Por Franco Evaristi
Acá lo esperamos Osvaldo. Sabemos que afronta un partido complejo, un clásico y de visitante. Duro, como aquellas tenidas de Copa Libertadores de los ´80 que nos supo contar. Pero acá estamos, esperando por su retorno. Tenemos la misma fe que movilizó a nuestra gente hasta Rosario y nos volvimos por la autopista con título después de más de 20 años, de la mano del Bambino. Usted fue feliz, muy feliz ese día, aunque no podía cristalizarlo demasiado por esas cosas que no se entienden de nuestra profesión, máxime en la picadora de carne porteña.
Acá lo esperamos, para que nos siga contando sus historias de vinculación celestial con ese D10s terrenal al cual le dedicó un hermoso libro. Esperamos por esas anécdotas y enseñanzas que compartimos en cada tertulia con los muchachos de la Maradó o cada transmisión dominguera.
Claudito Ledo aguarda para que le devuelva una pared en cada Mañana Empiezo; Víctor Alamino y Elías Rosone esperan que levante su mirada y se conecten para insertar el tango de Rodolfo Mederos en el momento exacto; Gastón Geretto y Juli Marengo aún necesitan absorber del talento que destila gentilmente para terminar de pulir sus grandes dotes de relatores que hoy son; Cucú está esperando la reprobación cariñosa de esos ocurrentes chistes malos del Pato.
Anhelamos los exquisitos tallarines con mariscos de la Gladys y ese anfitrión atento a cada detalle para servir a la cofradía futbolera.
Brando se asoma al balcón que da a la ruidosa -y por momentos perturbante- Plaza Roca y el mejor paseador del mundo aún no llega. Sin embargo, no pierde la esperanza. Sabe que, como siempre en esa construcción de amor genuina, no defraudará y más temprano que tarde estará luciendo collar nuevo en el Andino, a tranco rápido junto a “patascortas”.
El Coco Baudino desea una rápida vuelta al ruedo. No tanto para definir la defensa de los veteranos de Abogados, sino más bien para seguir enalteciendo una amistad tan férrea como sus dotes de rústico marcador lateral.
Eduardito Fondello, uno de sus amigos del alma, tiene preparado otro agasajo fraterno y en su lugar en la mesa reposa el amarillo con un hielo y un canapé con crema de roquefort con un toque “caballito blanco”, en la antesala del plato principal.
Su suegra espera su citación en esos relatos en lo que algún delantero errático la tira a cualquier lado y usted vocifera: “le pegó como mi suegra” (ella sabe que va con cariño).
Ansiamos que el pronóstico extendido de Federico Sur indique buen tiempo para lo que reste de este camino y pueda corroborarlo junto a su primo Pablo, abrazados a la misma pasión.
Hay todavía muchísimo por compartir con sus hijas. Queda pendiente aún un arduo trabajo de influencia para que, cuando lleguen sus nietxs -ese anhelo personal que estamos seguro disfrutará-, se aferren a la mística de los “Gauchos de Boedo”, “Los Carasucias” y “Los Matadores” y sean felices por siempre.
Las glorias del fútbol regional deambularán huérfanos de semblanzas y reconocimientos si usted no vuelve a escribir su historia como gesto de humildad, valoración y agradecimiento por todo lo que hicieron por el pueblo futbolero de nuestros pagos.
Talleres, Belgrano e Instituto -y los nuestros- se quedarán sin el grito que emerge de sus entrañas, inflama la arteria que circula por su garganta y pinta momentos perennes. No hay ni habrá otra exhalación de júbilo como la que reverbera en el tesoro de los recuerdos de lxs hinchas del fútbol.
Esas barricadas de la Córdoba revolucionaria -no esta versión conservadora y repugnante- se quedarán sin un militante de causas justas y nobles.
El Bar Imperio reservó la mesa en donde el “flaco” Héctor Cometto y Juli Colombo debaten sobre política filosofía y fútbol, mientras aguardan la llegada del entrañable “pelado de pantalón de Jogging y bufanda, de tranco corto y vertiginoso”. Tiene volver. Si no, Río Cuarto se quedará sin una de sus postales icónicas y representativas. Y esa piedra alojada en medio del cauce río de Santa Rosa de Calamuchita -su lugar en el mundo- extrañará los suspiros de un admirador calificado.
Ese “jefe espiritual del movimiento” que usted recurrentemente invoca en cada narración poética/futbolera es a quien hoy le imploramos que se quede con nosotros para seguir guiándonos. Dieguito Borghi, Turquito Gasseuy y quienes hacemos la Cooperativa de Trabajo Al Toque necesitamos de su luz y ejemplo para seguir aprendiendo. Lo necesitamos. Nosotros, nosotras, y las generaciones venideras de futurxs comunicadores.
¿Y sabe qué Osvaldo…? Mal que me pese, no quiero esa hermosa reliquia azulgrana de la década del ´50 que un día me prometió con una condición que no estoy (estamos) dispuestos a conceder. Le dijo a Gladys, una noche de esas que están guardadas en el corazón: “Peti…cuando me muera esta camiseta de San Lorenzo dásela a Franquito, él la va saber valorar”. ¿Sabe qué Osvaldo?, no la quiero. ¡¡¡Le juro por el Lobo Fischer que no la quiero!!!
Por Franco Evaristi – Periodista y compañero en Pelota de Trapo y Al Toque deportes