Por Florencia Rodríguez
Se me llenan los ojos de lágrimas cada vez que tengo que hablar o escribir acerca de ello, es que fue algo tan hermoso, rodeada de personas bellas y apasionadas por este deporte, las cuales me inculcaron el amor por la redonda desde muy chiquita.
Cuando nací mi papá me regaló una camiseta del club de mis amores, Independiente de Pascanas, mi querido viejo, quién me enseñó a patear la pelota, a hacer jueguitos. Cuando crecí un poco, se pasaba las tardes conmigo en la canchita que estaba al frente de casa jugando a ver quién le pegaba más veces al travesaño. Llegaba el domingo y nos íbamos todos a comer a la casa de mis abuelos, venían mis familiares de Ucacha y de Laborde, y siempre disfrutábamos de un rico asado y largas charlas. Luego de almorzar, con mi primo Santi y mi abuelo Lalo, quién hoy es la estrella más bonita que está en el cielo, salíamos a jugar a la pelota al patio y obviamente siempre poníamos de arquero a mi abuelito. También solía jugar en el barrio con mis amiguitos y alguna que otra chica, pero la primera vez que integré un equipo y pude jugar torneos fue en Laborde, un pueblito vecino al mío, se llamaba “el Emporio” y estaba a cargo de los profes Gustavo y Darío Vanerio, quienes me enseñaron muchas cosas y me incentivaron a seguir creciendo.
El fútbol es mi vida, lo que más me apasiona y lo que me hace feliz, soy una soñadora y alguien que jamás baja los brazos
Tenía 11 años cuando comencé a jugar, el equipo estaba conformado por chicas de diferentes edades, incluso yo era la más chica junto con Cande, con quién se creó una gran amistad gracias al fútbol y con quién compartí cancha en algunos otros equipos como Atlético, también es un club de mi pueblo. Allí jugué un año y medio y vivimos hermosos momentos de la mano de la profe Marianela Pereyra, era un equipo muy lindo porque no solo éramos conocidas, sino que también amigas, pero por algunas cuestiones el fútbol femenino en Atlético se disolvió. A fines del año 2015 me hice parte del equipo de Lambert de Monte Maíz, el profesor a cargo era Pablo Giménez, el cuál hoy en día es un gran amigo también; formé parte de ese gran plantel hasta septiembre de 2016, cuando recibí un mensaje mediante Facebook de parte de la entrenadora Mariana Ferretti que en su momento era DT de los equipos de la Universidad Nacional de Río Cuarto, cuyo mensaje era una invitación a una prueba para integrar el plantel de Universidad Blanco. Recuerdo que estaban por comenzar los play off cuando me hice parte del equipo, llegué a mis 16 años, era un poco tímida, de baja autoestima y con poca personalidad, no era fácil socializar conmigo porque era de pocas palabras y un poco cerrada, pero puedo decir que finalicé ese año de una manera muy linda, perdimos la final contra nuestro clásico, Universidad Verde, pero más allá del resultado, fue algo muy importante para mí ya que estaba jugando en una liga, de una manera un poco menos amateur y me di cuenta de que me gustaba ser parte y que quería seguir.
En el año 2017 cuándo Mariana se convirtió en directora técnica de Estudiantes, yo la seguí, también quería formar parte de su plantel, se me dio la oportunidad y se creó un gran equipo; fue un año medio difícil para mí, pero a su vez hermoso. Estaba en mi último año del secundario, era promo, tenía muchas actividades que realizar en mi pueblo y se me hacía complicado viajar a entrenar porque los entrenamientos eran a la noche y luego no tenía colectivos para volverme. Mis viejos se sacrificaban por mí, dejaban muchas cosas de lado y me llevaban a entrenar todos los viernes, mi hermano Bruno y mi abuela Ana siempre nos acompañaban, me esperaban hasta que finalizara los entrenamientos y nos volvíamos muy tarde. Las noches de invierno eran muy duras y más aún con mi hermanito, se tornaba larga la espera pero ellos siempre se bancaron todo por verme feliz.
En ese mismo año tuve la oportunidad de vivir una de las experiencias más bellas e inolvidables. En septiembre del 2017 se realizaron pruebas de la Selección Argentina, las cuales fueron allí en la ciudad de Río Cuarto, me fue muy bien, y unos días después me llegó la hermosa e inesperada noticia: había sido preseleccionada para la Selección Argentina Sub 20. Junto a Juliana Berardo, Marilyn Targhetta y Silena Garay, mis amigas de corazón, hermosas personas que me brindó el fútbol, partimos al predio de AFA con mucha emoción y felicidad a realizar y disfrutar de los entrenamientos con los colores más lindos del mundo, estar ahí fue lo más parecido a tocar el cielo con las manos. Aprendí muchas cosas nuevas y conocí a personas y jugadoras maravillosas. Es una de las cosas más lindas vividas que va a quedar en mi corazón para siempre.
En el año 2018, retorné a Universidad Blanco, se me hacía mucho más fácil el hecho de ir a entrenar porque ya estaba viviendo y estudiando allá en Río Cuarto, de a poco fui acercándome y comencé a tener más vínculo con mis compañeras, a tal punto de que muchas se convirtieron en mis amigas. No solo era un buen equipo, también era un gran grupo humano y eso es lo más importante para mí, ellas me hicieron amar al Blanco y me hicieron ver al fútbol no solo como un deporte, sino que también como un estilo de ser feliz.
En ese año también integré la Selección de la Liga Regional de Rio Cuarto, otra experiencia muy linda e importante, eso me hizo cambiar un poco la cabeza, sabía que tenía condiciones y que podía llegar más lejos, entonces seguí soñando cada vez más alto. Con la selección jugamos regionales, un triangular y llegamos hasta el Nacional, el cual fue realizado en Mendoza, era un gran plantel, había mucho potencial y varias jugadoras de jerarquía, se creó una muy buena relación entre nosotras.
2019 continué en Universidad Blanco, el mejor equipo en el que eh jugado hasta el momento, fue un gran año futbolístico, siento que crecimos como grupo, que nos hicimos más fuertes y que nada ni nadie podía vencernos. Aunque a veces los resultados no fueran los mejores, aun así, nos manteníamos de pie. Perdimos la final nuevamente contra nuestro clásico, claro que quería la copa, pero lo más lindo y lo más importante es saber que fui parte de ese hermoso grupo. Tuve dos grandes oportunidades y experiencias también en ese mismo año, integré nuevamente la selección de la liga y fui parte de otra preselección de la Sub-20 de Argentina.
“Sigo soñando alto y creyendo en mí”
En octubre, en Río Cuarto se volvieron a realizar pruebas para ser parte de la selección argentina. Y llegó una gran noticia, la cual me informaba que había quedado preseleccionada para realizar entrenamientos en Ezeiza junto a mi amiga y compañera Valentina Príncipe. Otra vez vestir los colores celeste y blanco fue un sueño, estar en ese hermoso predio y compartir entrenamientos con enormes jugadoras…
Fui muy feliz, no se me dio la oportunidad de jugar torneos importantes aún con la Selección Argentina, pero sigo soñando alto y creyendo en mí, porque sé que todo se puede lograr con esfuerzo y sacrificio.
2020, un nuevo año, con nuevos objetivos. En el día de mi cumpleaños, 6 de enero para ser exacta, María Boloquy, una de las mejores personas que el fútbol me permitió conocer, me saludó y en modo de broma, creyendo que lo que iba a pedirle sería imposible, le dije que como regalo me consiguiera una prueba en San Lorenzo de Almagro. Al día siguiente ya me la había conseguido, a fines de enero estuve entrenando en la ciudad deportiva de San Lorenzo, a los profes les gusté y me llevaron de pretemporada a Cipolletti, Río Negro con el plantel de primera división. Fue muy duro, porque me costó y todavía me cuesta adaptarme e integrarme al grupo, también me costó porque es un gran cambio ya que el fútbol femenino en Buenos Aires es profesional, se trabaja de una manera diferente, tengo muchas cosas por mejorar y sé que voy a seguir creciendo por qué es lo que hoy me propongo. Me enseñaron a trabajar los perfiles, me enseñaron los movimientos dentro de la cancha, a no jugar solo en una posición, a jugar de una manera más dinámica y a tener una mejor visión de juego, entre otras cosas…
“Siempre pensé que era un sueño lejos de poder alcanzar, pero acá estoy, en San Lorenzo, un hermoso club, al que le estoy muy agradecida por dejarme ser parte, esto es más que un sueño para mí”
Me siento muy bien a pesar de que todavía no pude ser fichada para poder jugar. Cuando llegué el libro de pases estaba cerrado, tenía que esperar 6 meses para poder ficharme, pero con el Profe Matías tuve una conversación y me comentó que le gustaría que yo siguiera entrenando en Buenos Aires con las chicas estos meses que iba a estar sin jugar, para no perder el ritmo y para que cuando se me dé la oportunidad de jugar esté al 100 por ciento, al mismo nivel que mis compañeras. Entonces, mis tíos Lorena y Daniel, quienes viven en Caseros, Bs As, me hicieron un lugar en su casa para que pueda quedarme y pueda seguir entrenando en San Lorenzo; es lo que venía haciendo hasta el momento, porque el club todavía no pudo darme la pensión para que yo pueda vivir allí. Por causa de esta pandemia, que causó el Covid-19, tuve que volverme a Pascanas, pero aun así sigo en contacto con los profes y las chicas, seguimos entrenando mediante zoom todos los días y también realizamos charlas y juegos, lo que nos hace estar un poquito más cerca.
Estar en un club de Buenos Aires es algo que siempre quise, y siempre pensé que era un sueño lejos de poder alcanzar, pero acá estoy, en San Lorenzo, un hermoso club, al que le estoy muy agradecida por dejarme ser parte, esto es más que un sueño para mí.
Cabe destacar que sin el apoyo de mi familia, todo esto que viví y que estoy viviendo no hubiese sido ni sería posible vivirlo, gracias…
El fútbol es mi vida, lo que más me apasiona y lo que me hace feliz, soy una soñadora y alguien que jamás baja los brazos, siempre quiere llegar más lejos y no para hasta lograr cada objetivo que se proponga.
* Florencia Rodríguez para ¡Ahora que sí nos ven! Río Cuarto