Por Mariela Mattana
Por iniciativa de la Subcomisión de Género y la Comisión Directiva de San Lorenzo de Almagro a partir del mercado de pases de junio, se incluyó una cláusula contra la violencia de género en todos los contratos de renovaciones e incorporaciones de los jugadores.
Según esta disposición, si un futbolista llegare a resultar imputado en una causa penal por violencia de género, quedaría separado del plantel, hasta que la situación judicial se resuelva. En el caso de que un jugador fuese condenado por la justicia, el vínculo contractual con el club quedaría sin efecto y sin resarcimiento económico.
Otro golazo de las pibas al patriarcado, desde aquel primer partido oficial de fútbol femenino en el Crouch End Athletic en Londres, pasaron 125 años de lucha para demostrar que el fútbol no tiene limitaciones de género.
Pero los partidos no solo se juegan en la cancha, también se gambetea dentro de las instituciones, espacios de reproducción simbólica de lógicas injustas de opresión. ¿Qué pasa cuando las organizaciones feministas, conformada por mujeres y disidencias, entran a disputar el poder en los clubes?
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Frente a la posible incorporación de Ricardo Centurión al plantel del cuervo, CASLAfeminista emitió un comunicado oponiéndose al pase: “hace tres años fue denunciado (Centurión) por "casi ahorcar" a una mujer, astillarle dientes y amenazarla". “Contratar jugadores con antecedentes (de violencia de género) sería retroceder años luz”, explican las pibas de la organización. Para que el fútbol sea para todos y todas, la perspectiva de género debe estar presente en todas las decisiones institucionales. El campo de juego también es un campo simbólico donde se producen y circulan discursos que reproducen la violencia.
“Para que el fútbol sea para todos y todas, la perspectiva de género debe estar presente en todas las decisiones institucionales”
A partir de la denuncia de Macarena Sánchez a UAI Urquiza en 2019, el monopolio de la pelota dejó de pertenecer solo a los varones: desde la profesionalización parcial del fútbol femenino hasta niñas que sueñan con ser como “la Maca”. El fútbol nunca más es sin nosotras.
“El fútbol nunca más es sin nosotras”
Hablamos de profesionalización parcial del fútbol femenino, porque una jugadora de primera A, percibe una remuneración equivalente a la de un futbolista de tercera categoría. Los sueldos de base, según dato de AFA, son: $34.500 a jugadores de Liga Profesional de Fútbol, $28.000 para los de Primera Nacional, $23.000 para la B Metropolitana y el Federal A, y hasta $20.000 a los de Primera C y las jugadoras de fútbol femenino. Además, no todas las jugadoras gozan de esta remuneración.
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Clubes como Vélez Sarsfield cuentan con Área de Violencia de Género desde el año 2018. A partir del “fortín”, más clubes siguieron los pasos: Rosario Central, Newel’s Old Boys, San Lorenzo de Almagro, Ferro, Estudiantes de La Plata, Huracán, Chacarita, Argentinos Juniors, Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Todas batallas conquistadas por las mujeres y disidencias, pero la discusión no termina acá. La cláusula en los contratos del “cuervo” implica un avance en materias de derechos, pero ¿qué pasa cuando la justicia, en nuestro país, es machista, misógina y patriarcal? ¿qué pasa con aquellas denuncias que no llegan a ser oídas? ¿Qué otras formas de desarticular las violencias encontramos, utilizando al deporte más popular como herramienta?
“¿Qué otras formas de desarticular las violencias encontramos, utilizando al deporte más popular como herramienta?”
El fútbol es un espacio colectivo de libertad, desarrollo, aprendizaje e inclusión. La medida tomada por San Lorenzo que implica “separar al jugador del plantel” significa en parte romper el pacto de silencio masculino que sostiene la violencia, pero también abre un debate: ¿La exclusión del sistema reeduca al victimario? ¿los hombres no son también víctimas de la masculinidad hegemónica? ¿cómo erradicamos la violencia en una sociedad que nos educa violentos?
El pacto de silencio entre hombres encubre y perpetúa la violencia: aquellos jugadores acusados de violentos, siempre son juzgados por su trayectoria deportiva o por los beneficios económicos que generan al club que pertenecen, pero nunca por las denuncias que tienen en su contra.
Dirigentes, periodistas y compañeros de plantel crean un cerco de protección alrededor del jugador, desviando el foco de la discusión y avalando (aunque nos duela) las acciones del compañero. ¿Qué valores transmitimos si “nuestro ídolo” es un potencial violento? Ese es el pacto de silencio sellado con sangre entre las masculinidades.
La participación activa y real de mujeres en la elaboración de protocolos, de áreas de género y de la toma de decisiones en las instituciones deportivas es una salida para repensar el fútbol como un espacio de lucha colectiva. Pero también es necesario que los hombres, actores históricos dueños de la pelota, cuenten con espacios para repensar y reconstruir nuevas masculinidades, más igualitarias, más sanas y más reflexivas, a la altura de los los cambios históricos que estamos transcurriendo.
Si el fútbol es una metáfora de la vida, en las canchas siguen faltando mujeres.
* Por Mariela Mattana | Integrante de la Cooperativa de Trabajo Al Toque Ltda.
Gráfico: Al Toque