como pandemia VI | Central izquierdo

 


 

El fútbol como pandemia VII | Wing

 

 

 

Se considera futbolista de barrio, más precisamente de Carabanchel, uno de los distritos de Madrid. Su técnica nació en las calles madrileñas jugando con sus amigos porque en su familia, salvo a su abuelo, a nadie le gustaba jugar al fútbol.


Sí nació en una casa futbolera. Su papá hacía sonar el himno eterno, el “yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calderón, donde acuden a millares los que gustan del fútbol de emoción”. Pero a él jamás le gustó agarrar una pelota. Y su abuelo, quien fue arquero de Atlético de Madrid, fue quien la animó para que se fuera a probar al club madrileño. Y quedó.

“Mis mejores años fueron en el Atlético. Tengo la imagen de que el fútbol que jugué me hizo feliz. El Barça me definió como futbolista. Disfruté y disfruto con este estilo de juego, el idóneo para mí”, dijo este año en una entrevista Jenni Hermoso.


El idóneo para ella: en Barcelona, Jenni Hermoso intercala la posición de banda izquierda y falso nueve, en el 4-3-3 clásico azulgrana. Y, en esas posiciones, las marcas goleadoras de la delantera despegaron. Tal es así que ganó tres Pichichi, premio a la máxima goleadora; y, en el torneo actual, encabeza la tabla con 21 goles en 19 partidos.

 

“Ya volveremos a sonreír, volveremos a abrazarnos, volveremos a sentirnos cerca”, repite en cuarentena la goleadora, aunque nunca se definió como tal. Su juego requiere más movimiento y es más combinativo: “Cuando yo juego de referente no es para fijar centrales. Mediapunta es una posición que siempre me ha gustado más. Me siento más libre”.

 

Desde hace dos años, en cada gol, levanta los brazos y mira al cielo. Si su abuelo fue el encargado de acercarla al club colchonero, su abuela fue quien la impulsó a que jugara al fútbol en la calle. Los goles se los dedica a ella. Al lado de su casa, en el parque de Comillas, Jenni comenzó a jugar.

 

Y esos comienzos la jugadora no se los olvida. Por eso, cada vez que le preguntan por sus inicios en Atlético de Madrid, Jenni aclara: “Soy una jugadora de barrio y de Carabanchel, que no se les olvide”.

 

Por sus inicios futbolísticos, claro. Porque si de pasión se trata, cuando era chica, en la familia Hermoso Fuentes se vivió ese “olor a puro de las tardes de domingo en los partidos de las cuatro y media y el de la cerveza fermentada de la fábrica de Mahou en el lento peregrinar hacia el paseo de los Melancólicos” *.

 

* “Hasta siempre, estadio Vicente Calderón”


Por Delfina Corti

 

 

Lionel Messi apenas leyó un libro en su vida. En tiempos en que recomiendan lecturas como si fuesen una Cajita Feliz, vale decirlo: Messi leyó apenas unas páginas de Yo soy el Diego, la autobiografía de Maradona. Y ya está, porque sí, si para jugar bien al fútbol no se necesita leer libros. Messi, entonces, no leyó el cuento “Memorias de un wing derecho”, pero las tiene en su cabeza, porque para tener memoria(s) no se necesita leer: se necesita vivir. En “Memorias de un wing derecho”, el Negro Fontanarrosa se mete en la cabeza de un wing derecho de metegol, en su punto de vista, en su mundo interior.

 

“Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha -escucho en la lectura de Alejandro Apo-. Y eso no me lo enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing 'ventilador' o wing 'mentiroso' o las pelotas. Arriba y contra la raya”. Para sentirlo, mejor jugar al metegol. O al futbolín, como lo llaman en España, pero jugar. Mano a mano, en parejas. En el mediodía de un club de barrio en Ituzaingó, en un bar de una noche en Bilbao. Porque para jugar bien al metegol tampoco se necesita leer.

 

A la porción del ataque derecho de la cancha, en algún tiempo del fútbol moderno, se la llamó la “zona Messi”. En 2014, el Tata Martino era el entrenador de la Selección Argentina. “Hemos decidido que Messi juegue de extremo derecho -dijo-. La posición de extremo derecho es una posición de arranque”. ¿Dónde hubiese jugado Messi con Marcelo Bielsa en la Selección?

 

El wing derecho es el inicio de la tracción de los goles fotocopia del primer Messi: diagonal de derecha a izquierda y zurdazo. Lo que pasó luego fue lo siguiente: Messi se aburrió del extremo derecho y se corrió hacia el centro, hacia el resto de la inmensidad del campo. Cuando jugaba en Barcelona, Neymar integró la delantera con Luis Suárez y Messi. Eran la “MSN”. Que en la sigla de aquel chat sin videollamada aparezca la M de Messi en primer lugar es sólo por una cuestión de jerarquías. No de posicionamientos. ¿De qué juega ahora Messi? Algunos dicen que de “falso nueve”. Son miradas y estrategias. O son momentos y decisiones, como frizó Miguel Ángel Russo.

 

Hay una página que citan con pretensión de autoridad los periodistas deportivos, que se llama Transfermarkt: una noticia del 12 de febrero dice que el egipcio Mohamed Salah supera a Messi como el extremo derecho más valioso del mundo. Valioso: que el valor de mercado de Salah es de 150 millones de euros, y el de Messi, 140. Días después, el coronavirus. Ver jugar a Messi en vivo es, como dijo el escritor David Foster Wallace de Federer, una “experiencia religiosa”. Si esta mierda sigue, temo no ver jugar a Messi ya no en vivo, sino tirado en el sillón un sábado a la tarde, tomando mate. Si algo nos puede sacar de esta mierda, ese algo tendrá juego: arte, amor y Messi.

 

Por Roberto Parrottino

 

 

 

* Escrito por Delfina Corti y Roberto Parrottino

Publicado originalmente en wingporel.blogspot.com y pisahuevo.webnode.es

Gráfico: Al Toque