La referencia corresponde a Osvaldo Wehbe sobre su gran amigo Miguel Ángel Jaluf. En junio de 1989, el ex jugador de Estudiantes, Atenas, Roncedo y Deportivo Italiano dejaba este mundo con sus jóvenes 33 años.
“Un ángel rubio. Admirado desde los 10 años”, supo definirlo Osvaldo Wehbe.
Hace 31 años fallecía Miguel Ángel Jaluf. El “Turco”.
El talentoso y empedernido volante debutó con tan sólo 13 años en Asociación Atlética Estudiantes. Supo jugar en Atenas, Alberdi, ascender con Lautaro Roncedo y consagrarse con el desaparecido Deportivo Italiano.
“Mi relación con el Turco es de niño. Llegué con siete años a la escuela 21 de julio en segundo grado y él fue mi compañero de banco. Así como había algunos buenos para la matemática, para cantar, el Turco Jaluf era el mejor jugador de fútbol que yo conocí a esa edad. Sin exagerar, era el Maradona, jugaba con los más grandes y les ganaba. Era un atorrante extraordinario jugando”, recordó Wehbe.
Jaluf demostró su destreza con 11 años en un amistoso que jugó Estudiantes ante Racing de Avellaneda en 1967. El famoso Equipo de José, conducido por Juan José Pizzuti y que marcó una época en los ’60, se vio maravillado por el talento del “Turco” y tras el compromiso se lo quiso llevar.
“Cuando vino Racing en el ’67 hubo un partido de inferiores, él lo jugó y se lo quisieron llevar. El papá se negó, como cualquiera en esa época con un chico de 11 años. Eso demostró lo jugador que era”, dijo el periodista y amigo.
Y agregó: “Verlo jugar era ver a la picardía pura. Se daba vuelta, pateaba y gritaba ‘gol nomá’ y la pelota entraba. Un personaje”.
Estudiantes, Atenas, Municipal, Roncedo, Alberdi y Deportivo Italiano no sólo fueron los equipos de Jaluf. Sino también los vestuarios, los amigos, los goles, los cuentos y las risas.
Peculiar por donde se lo mire. Desplegaba su fútbol en la cancha y su facha por los bares y tanguerías de la ciudad. Hasta se le escapaba al propio Antonio Rattin de la concentración de Estudiantes en el Hotel Ópera, con su cigarro y su cerveza para disfrutar buenos ratos.
De corazón enorme, sonrisa contagiosa y ojos inconfundibles.
“Siempre fue un jugador excepcional que llegó a primera muy pronto. Fue mascota de Estudiantes y siempre acompañó a Percello, el gringo lo adoptó”, rememoró Wehbe.
“Nunca terminó de ser un profesional de fútbol, no pudo y no quiso dar el salto. Con los años nos desprendimos un poco porque yo me fui a estudiar a Córdoba, pero siempre supe que era un jugador distinto, rebelde, un petiso extraordinario. Era respondón con los árbitros, una especie de Carlovih de Río Cuarto, con menos llegada”, agregó Osvaldo.
Una tarde fría de fútbol en El Talar, viejo estadio emblemático de la ciudad ubicado donde hoy está la estatua del futbolística y hay un complejo edilicio, el corazón de Jaluf dijo basta y el volante cayó desplomado cuan empujón del rival menos deseado.
Se fue siendo hincha enfermo de Boca, esposo de Noemí y padre de Daila. Para muchos, incluso para Wehbe, fue el Maradona nuestro. Con esa rebeldía, con ese barrio, con ese potrero y ese fútbol.
“El día en que falleció yo iba a transmitir un San Lorenzo – Boca, que el Beto Acosta le hace un gol de afuera a Navarro Montoya y gana 4-0 en cancha de Huracán. Me avisan a la noche y obviamente fui llorando todo el viaje hacia Buenos Aires”, recordó Wehbe.
Y sobre el emblemático Talar comentó: “Era un habitante de esa cancha, un habitante de asados y amigos. Cae en su hábitat, en su tierra. No está más el Turco, ni El Talar, son las cosas que se lleva la vida y el progreso”.
Fuente CEDAT (Centro de Documentación Al Toque)
Redacción Al Toque