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Opinión

03-07-2020

Bayer – Monsanto: cuando todo, es poco

Por Leonardo Gasseuy*

 

Werner Baumann nació en Alemania en 1962.  Es el CEO de Bayer. Hijo de padres obreros, fue el primer universitario de la familia. En febrero de 2016, desde el techo de la compañía, a solo 3 semanas de asumir, convenció a la junta de accionistas de comprar Monsanto.  Los 63.000 millones de dólares de la operación convertirían a Bayer y a Baumann en habitantes del infierno.

 

El gigante farmacéutico debía establecer los procesos de modernización. Baumann es tosco y ambicioso, pero convincente. Le bastaron minutos para presentar la nueva estructura de tres patas: productos farmacéuticos, salud del consumidor y ciencia de los cultivos.

 

 


 Werner Baumann, CEO de Bayer, impulsó la compra de Monsanto. Una decisión que puso a su empresa en el ojo de la tormenta.


 

Bayer sería distinta. “¿Nosotros en el negocio de las semillas?”.  “SÍ, responde Baumann - en 2050 habrá 3.000 millones de bocas más que alimentar”. Con Monsanto incorporaban su desprestigio. Eso se expresó en la junta de accionistas de 2018. “Estoy aquí para ver la cara de un tonto”, dijo un inversor.“Baumann compró una fábrica de veneno”, sentenció.Imaginaban lo que pasaría. El ejecutivo les ratifica que él no tiene dudas. La duda –afirma- es el mayor pecado de un líder”.  La operación, además, expone la precariedad jurídica de la Unión Europea que permitió sin mayores exigencias esta alianza nociva.

 

John Francis Queeny tenía dos amores: la química y su esposa. En 1901, con 5 mil dólares, comenzó su negocio. Olga Méndez Monsanto lo acompañó desde que habitaban la pobreza, siempre a su lado. A modo de tributo, tomó su apellido de soltera y así bautizó sus productos. En 1902 Monsanto comenzó a fabricar sacarina, un novedoso endulzante que se sigue consumiendo hoy bajo la marca Nutra Sweet, sospechado de causar cáncer.

 

Edgar, el hijo de ambos, fuel el sucesor. “Somos una empresa –afirmó al asumir - al servicio del gobierno y el pueblo de los Estados Unidos”.En la década del sesenta, Monsanto fue contratada por el gobierno - junto a Dow Chemical - para idear y fabricar el Agente Naranja, un herbicida para destruir la selva vietnamita y su ecosistema. Dejó más de 600 mil muertos y 1 millón de personas con otras enfermedades. Desde la sacarina hasta Vietnam, la historia de muerte y veneno no se separa. El glifosato y Roundup, el sello de Monsanto, aún no habían nacido.

 

 


 En 1904 nació el Bayer Leverkusen, institución futbolística impusalsada por la empresa Bayer.


 

La semana pasada Bayer anunció un acuerdo para indemnizar con más de 10.000 millones de dólares a las  150 mil demandas en  Estados Unidos.  Personas  afectadas de cáncer responsabilizan su enfermedad al herbicida Roundup. Si bien la OMS y IARC (Instituto Americano de Investigación del Cáncer) no tienen argumentos concluyentes, se lo vincula con el linfoma no Hodgkin.  La raíz del mal, en cada sentencia, es el glifosato, principal activo de  Roundup.  Los tribunales consideran que Monsanto ocultó el peligro del producto.

 

Estados Unidos y Alemania viven el peor momento en su relación desde la Segunda Guerra Mundial. En ese contexto, Bayer necesita culminar este proceso traumático. Dentro del monto se destinan 1.250 millones más para futuros reclamos.  La cifra que Bayer paga es una manera de reconocer que comercializa un producto dañino. La genial Gaby Weber, con la agudeza que la distingue, en su documental Agricultura Oncológica los responsabiliza terminantemente: “En la argentina – dice - los 20 millones de hectáreas de cultivo están sumergidas en herbicidas, pesticidas y fertilizantes artificiales. El ecosistema no está equilibrado. Hasta la llegada de Monsanto no habían sufrido ese problema, están envenenando el planeta”

 

El mundo comercial gira alrededor de las grandes corporaciones que avasallan y marcan la agenda mundial. Pocos sectores como la agroalimentación concentran el poder en tan pocas manos. Hoy quedan tres centros monopólicos del mercado mundial de la semilla y pesticidas: los norteamericanos DuPont y Dow, los chinos con Syngenta y  Chem  y Bayer con Monsanto. Ellos son los actores. Manejan los alimentos y la salud del mundo.

 

El núcleo de todas estas megafusiones ha sido lograr el control de los datos masivos. Los Big Data sobre agricultura. Manejar el ADN digital para que la trazabilidad completa de la agricultura de precisión esté en sus manos. Bayer – Monsanto regaron de censores inteligentes cada implemento agrícola. Información es poder.

 

La estructura del holding hace que sea inevitable la comparación con otro coloso. Un familiar directo. El FC Bayern Munich.  El club mantiene los mismos lineamientos. Odiado por ricos, ellos se ríen y cantan Mia san mia que en el dialecto bávaro significa nosotros somos nosotros. Con ingresos de una multinacional arrasaron con las 8 últimas Bundesligas. Este sábado 4 de Julio, en Berlín, jugaron por otro título y ganaron 4-2: la Copa de Alemania. ¿El rival? El Bayer de Leverkusen. Un primo cercano que proviene de la misma poderosa familia.

 


 Poder absoluto. Eso es lo que se asemeja el equipo alemán Bayern Munich con la empresa alemana Bayern.


 

En 2018, Ingo Speich, de la consultora Deka – Investment, fue lapidario: “La administración (Baumann) ha infectado de por vida al saludable grupo Bayer con el virus de Monsanto”. No es verdad.  Desde 1925 hasta 1951 Bayer fue parte de IG Farben, un conglomerado de industrias químicas alemanas que formaron la base financiera del régimen de Hitler y que operó incluso una vez derrotada Alemania en la Segunda Guerra Mundial. IG Farben con los cerebros de Bayer, fabricaron el Ziklon B, un producto químico usado en Auschwitz para asesinar en las cámaras de gas a millones de personas.

 

El absolutismo es un monstruo letal representado por distintas caras. Bayer, en algún momento, deberá rendir cuentas. Por su historia, por Monsanto, por tanta muerte. En estos días por avasallar, mentir y dañar pagará con dinero demasiado barato por tanto atropello.

 

* Especial para Al Toque Deportes

Redacción Al Toque