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Opinión

06-06-2020

Arkan: fútbol y muerte en los Balcanes

*Por Leonardo Gasseuy

El fútbol, sacro en su expresión cultural, da todo y es víctima de todo. No mide los extremos. Como el fuego, calienta y revive, calcina y mata. A medida que el futbol se convierte en industria genera en su vida mil vidas, y sus colores en mil colores. Concentra todas las expresiones de gozo y llanto. La guerra de los Balcanes, entre tantas cosas, utilizó al futbol como motor de limpieza étnica.

 

Željko Ražnatović, nació en Yugoslavia en 1952. Fue un criminal de guerra. Hijo de un militar serbio y una activista comunista, escapó de su casa a los 16 años. “Me voy de aquí, en occidente la gente vive la vida”, dijo. Abandonó el comunismo del mariscal Tito por el delito del libre mercado. Se instaló en Italia.

 

Lo bautizaron como el comandante Arkan. Trágicamente así lo conocería el mundo. Armó una red delictiva dinámica y cruel. Secuestros, extorsiones, robos a bancos y asesinatos. Fue arrestado en Bélgica, los Países Bajos, Suecia, Alemania, Austria, Suiza e Italia. Su fama llegó a su tierra.

 

 

En Belgrado, Stane Dolan, era el siniestro señor sombra. Miembro del Comité Central del Partido Comunista, Ministro del Interior y jefe de la policía secreta de Yugoslavia, dijo en su momento: “soy como el aire, estoy en todos lados, nadie me ve y todos me necesitan”. Ante la fama de Arkan, propició un encuentro. Cuando lo tuvo enfrente su sorpresa fue mayúscula: esperaba sentarse ante un gangster y se encontró con un ser seductor, radiante y con un carisma envolvente.

 

La idea de Dolan era convencerlo que se entregue. El canadiense William Higgit -Presidente de Interpol- pidió ayuda al régimen de Tito. Arkan era uno de los 10 delincuentes más buscados del mundo. Cuando Stane Dolan comprobó que su cultura era la de un jefe de estado, le ofreció ser jefe de los espías internacionales del gobierno. Le convalidaron sus actividades delictivas. Tenía 24 años. Hablaba con fluidez inglés, francés, italiano, alemán, sueco, albanés y búlgaro. Sería un acople clave.

 

Los Delijes (valientes) son los ultras del Estrella Roja de Belgrado y es considerada la hinchada más racista y ultraconservadora de toda Serbia e incluso de Europa. Formada por miembros del grupo religioso ortodoxo Obraz y el Movimiento Nacional Serbio, fue la plataforma política de Arkan. El satélite de Miloban Milosevic para edificar poder. Las gradas del estadio Mitic comenzaban a parir terrorismo de estado.

 

Nacieron los Tigres de Arkan quienes con violencia y un alto poder comercial llegaron a ser la organización delictiva más grandes del mundo.  Sus metas: refundar el submundo del delito y formar mano de obra para la guerra. Reclutó a más de 10.000 paramilitares. Una unidad de elite que apoyaba los flancos del Ejercito Popular Yugoslavo.

 

Ese cuerpo militar fue famoso por su crueldad. En su primera ofensiva de 1992 asesinaron a 2.000 musulmanes en Sasina. Fueron los responsables de la desaparición de 5.200 bosnios en Prijedor. Implementaron el sistema de fosas comunes y naturalmente fue el escuadrón más activo en Srebrenica.

 

Dueño de una fortuna incuantificable. Entendió mucho antes que otros que mafia no es solo droga, también es la obra pública, cargos claves y contrabando de petróleo. Fue Congresista por el Partido Nacionalista. Se incorporó al jet set. Se adueñó de los casinos del país. Era momento de cobrarle a Milosevic el servicio de sus mercenarios. Solidificó su red de negocios ilegales considerando que el fútbol es el ámbito ideal para el lavado de dinero e intento quedarse con el Club Estrella Roja. No pudo.

 

Nada detendría su idea de ser propietario de un club de fútbol. En 1996 compró el FC Obilic, que se adaptaría a sus métodos. Como todo en su vida fue meteórico y oscuro. En un año, en base a amenazas y fraude le ganó la liga a Estrella Roja y a Partizan. Las aberraciones a las que sometieron a rivales, árbitros y periodistas eran de orden binario: soborno o violencia.

 

Clasificaron a la Champions. Cuando Interpol le impidió viajar a Alemania –sería eliminado por el Bayern Munich- comenzaría su declive. Dejó en la presidencia del club a su mujer Svetlana –famosa cantante folk- y se recluiría en sus negocios. Cargo con miles de muertes. Diluyó su escuadrón de asesinos, con la misma impunidad que lo había formado.

 

En abril de 1999 lo asesinaron en un hotel de Belgrado donde administraba su casino. Su expansión mafiosa le aparejó enemigos poderosos. Le habían soltado la mano. Murió libre. El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia nunca pudo o quiso cercarlo. Su escuadrón lo despidió con ritos militares y a su sepultura acudieron fanáticos de Lazio con pancartas Onore alla Tigre. En un rincón lloraba su amigo Sinisa Mijhailovich.

 

Hoy el Obilic juega en la séptima división y se resiste al derrumbe. Descascarado, un mural de Arkan domina el barrio. El color del abandono es el color de la muerte. El club agoniza. Lo cubre un manto de tragedia y olvido. Sufre el mismo correlato de soledad que los Balcanes en los noventa, cuando el futbol fue un triste instrumento para lavar sangre. El estadio del Obilic está siempre vacío y como dijo Benedetti “un estadio vacío es el esqueleto de la multitud”.

 

 

Especial para Al Toque Deportes

Foto: www.balkaninsight.com

Gráfico: Al Toque