Por Leonardo Gasseuy *
La primera fase de todo duelo comienza con la negación. Porque invariablemente los tentáculos más inapropiados de la realidad tienen el color de la mentira. Por estos días ESPN pone en pantalla Lance, el documental de Lance Armstrong. Juro decir solo la verdad, le dice a Marina Zenovic, directora del documental. Es un film descarnado. No le quedaban mentiras por decir.
Lance Armstrong nació en Texas en 1971. El olimpo del ciclismo, meridionalmente, se divide entre su historia y el comienzo de sus mentiras. Ganó siete Tours de Francia en forma consecutiva. Pulverizó las marcas que quiso. En 1995 le diagnosticaron cáncer testicular, con metástasis en pulmón y cerebro. El porcentaje de sobrevida era bajísimo. Era un rival bravo. Gano él en tiempo record. Simetría perfecta entre la vida y la pista.
ESPN lanzó el documental Lance en la que el ciclista habla tras ser suspendido de por vida.
Nunca en su vida Armstrong sufrió una persecución tan intensa como la del periodista David Walsh. “Lance - dice el hombre del Sunday Times-era la figura más romántica de la historia del deporte”. Después de seguirlo 13 años, sin ninguna prueba, pero con todas las convicciones, llegó a la verdad. Era todo muy perfecto para ser cierto. Se probaron cada una de sus trampas y se descubrieron sus mentiras. Armstrong fue exonerado. Ejemplar. Pero insuficiente. L.A. Confidential es el libro de Walsh que revela sus manejos. Fue elegido 3 años consecutivos el mejor periodista británico de investigación. Su obra puso tanta luz sobre la figura de Armstrong y sus métodos que involuntariamente camufló a otros actores y a la trama estructural del ciclismo.
¿Quién abre las puertas del infierno? ¿Qué es el infierno? Existe una gran contradicción. Se dice que un niño entiende el valor de la libertad cuando aprende a andar en bicicleta. Por otra parte, se considera al ciclismo de competición como algo cruel y despiadado. “La mayoría corre dopado”, dice Wals. De otra manera no se puede. El ciclismo, por la combinación del esfuerzo físico - mental, es un deporte de sufrimiento agónico. “Lance no sería lo que es si yo no hubiera sido la bestia que fui” dice su padrastro que lo maltrató en pos de rendimiento. La presión de la familia, la ambición de los sponsors y la dureza de las pruebas asfaltan, inexorablemente, las autopistas al infierno.
El periodita británico David Walsh, del periódico The Sunday Thimes, realizó la investigación que reveló los secretos del ciclista.
La UCI (Unión de Ciclistas Internacional) tiene un calendario de 37 fechas en la temporada. Comienza en enero en Australia. Cada pedalista arma su año. Todos confluyen en la zona de fuego: entre el 15 de mayo y el 18 de setiembre cuando se corre el Giro de Italia, el Tour de Francia y la Vuelta de España. Un ciclista regular desanda más de 38.000 kilómetros en el año y consume 8000 calorías diarias. Los umbrales de sufrimiento en este deporte se elevan a niveles muy altos. Los tiempos de recuperación son tiranos. En su momento el pelotón entero corría con cortisona. Se necesitaba combustible de mayor octanaje. Los laboratorios lo consiguieron. No es ningún secreto. Se pisotearon en forma sistemática los protocolos de salud y cualquier reserva moral.
Cuando en 1995, Axel Merckx (hijo del caníbal, el mejor de la historia) se unió al equipo de Armstrong le presentó al médico italiano Michele Ferrari. Rápido llegaron a un acuerdo. El italiano fue categórico. “No busquéis cualquier cosa, solo necesitamos glóbulos rojos”. Combinaron EPO (Eritropoyetina), autotransfusiones y testosteronas. La influencia del médico seria decisiva. Nacía una triple combinación: el tramposo, la bicicleta y el diablo. Llegarían los triunfos y la farsa.
Arthur Linton murió en la Vuelta Paris – Burdeos en 1896. Fue el primero por consumir sustancias dopantes. Hace 124 años. Cuando en el Tour de Francia de 1967 Tom Simpson escalaba el Mont Ventoux, alcanzaría la cima y la muerte. La tarde anterior, en su habitación, fue visitado por su jefe de equipo. No renovaría su ficha sino terminaba entre los 5 primeros. La presión contextual y Mont Ventoux (paisaje lunar de 2 mil metros de altura), lo mataron. Entre sus ropas se encontraron dos potes vacíos de un coctel de anfetamina. Tenía 27 años. A ese cordón montañoso los ciclistas lo llaman el Dios del Mal. La UCI, a partir de Simpson, incorporó los controles a través de la orina. Una capa de fino maquillaje. Ninguna solución estructural.
Otros tiempos. Lance Armstrong, integrante del equipo The Postal Service, tocando el cielo con las manos tras el triunfo en Francia.
The Postal Service (Servicio Postal Estadounidense) es una Agencia Federal del Gobierno, como nuestro Correo Argentino. En 1996 decidió ampliar su plataforma de negocio y creó un equipo ciclístico. Ficho a Armstrong y permitió que su amalgama interna recibiera al doctor Ferrari y sus métodos. La fama del Texano, por entonces, lo convertía en el americano ideal. La caída le provocó el destierro. Vaciado de títulos y fama. Debió indemnizar a Nike, Oakley y Nissan. Es el culpable. Demasiado poco villano para tanta trama de poder y estructura viciada. US Postal Team siguió como si nada. La hipocresía es la expresión de la mentira cuando una sentencia parcializada, amén de condenar, absuelve a unos cuantos. La explosión de Armstrong no bastó. Él solo fue un islote en el archipiélago de lo prohibido.
*Especial para Al Toque Deportes
Gráfico: Al Toque