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Opinión

12-06-2020

Arabia Saudita: el príncipe, el show y la muerte

*Por Leonardo Gasseuy

Mohamed bin Salman nació en Yeda en 1985. Es el príncipe heredero de Arabia Saudita. Dueño del poder total. Sueña con un estado moderno y desterrar la cultura ultraconservadora islámica. Modificó las bases que sostenían la matriz del reino, hizo algunas reformas domésticas (maquillaje barato) y de las otras. Generó confusión con su progresismo. Comenzó a caminar rápido y sus pies empezarían a manchar de sangre todo su camino.

 

A los 34 años es solo poder y ambición. Un absolutista despiadado. Nieto del Rey Fahd -uno de los líderes de la casa de Saud, la dinastía que manda en Arabia Saudita desde 1932- decidió que su padre, enfermo de Alzheimer, no estaba en condiciones de gobernar. Pulverizó las disposiciones formales de la monarquía y se dispuso a marcar el inicio de una etapa.

 

Cuando en marzo de 2016 Ben Salman creó Saudi Vision 2030 occidentalizaba en perspectiva el futuro de la península. “Con este marco estratégico, Arabia Saudita no será la misma, no quiero que nos vean solamente como una potencia petrolera, seremos aún más potencia”, dijo. 

 

Vision Saudi 2030 nació para diversificar la economía y desarrollar sectores como salud, educación, infraestructura, recreación y turismo. “Los jóvenes manejarán el mundo. Seremos el corazón del mundo árabe y centralizaremos la inversión global. Debemos dejar de lado nuestra adicción al petróleo. En parte innovaremos el planeta”. Flagrante mentira.

 


 Las caras del rey Salman bin Abdulaziz y su hijo Mohamed bin Salman, en el descanso del partido de Supercopa entre el Valencia y el Real Madrid, en Yeda.


 

El objetivo de la parodia fue vender el 5 % de la Petrolera Estatal Aramco -la más grande del mundo con un poder de extracción de 12 millones de barriles por día- para elevar el fondo soberano saudí hasta los dos billones de dólares. Como tantas veces y en tantos lugares, el deporte, empieza a aparecer en escena.

 

Cuando David Castera reemplazó al también francés Etienne Lavigne como Director General del Rally Dakar dijo: “Iremos a Arabia Saudita para renovar la aventura, solo eso, no hay mayores misterios”. Mentira. El primo real Kaled Bin Salman, propició el acuerdo por 75 millones de dólares por tres años. “Sugerimos -dijeron los árabes- que los varones no usen bermudas y tengan ocultos sus tatuajes”. La española Laia Sanz, aseguró antes del rally: “Será rarísimo, mi objetivo es competir y fortificar el rol de la mujer”. Ganó en Motocicletas. La fortuna corrió a favor del Rally porque la mudanza fue oportuna. En ese momento Chile, el anfitrión anterior, ardía por sus desigualdades.

 


 Arabia Saudita logró llevar el Rally Dakar a su tierra. Otra prueba del uso que hace Bin Salam del deporte


 

¿Cómo puede ser que seamos el país que más gasta en armamento, pero no tengamos una industria militar? Se pregunta Ben Salman. Solo lo pregunta quien piensa en la guerra. La guerra de Yemen tiene su sello: es un juego de contrastes. Arabia Saudita uno de los más ricos del mundo y Yemen uno de los más pobre. Desde 2015 el asedio es cruel. La ONU alerta de que podría ser la peor hambruna vivida en los últimos 100 años. Actualmente el 53% de la población no tiene nada que comer y 1,8 millones de niños sufren desnutrición aguda. 400 mil se encuentran en un estado muy grave. Yemen será su Vietnam.

 

Jammal Kashoggi fue asesinado y posteriormente descuartizado en Estambul. Fue la siniestra obra de Riad. El columnista del Washington Post no se consideraba un disidente: su familia tiene importantes lazos con el palacio (su abuelo fue médico personal del rey fundador del Estado saudí). Él no cuestionaba la monarquía absolutista. Solo era un   feroz crítico del príncipe heredero. MBS le mostraba sus credenciales al mundo. La CIA siempre lo supo. La comunidad internacional condenó con absurda tibieza. El cuerpo de Kashoggi fue diluido en acido. No apareció nunca. Esta semana hablo la familia: “como hijos de nuestro mártir padre, perdonamos a sus asesinos”. La península ya está silenciada.

 

Antes de la Segunda Guerra Mundial, regímenes totalitarios como la Italia de Mussolini -con el Mundial de 1934- o el Tercer Reich -con los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936- enseñaron cómo transmitir sus valores al planeta mediante la organización de eventos.

 

MBS y su primo Kaled copiaron ese eje. En 2018 Arabia Saudita fue sede de la final de la Supercopa de Italia. Luego llegó la de España. Pretenden perpetuar el Dakar (“será para nosotros lo que el Tour de Francia es para Paris”). Viajaron a Las Vegas y se quedaron con la Revancha de los pesados entre Anthony Joshua y Andy Ruiz. Programaron la Fórmula E y van por más. Sueñan con Tyson. Instigan su regreso. Harán su show. El mundo se encandilará con los flashes, en Riad se violarán los derechos humanos como nunca y el terror perseguirá a propios y extraños. Tiger Woods dijo no. “Es más sano no ir”, dijo. Un Oasis.

 


 Socios. Donald Trump y Mohamed Bin Salam son aliados estratégicos con intereses comunes.


 

“Sin Estados Unidos seríamos Corea del Norte”. Su devoción por Trump es platónica. He is my friend, reportan desde Washington. Se necesitan. El árabe armas, Trump que Irán este neutralizado. El 21 de noviembre de este año, el G 20 se reunirá en Riad. Antes de eso Ben Salman atropellará los requisitos formales. Encarcelara opositores, silenciara a la prensa y se constituirá en Rey.

 

 

Esta semana su Fondo Real de 368.000 millones de dólares está cerrando la compra del 80 % del Newcastle inglés. Amnistía Internacional le escribió al Director de la Premier, Richard Masters, para que no permita la venta. Luego de varios días de silencio ya suenan Couthinho, Cavani y Arturo Vidal. El deporte le da contenido a eso de pan, circo y sangre.

 

 

*Especial para Al Toque Deportes

Gráfico: Al Toque